Una tragedia que se repite: ¿quién controla el estado de balcones y fachadas de edificios?

A 580 días de la tragedia de Punta Mogotes, otra mujer murió al caérsele parte de la fachada de un edificio del macrocentro. ¿Cuántos edificios hay en Mar del Plata y quién los controla? El pedido de una joven que sobrevivió de milagro a un derrumbe: responsabilidad social.

El 31 de julio pasado, María Ester Gómez murió luego de que un pedazo de mampostería cayera sobre ella. Foto: archivo 0223.

12 de Agosto de 2020 11:12

El trágico final de María Ester Gómez, una mujer de cuarenta y ocho años que murió luego de que se le cayera encima parte de la mampostería del quinto piso de un edificio ubicado en Arenales, entre avenida Colón y Boulevard Marítimo, puso sobre la mesa un tema recurrente cada vez que suceden este tipo de fatalidades: ¿quién controla que los balcones y las fachadas de los edificios estén en condiciones?

El 21 de enero de 2019, a raíz del fatídico desplome de un balcón que terminó con la vida de una mujer y su pequeña hija en Punta Mogotes, el entonces intendente Carlos Arroyo firmó un decreto ad referéndum del Concejo Deliberante que  establecía que todos los edificios de más de dos pisos y con más de cinco años de antigüedad debían presentar un informe técnico sobre el estado de conservación de esas estructuras. 

Poco después, tras una reunión de que la participaron los colegios profesionales, el centro de constructores, la Uocra y demás actores involucrados en el tema, se le pidió al municipio que informara cuántos edificios hay en la ciudad. De allí surgieron datos esclarecedores: Mar del Plata tiene 6.000 manzanas en su ejido urbano con aproximadamente 144.000 lotes y en ese universo, hay 115.200 construcciones. De ese número de edificaciones, 111.789 son construcciones de planta baja y planta baja y primer piso -el 60% son construcciones con aleros de más de 0,50 metros-, los cuales no habrían sido alcanzados por el decreto impulsado por Arroyo. 

En cambio, hay otros 67.073 edificios que superan el primer piso y, en consecuencia, iban a quedar bajo la órbita de la normativa. “Cuando en esa audiencia se mencionó que habría que fiscalizar cerca de 70.000 construcciones, todos coincidieron que era imposible y que estaba mal pensado”, confiaron fuentes municipales. Por eso, el decreto de Arroyo no prosperó.

En el Partido de General Pueyrredon se encuentra en vigencia la ordenanza municipal 12.562, que ordena la “inspección obligatoria, conservación y mantenimiento de las fachadas y muros medianeros de los edificios públicos y privados que posean una altura superior a los nueve metros y tengan, además, una antigüedad de más de diez años”. En la municipalidad hay registrados 3.411 edificios que responden a esas características y son seis los inspectores que están abocados exclusivamente al control edilicio y mantenimiento de fachadas. El resto de las edificaciones son controladas por inspectores de Obras Privadas o de Obras Públicas a partir  de denuncias o por inspecciones puntuales que ordena la Comuna.

Para Marta Di Luca, presidenta del Colegio de Ingenieros local, la legislación en vigencia es “insuficiente”. “Es decir, no hay obligación de controlar estructuras de menos de tres pisos, como si no se pudiera caer un balcón del primer piso y causar el mismo daño”, argumentó. La titular del colegio profesional, que a comienzos del año presentó por tercera vez un proyecto que promueve un programa integral de preservación de edificaciones, también reparó en la necesidad de avanzar en la ampliación de los controles a las columnas de edificios y cocheras. “Estamos hablando de estructuras básicas de cualquier construcción y que se deben tener en cuenta”, apuntó.

 

La historia de Rocío, la mujer que sobrevivió al desplome de una mampostería

El lunes 20 de septiembre de 2004, Rocío Tilves tenía veinte años, había salido de la Facultad de Derecho y caminaba junto a un amigo por avenida Luro al 2500 (entre Córdoba y Santiago del Estero), cuando parte de la mampostería de un balcón de un noveno piso se desprendió y la aplastó. Los trozos de cemento también alcanzaron a otra mujer que caminaba a la par y, de milagro, las dos sobrevivieron. 

A Rocío, el impacto le provocó la fractura del hueso frontal, en la parte derecha de su cabeza, sin pérdida de masa encefálica. Recuperarse le llevó aproximadamente seis meses: en ese tiempo, tuvo que volver a aprender a caminar, hablar y leer. El estrés postraumático, en cambio, le llevó bastante tiempo más poder superarlo.

Rocío Tilves, a 16 años de que parte de una mampostería se desprendiera de un noveno piso y le cayera sobre la cabeza.

Hoy, Rocío, abogada y madre de dos nenas de tres y seis años, recuerda los minutos previos al desprendimiento pero nada de lo que sucedió instantes después. “Yo iba caminando con dirección a Independencia con un amigo a comprar unas entradas para un recital cuando sentí un golpe fortísimo en la cabeza y otro a la altura de la panza”, recuerda a dieciséis años del hecho le significó empezar de nuevo y a once días de que María Ester Gómez perdiera la vida en una circunstancia similar. “Cada vez que veo que esto vuelve a suceder me duele desde lo personal y me indigna desde lo colectivo”, dijo. 

Durante mucho tiempo, dice, tuvo el acto reflejo de protegerse la cabeza cada vez que abría una alacena o el baúl del auto y le costó recuperar la confianza a la hora de salir a la calle. Inevitablemente pensaba que vivía en una ciudad peligrosa. “Más allá de los controles, es necesario que el propietario tenga una actitud más responsable: ¿a dónde pusiste las macetas? ¿Sabés si el agua que cae de las plantas está filtrando en una superficie que, a la larga, se termina corroyendo?”, remarcó.

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