Tres décadas de amor y un final a la distancia: la historia de María Cecilia y Luis José

María Cecilia (67) y Luis José (86) fueron pareja durante treinta años pero el inicio de la cuarentena los encontró en distintas ciudades. Tras varios meses separados, los hijos del hombre lo internaron en un geriátrico e impidieron que tuviera contacto con la mujer. Desesperada, ella pidió ante el Juzgado de Familia 6 que le permitieran acercarse. Sin embargo, su compañero murió antes de que la justicia resolviera el reclamo. 

Imagen ilustrativa/ archivo 0223.

5 de Enero de 2021 09:26

María Cecilia (67) y Luis José (86) se conocieron hace más de tres décadas y se enamoraron. Pero recién quince años más tarde pudieron blanquear su relación, después de que él enviudó. Desde entonces, y a pesar de que cada uno mantuvo su casa -él en Mar del Plata; ella en Coronel Vidal, en donde tiene un comercio-, se volvieron inseparables: pasaban la mitad de la semana en una ciudad y el resto en la otra, pero siempre juntos. Por eso, cuando el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado en marzo los encontró, de casualidad, cada uno en su vivienda, para María Cecilia fue el comienzo de la tragedia.

Luis José no quiso deshacerse de su casa e irse a vivir con ella de manera definitiva. Tenía una razón: en el final de su vida, no quería pelearse con sus cuatro hijos, que no aceptaban del todo la relación. Incluso, por ese mismo motivo, tampoco se habían casado. Y María Cecilia lo comprendió porque, para ella, eso es ser incondicional.

“Ese fin de semana de marzo me había venido sola a Coronel Vidal a hacer unos trámites y pensaba volver enseguida, pero me agarró la cuarentena; nunca pensé que se fuera a extender tanto tiempo”, dice. A partir de allí, a medida que la vigencia del Aspo se renovaba cada dos semanas, Luis José y María Cecilia empezaron una cuenta interminable de los días que les quedaban por delante para el reencuentro. En ningún momento perdieron el contacto: llegaron a llamarse hasta diez veces diarias para sobrellevar la distancia. “Nos extrañamos mucho”, confiesa ella, que pide preservar los apellidos de ambos. 

Así, pasaron las semanas y los meses y, de un día para el otro, Luis José no respondió más las llamadas. Preocupada ante la falta de noticias de su pareja, la mujer trató de comunicarse con los hijos, aunque sin suerte. Lejos de rendirse, desde la localidad vecina del Partido de Mar Chiquita, contactó a amigos y conocidos, y logró localizarlo. Corrían los primeros días de octubre y Luis José llevaba varias semanas internado en un geriátrico del barrio Bernardino Rivadavia, a donde lo habían trasladado sus hijos. “Me fui para allá y me presenté. ‘Soy la pareja de Luis’, dije y me dejaron pasar”, relata. Entonces, al verla llegar, a un metro y medio de distancia y sin poder siquiera tomar de las manos a su compañera, Luis José pronunció una frase que alertó a las enfermeras del lugar:

Pensé que no me ibas a encontrar.

Al revisar la lista de personas autorizadas para visitar al hombre, las trabajadoras del geriátrico constataron que sólo figuraban sus hijos, por lo que de inmediato la invitaron a retirarse. No hubo explicación suficiente para que le permitieran quedarse, al menos, unos minutos más.

Desesperada, María Cecilia consultó a un abogado qué se podía hacer. Su preocupación era ahora mayor: había visto a su pareja un tanto desmejorado y, en los escasos instantes que llegaron a conversar, él le había confiado que deseaba volver a su casa, con ella. Así fue como el 26 de noviembre, la mujer inició una medida cautelar solicitando al Juzgado de Familia N° 6 de Mar del Plata que le concediera una autorización para poder ver a su pareja en el hogar en el que se encontraba internado o en cualquier otro lugar al que pudieran trasladarlo sus hijos. Al mismo tiempo aportó todas las pruebas que tenía para demostrar que, hasta el inicio de la cuarentena, ambos compartían hogar de manera permanente. Lejos estaba de imaginarse que ese era el inicio de un nuevo suplicio. 

