Al rescate de Héctor Libertella
A veces no resulta fácil encontrar sus libros, pero, si se tiene la suerte de leerlos uno se encuentra con una fantástica experiencia de lectura. Después de diez años de investigación, Esteban Prado publica un gran texto sobre la obra y vida de Héctor Libertella.
Editado por Eduvin y Eudem, Esteban Prado presentó: Por una literatura diferente. Héctor Libertella: biografía crítica y política editorial. Luego de diez años de investigación y lectura de la obra de Libertella, Prado nos plantea un recorrido y un análisis de las vías paralelas que forman la vida y la obra del autor nacido en Bahía Blanca.
“Ni bien empecé a leerlo me di cuenta de que había mucho de su obra que me interpelaba. Empecé sin saber bien para quién era, solo sabía que era importante para mí, que me interpelaba todo el tiempo y después eso se fue ratificando. O sea, a medida que avanzaba en las lecturas se fue convirtiendo todo en algo más complejo; incluso hacerme de sus libros era más intenso e interesante. Fue muy cercano a su muerte y los libros no se conseguían. Ahí empezó esa parte más bibliófila también, recorrer librerías de usados, rastrearlos por la web, eso me divirtió mucho y me puso en un camino donde con cada libro que me encontraba yo me volvía a alucinar por distintos motivos”, comienza diciendo Esteban Prado sobre los orígenes de la investigación.
Entonces, empujado por la profesora Adriana Bocchino, quien fue su directora de tesis doctoral, comienza a desandar la obra de Libertella hasta volverla una biografía crítica.
- ¿Lograste identificar por dónde va su escritura? No sé si hablar de una poética…
- Creo que lo suyo es de una apertura brutal en el sentido que le dan algunas vanguardias. Eso de marcar lo distinto, de mostrar que acá también se puede hacer literatura de esta manera muy imaginada. Ir hasta las últimas consecuencias, ya sea con los juegos del lenguaje, con cierta manera de reírse que se da solamente en la literatura, pero con cierta complejidad que atraviesa todo. Y si fuese algo como una poética, esa es la parte que yo menciono en el libro como “lo diferente”. Es un poco un comodín de él que yo encuentro en algunos textos donde habla de su propia manera de entender la literatura, de escribir. Y es un gran comodín porque tiene esa cosa de no cristalizar una identidad. Es eso de ir hasta el fondo de algunos juegos, pero en el próximo texto no va a insistir sobre eso, sino que va a pasar otra cosa. O sea, sus libros en algunos momentos están muy enroscado con el psicoanálisis, después con la homeopatía, después con jugar las tramas, de construir relatos, con la escritura, con el arte, bueno como que va haciendo una rotación y eso es lo que más me llamó la atención, al mismo tiempo que se reescribe todo, todo el tiempo, pero con la gran capacidad de no repetirse y eso es enorme.
- Y en base a eso, ¿cómo opera su literatura en el contexto? Tenía un tono muy confesional y, además, rompía con todos los géneros…
- En cuanto a la manera de escribir y desarmar los géneros es permanente y, además, lo hace con géneros que no suelen ser los que menos irreverencia se permite, como el ensayo o la crítica literaria. Él desarma así muchas convenciones. Después, lo que hace con su manera de escribir, en cuanto a lo confesional, es llamativo porque, sobre todo En la arquitectura de un fantasma, está atravesada por su vida, pero más que nada por la cercanía a la muerte. Es tan confesional como personaje él mismo y ahí ya no importa si es autobiográfico el texto o una ficción. Le pone el subtítulo Una autobiografía, pero no importa si es ficción o no, sino ese despliegue de volver a pensarse en ese último momento y reivindicar muchas de las cosas que sostuvo y no solo en términos conceptuales. Es fácil reírse o hacer juegos del lenguaje o copiar y pegar papelitos cuando no estás con el final tan cerca, pero seguir haciéndolo hasta esos últimos meses y seguir sosteniéndolo, no sé.
- Es uno de los primeros o el primero que empieza a sumar en sus textos afiches, fotos, gráficos, cuadros. Además de ofrecerlos en happenings que es muy del teatro o del arte plástico. De hecho, una vez invitó a quemar su propia obra…
- Ahí se nota mucho la mezcla de vanguardias y lo posmoderno de fines de los 60. Después ya él va a hacer cosas mucho más pensadas, contribuyendo a tradiciones como lo de los Concretistas brasileños, incluso del siglo XIX francés. Pero yo creo que en ese libro donde él juega con el discurso publicitario, también con el guion de cine y la partitura, no estaba pensando en ese tipo de interrelación artística, sino en el juego con los lenguajes, en la cultura popular con la publicidad, con el diseño, con el happening.
