"Eustaquio Aristizabal", el templo que replicó a la Catedral y fue arrasado por una inundación
Micaela Aristizabal fundó en 1911 una iglesia que pretendía ser una réplica de la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia a la vera de la Ruta 2 para homenajear a su difunto esposo. Era el primer templo que no llevaba el nombre de un santo o una congregación. Los restos de la pareja permanecieron en el sótano del edificio hasta la inundación de 1960 que provocó riesgos estructurales y quedó abandonada.
En 1895 Eustaquio Aristizabal, un comerciante navarro que había llegado a la Argentina en busca de mejores horizontes, compró una porción de terreno en Vivoratá para instalar allí una estancia que además de convertirla en el hogar familiar serviría para homenajear a su mujer. La llamaría “La Micaela”. El lote se encontraba sobre el kilómetro 359 de la actual autovía 2. El hombre murió diez años después y su mujer, Micaela Ugalde de Aristizabal, decidió emplazar en el predio una iglesia con el nombre de su marido que incluía casa parroquial, escuela y sepulcro con seis nichos.
Tras una inundación en 1960, los cuerpos que allí descansaban fueron trasladados al Cementerio Municipal y el edifico quedó deshabitado y con peligro de derrumbe.
Don Eustaquio había desembarcado en el puerto de Buenos Aires 20 años antes desde Estrella, Navarra, y antes de llegar al partido de Mar Chiquita trabajó como panadero. Una vez instalado en la vecina localidad formó sociedad con José Abásolo y montaron el Almacén de Ramos Generales “La Bilbana” que le dejó a ambos un importante capital activo que le permitió a Aristizabal comprar en 1895 “La Micaela” y dedicarse al negocio ganadero.
Tras 11 años viviendo en Vivoratá, Don Eustaquio falleció a los 56 años el 6 de mayo de 1906 y fue entonces su viuda quien quedó a cargo del predio y decidió contratar a la empresa Raimundo Zampini para construir un templo igual a la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia de Mar del Plata y así recordar a su marido. El templo en cuestión no llevaría el nombre de ningún santo, virgen o congregación sino que sería llamada Iglesia Eustaquio Aristizabal.
La obra demandó cinco años y, como la idea era hacer una réplica a escala de la Catedral marplatense, la edificación contaba con un estilo neo gótico con tres naves con hermosos altares, uno al centro y dos laterales.
En el subsuelo se construyó una cripta con seis nichos -que estaban destinados al matrimonio propietario del predio y cuatro familiares o amigos- y altar revestido en mármol y una placa al frente que simboliza la agonía de Jesús tallada en mármol labrado. Un órgano eléctrico de gran tamaño, un púlpito de madera tallada y dos pilas para agua bendita sobre columnas de mármol.
Las aberturas y parte del mobiliario se trajeron de Francia y dentro del predio se anexó la casa parroquial que además era utilizada como escuela para los niños de la zona y lugar para dar misa a los chicos.
La iglesia se inauguró el 22 de enero de 1911. La apertura del templo contó con la bendición de Monseñor Bourdet en representación de monseñor Alberti, Obispo de La Plata. Emilio Cantero y Micaela Ugalde de Aristizabal fueron los padrinos del lugar. Desde entonces el edificio que era el más suntuoso de la zona funcionó y se convirtió en un punto de referencia para los lugareños.
El templo “Eustaquio Aristizabal” funcionó sin percances hasta que las condiciones climáticas evidenciaron que el terreno en el que se había construido era “demasiado bajo” y por lo tanto era frecuente que se registre alguna inundación. Esta situación generó mínimas dificultades mientras “Doña Micaela” estuvo al frente de la Sociedad de beneficencia local.
Cuando falleció la mujer, el templo comenzó a deteriorarse y las obras que se realizaban no llegaban a enmendar los daños hasta que en 1960 una gran inundación afectó los cimientos de la edificacion y dejó daños estructurales irreparables. Durante días, el subsuelo con los restos de Micaela y Eustaquio estuvo inundado y las columnas comenzaron a derruirse. Cuando el agua se evaporó, los ataúdes fueron trasladados al cementerio local.
El templo cumplió las funciones de única iglesia de Vivoratá hasta 1962, cuando se construyó Nuestra Señora del Luján y, dos años mas tarde cerró sus puertas de forma definitiva.
"Es importante destacar la construcción de la Iglesia que encomendó realizar Micaela Ugalde de Aristizabal, en honor a su esposo en 1906,“(…) una hermosa Iglesia… denominada con el nombre de «San Eustaquio», y anexa a la misma una escuela, en la que se enseña a los niños y niñas del lugar, en forma gratuita, la que dirige un padre capellán… donde se celebran misas diariamente”", indican en Historia del Partido de Mar Chiquita - Segunda Parte
De 1865 a 1949 los historiadores Nicolao Julieta; Araya José María Julio; Ferrer Eduardo Antonio; Zuccarino Maximiliano; Sarthou Nerina Fernanda
y Loray Romina.
Dicen los lugareños que tras la gran inundación era frecuente que los caseros de la estancia escuchen en las inmediaciones de la iglesia voces y gritos desconocidos y esto generó la mudanza de los cuidadores.
Hoy, a 110 años de su inauguración, la iglesia no tiene puertas ni ventanas. Tiene las paredes amarillentas, mohosas y aún emanan olor a humedad. Los pisos repletos de excremento de palomas, hojas, escombro y animales muertos crujen a cada paso y lo poco que queda del techo amenaza con desprenderse en cualquier momento. Las columnas que todavía sostienen la estructura tienen enredaderas que de a poco se van apoderando de toda la edificación.
“La Micaela” se volvió -pese a las cadenas oxidadas puestas en la entrada del lugar- en un punto ideal para fotógrafos de lugares en ruina, ciclistas y amantes del trekking que buscan pasar un día de aventura en un lugar que aseguran está “lleno de misterio”.
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