Ante el pedido de la mujer, la jueza de Familia Adriana Rotonda ordenó que una trabajadora social del Juzgado N° 6 se contactara de forma urgente con los directivos del geriátrico en el que se encontraba alojado Luis José. Sin embargo, el informe requerido por la magistrada recién fue llevado a cabo el 3 de diciembre, luego de que la abogada de la mujer se acercara al Juzgado a reclamar por la demora de la diligencia.

Mientras el trámite se retrasaba, Luis José se contagió de Covid-19 y, en un accidente dentro de la institución geriátrica, sufrió una fractura de cadera, hechos que fueron informados a la justicia el 4 de diciembre. Al tomar conocimiento de la situación, María Cecilia volvió a solicitar a la jueza Rotonda que resolviera el pedido con la mayor urgencia posible. A esa altura, la mujer empezaba a perder las esperanzas: la edad de su pareja, sumado a que ya había sido operado del corazón, le hicieron temer lo peor.  

No obstante, recién el 9 del mismo mes se ordenó librar un oficio al geriátrico para que se informara sobre el estado de salud del hombre, que en ese momento se encontraba internado en el sanatorio Belgrano, en donde fue intervenido quirúrgicamente en dos oportunidades porque se produjo el desajuste de la prótesis que le habían colocado. 

Sin respuestas, María Cecilia insistió con su reclamo ante el mismo juzgado pero, lejos de tomar una resolución, la jueza Rotonda ordenó que el caso pase a la Asesoría de Incapaces, medida que demoró catorce días en concretarse, después de que la abogada de la mujer se hiciera presente en la sede judicial. 

Las dilaciones no terminaron allí. El 18 de diciembre, la titular de la Asesoría N° 1 le informó a la jueza Rotonda que no correspondía a ellos dictaminar en el caso y que, en cambio, debía intervenir la Asesoría N° 3. Mientras tanto, el estado de salud de Luis José se agravaba y María Cecilia enviaba a sus amigas al sanatorio para que averiguaran cómo se encontraba su pareja. “Una amiga fue dos veces a verlo y las dos veces los hijos la trataron mal, la echaron”, dice. Para entonces, admite, ya sentía que las posibilidades de poder verlo con vida eran escasas.

La abogada de María Cecilia continuó presentando escritos y se acercó en reiteradas oportunidades al juzgado para dar cuenta de la gravedad de la situación. El 28 de diciembre, la letrada volvió a reclamar una resolución inmediata a la Asesoría Nº 3 para que se garantice el contacto de Luis José con su pareja "(...) siempre que esto resulte favorable y viable, a su estado de salud física así como anímica, extremando las medidas de cuidado y cumpliendo los protocolos correspondientes a la normativa de Aspo".

Ese mismo día, la jueza Rotonda libró un oficio al geriátrico -en el que Luis José ya hacía más de veinte días no se encontraba alojado- y otro al sanatorio en donde estaba internado, para que informaran en un plazo de 48 horas el estado de salud del paciente, qué visitas que recibía y que, además, se le consultara a los hijos del hombre qué opinaban sobre la viabilidad de la medida pedida por la mujer.

Luis José falleció el 29 de diciembre en el Sanatorio Belgrano, lejos de la compañera con la que había compartido los últimos treinta años de su vida. María Cecilia se enteró de la noticia por una conocida que trabaja en la clínica y tampoco pudo despedirse de los restos de su pareja: en la funeraria que se ocupó del servicio le informaron que el cuerpo había sido cremado y entregado a sus familiares. 

A una semana de la muerte de su gran amor, la mujer dice que está claro que “los tiempos de la justicia no se condicen con los de la vida real” y lamenta la “falta de sensibilidad” de los funcionarios judiciales. “Seguiré mi duelo como pueda”, se resigna. No puede hacer mucho más.