- Entonces todo tenía un propósito…
- En lo primero no sé, las primeras novelas son muy fechadas. Ojo, son espectaculares, pero son al mismo tiempo muy de esa época. Pero después del 85, sí. Ahí creo que todo tenía un propósito. Ahí está como bastante más claro que quería seguir jugando con algunas cosas. Como con insistencias concretas. Tiene un libro donde compila mucho de lo que él llamaba destellos o fragmentos de sus textos anteriores, en los que obviamente está pensando en la literatura, en el texto, en la escritura misma, pero también está pensando en, por ejemplo, las maneras de habitar la Patagonia. Pero todo tiene esa cosa iniciática, algo lúdico, vacío. Pero otras tienen una pregnancia que se sostiene en el tiempo, por ejemplo, tienen que ver con el color, con la droga, con la literatura, cosas muy abiertas.
- Casi aforísticamente…
- Él se ríe un poco del aforismo. Se ríe en el sentido de que el aforismo parece que trata de convencerte de algo, pero desde el grado mínimo de la argumentación y él busca un más allá, como que su fragmentación, su brevedad busca ser un aforismo, pero sin la moraleja.
- ¿Creés que era alguien que corregía mucho?
- Sí. Él seguía trabajando sobre sus textos todo el tiempo. Por ejemplo, en El camino de los hiperbóreos, que es del 68, él lo reescribe en una secuencia de reescritura final que terminó siendo de las 400 páginas de entonces a unas 80 de más tarde. En realidad, lo que él dice es que está haciendo un nuevo libro y cuya materia prima es un libro anterior. Él reescribe, recorta y pega en el sentido más literal y va quedándose con lo que le interesa. Como la razón de aquel libro podían ser apenas quince frases, él las busca y trata de encontrarlas aplicando un método de reducción.
- Esto empezó hace más de diez años, ahora está el libro que llevó lecturas, relecturas, entrevistas y mucho más. ¿Qué pasó con tu forma de leer después de este encuentro con Libertella?
- Cambió. Por muchos motivos y a veces lo pienso también como con cierta analogía de su trayectoria. Primero en esa experiencia de lectura un poco escolar sobre las vanguardias que uno tiene, pero de repente se encuentra un caso que lo interpela específicamente y con el que juega todos los juegos. Uno se sube a ese caballo y, cuando te bajás, lo hacés de otra manera. Algunas veces más rayado, o con más amplitud, o con distintos posibles resultados. Por ejemplo, yo creo que, en algunos casos, ir leyendo a Libertella junto a otras experiencias que se fueron dando en simultáneo y azarosamente, creo que aprendía también el oficio de editor. Aprendí otro oficio, aprendía a leer como editor, lo que no quiere decir que les pase a todos, esto tiene que ver con mi propia trayectoria. Algo que me ayudó mucho a cambiar la mirada también fue la serie de entrevistas que realicé para el libro, que fueron muchas.
- ¿Quién te parece que hoy ocupa ese lugar de experimentación con los juegos del lenguaje? ¿Quién va por el mismo camino de Libertella?
- Hay gente que está experimentando en ese sentido, pero con obras más sociales. Pero corre sus riesgos también al hacerlo. Por tirar dos nombres que a mí me parece que van por ese lado, la mexicana Verónica Gerber Bicecci hace un trabajo muy de ida y vuelta al texto y a la imagen y a las artes como podría haberlo hecho él. De hecho, acaba de sacar un libro que se llama Mudanza donde ella revisita muchos artistas que dieron el paso de la escritura al arte, en un sentido más amplio, a la performance, a la escultura, y algunos de ellos eran referentes de Libertella. Es más, el propio Libertella podría haber sido un capítulo de ese libro tranquilamente. Y en su obra también es de jugar mucho con el texto y la imagen, va por ese lado me parece. Otro podría ser, creo, Pablo Katchadjian con algunas de sus cosas que tienen una impronta muy propia.
Por una literatura diferente. Héctor Libertella: biografía crítica y política editorial es toda una experiencia de lectura en sí misma. Propone ordenar la obra, pero continuamente aparece la biografía de Héctor Libertella y ambos caminos se funden dando forma a un juego ordenado. El contenido, la narrativa y el propio Libertella conforman una fórmula más que interesante. Si es que existe algo así como un canon, Libertella no aparece, como tantos otros, en él. Prado se apura y dice, “Sí, pero Libertella es mencionado como referente de todos aquellos que están en el canon”.
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