Punto final

31 de Julio de 2019 20:05

Carlos Arroyo se cansó. Desde el día que se supo que Juntos por el Cambio le había negado la posibilidad de participar en una primaria dentro del espacio y lo había obligado a competir con la boleta corta de la Agrupación Atlántica fue constante la búsqueda de una respuesta “picante” contra la gobernadora María Eugenia Vidal.

Parecía una receta simple: las rispideces entre ambos fueron una constante. Obviamente, fue siempre más visible el enojo de la Gobernación hacia el estilo y la gestión del intendente. Pero tanto Arroyo como su entorno, por lo bajo dejaban trascender una y otra vez su predilección por el presidente Mauricio Macri y su modo de ejercer el liderazgo.

No obstante, desde el 22 de junio hasta el último martes, Arroyo eligió, extrañamente, el camino de la prudencia. Reiteró que más allá de las diferencias, el gobierno provincial le dio mucho a Mar del Plata. Todas esas frases protocolares se agotaron: Arroyo dio una conferencia con el único objetivo de distanciarse de Vidal.

Cuestionó su relación con el empresario Aldrey Iglesias, dijo que desde hace dos años no lo llama por teléfono y sostuvo que mientras los gobiernos nacional y provincial se endeudan el municipio de General Pueyrredon se capitaliza.

 

¿Y ahora? Se preguntaron muchos dirigentes que sospechan que puede existir algún tipo de represalia desde los gobiernos superiores hacia Mar del Plata. Es poco probable que ocurra algo así. Quedan poco más de cuatro meses para que finalice la gestión del intendente y a nadie le sirve que se profundicen los problemas  o que el gobierno municipal estalle. Además, a favor de Arroyo, la situación económico financiera del municipio alcanzó un equilibrio suficiente como para no necesitar los salvavidas de plata que años atrás arrojaban nación y provincia. Es cierto que, de tener la decisión, siempre se puede obstaculizar el camino de un intendente, aunque todo indica que no será el caso.

 

Los dichos de Arroyo despertaron rápidamente la reacción de los integrantes de Juntos por el Cambio. Guillermo Montenegro reaccionó primero y defendió el interés de Vidal por Mar del Plata. También acusó a Arroyo de defender un “pequeño proyecto” personal. Luego llegaron las críticas del radicalismo. Tanto Vilma Baragiola como Maximiliano Abad también reprocharon la actitud del jefe comunal.

 

Por lo bajo, sin embargo, algunos se alegraron. ¿Por qué? La principal razón por la que se especuló hasta último momento que el arroyismo podría formar parte de Cambiemos (luego Juntos por el Cambio) en las elecciones de este año era puramente matemática: el núcleo duro de votos que tiene el actual intendente es un potencial votante de Cambiemos.

Mientras más se despegue de Vidal y Macri menos votos nos va a robar a nosotros. Más allá de las dificultades que tiene ir con boleta corta, que de por sí le reducen las posibilidades de sacar votos, si le pega a Vidal y a Macri nos termina ayudando”, analizó un precandidato de Juntos por el Cambio.  

Además de la cuestión matemática también hace más fácil “despegar” a Cambiemos de la gestión Arroyo. El ganador de la Paso entre Montenegro y Baragiola, sin duda, profundizará esa estrategia y tomará la mayor distancia posible de los últimos cuatro años de gestión municipal. Prometerán una verdadera gestión unificada entre nación, provincia y municipio, a favor de los vecinos. Para desplegar esa estrategia falta un abismo: Montenegro y Baragiola tienen la mirada puesta en el domingo 11 de agosto y ninguno trata de ver más allá.