Mar del Plata supo venerar con una avenida a un dictador y con una calle el día del golpe militar

La actual avenida Libertad tuvo otros nombres previos. Supo ser avenida Constitución y paradójicamente José Félix Benito Uriburu, el primer golpista en la historia argentina.

Uriburu el 10 de septiembre, el día en que fue "reconocido" como Presidente.

6 de Septiembre de 2020 13:00

Por Marcelo Díaz, creador de Antes de ser calle

El 6 de septiembre de 1930, Uriburu encabezó un golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen y estableció una dictadura militar, la primera de una serie que se extendería hasta 1983 (1943, 1955, 1962, 1966 y la más sangrienta, la cívico militar de 1976). El 20 de febrero de 1932 dejó el poder. Mar del Plata, fiel a su historia, no solamente  homenajeó al Dictador con el nombre a una avenida, sino que impuso esa fecha como el nombre de la actual calle Yrigoyen.

Así es. Ese acto administrativo se efectivizó el 12 de septiembre de 1934; quizás “celebrando” los cuatro años del golpe.  Sucedió durante la intendencia de José Camusso, que representaba al Partido Conservador.  Tiempo después,  pasó a llamarse Hipólito Yrigoyen.  En la letra fría del documento figura textual: “Impone el nombre 6 de Setiembre, a la calle San Juan y a la calle Patagones, entre Cincuentenario (hoy Juan B. Justo) hasta Río Negro, se llamará en adelante San Juan.” Figura “Setiembre”, a los autoritarios las “P” los ponían incómodos.

Justo dos años antes,  el 12 de mayo de  1932 y a poco más de dos meses de haber entregado el poder, otra ordenanza  decía: “Impone el nombre de Teniente General Uriburu a la actual Avenida Constitución”

¿Qué hace que una ciudad quiera recordar diariamente a un hombre y una fecha relacionada a un golpe militar?

Para el doctor en Historia, docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador del Conicet, Gustavo Nicolás Contreras, “la pregunta es quiénes y porqué quieren que una ciudad, diariamente,  recuerde a un hombre o una fecha relacionada a un golpe militar.  Y  aquí aparecen dos cosas: Una es que no son las sociedades las que construyen los sentidos, sino sectores dentro de la sociedad que disputan -a su vez-  con otros sectores y que, en el caso de las calles o monumentos en los espacios públicos,  se imponen  en esas disputas logrando que queden en lugares destacados. Por eso es importante pensar y que sepamos los  nombres de las calles”, remarca. 

“El problema para una sociedad  -agrega  el integrante del Grupo de Investigación sobre Movimientos Sociales y Sistemas Políticos en la Argentina Moderna  -  es naturalizar esos nombres y creer que Uriburu fue un prócer, porque es algo dado, porque fue un Presidente y en realidad lo interesante es que podamos desnaturalizarlos. Dejar claro que son sectores, grupos políticos, de poder  que van poniéndole nombre.” Y  afirma: “Esta situación es contingente; siempre pueden volver a cambiar”.

 

El problema de naturalizar

La imposición equivocada de un nombre a una calle puede llegar a  generar en una sociedad la naturalización de un personaje que lejos está de ser un referente para sí misma.  Para Gustavo Contreras “eso sucede con el paso del tiempo y si eso sucede es naturalizar la historia que puede estar cruzada por las Campañas al Desierto, los golpes militares, por el elitismo económico y social…entonces ahí tenemos un problema.  El problema es que en nuestro presente estemos indicando eso como tradiciones del conjunto de la sociedad”.

En esta etapa el trabajo de las y los historiadores es fundamental e interesante; por lo pronto desnaturalizar, trabajar en un orden simbólico de la manera que brindamos los espacios públicos por los que transitamos.

La tapa del Diario Crítica del 7 de septiembre de 1930.

En esa línea, Contreras, que además es Director de Historia Obrera y de la Colección homónima (EUDEM) señaló que “repensarnos en el pasado es repensarnos en el presente y en el futuro.  Nosotros no podemos seguir aceptando pasivamente el nombre de dictadores o genocidas o personas que favorecieron a los privilegiados o a los poderosos. Hoy hay una gran porción de la sociedad que pensamos que debemos avanzar con una mayor democratización en lo político, en lo social y en lo económico”, indicó

“Pensamos que necesitamos referentes históricos que hayan peleado contra la opresión, contra la explotación, que hayan luchado a favor de los más desfavorecidos, que hayan luchado por la democracia, por la transparencia en la gestión pública, por la independencia de los países subdesarrollados. Necesitamos esos referentes históricos que nos muestren un camino hacia adelante y por eso es tan importante re pensar los nombres de la calles (también puede ser de plazas, monumentos o cualquier otro espacio público)”.

El investigador  Director de Historia Obrera y de la Colección homónima recuerda que “Osvaldo Bayer sostenía la idea que  no solamente había que Monumentar sino también desmonumentar.  Y esa idea nos habla de lo contingente de esos nombres y así como fueron puestos en algún momento nosotros los podemos cambiar y buscar otros. Eso nos lleva a pensar que podemos tener una ciudadanía activa, que se piensa y que busca horizontes emancipatorios, que piensa en vivir mejor y que a partir de una discusión de la historia, de sus referentes, de sus protagonistas  lo que está  haciendo en realidad es discutir ese presente y ese futuro.  Con lo cual lo considero una actividad sumamente importante  para la ciudad, tener cada vez menos nombres Uriburu y cada vez más nombres ligados contra las dictaduras”.

Por último, el Investigador del Conicet aseguró que “en ese sentido creo que justamente estos dos nombres que supo tener la ciudad como denominación de arterias (Uriburu y 6 de septiembre) no solamente se resume en el nombre de las calles, sino se resume en qué ciudadanía queremos vivir, qué tipo de ciudadanos queremos ser y qué ciudad queremos construir  para el presente y el futuro.”

Ese cambio del que habla el licenciado Contreras en la ciudad se dio recién en 1948 cuando en la sesión del 9 de octubre se derogó  la Ordenanza de 1932 por la que cambió el nombre de la Avda. Constitución y le impuso  "Libertad".