Los últimos: visibilizar lo invisible del puerto

Las lanchitas amarillas, parte de la historia y la cultura portuaria de la ciudad, cada vez son menos. Una película que marca el principio del fin de una parte de Mar del Plata.

Los últimos: visibilizar lo invisible del puerto.

6 de Enero de 2024 09:47

Los últimos es una película que busca mostrar la realidad de las reconocidas lanchitas amarillas. Son parte de la identidad y cultura del puerto y de la ciudad de Mar del Plata, pero solo quedan algunas más de diez. Los pescadores lo viven como una tragedia desgarradora.

En realidad, la película se iba a llamar Cinco o seis años, porque esa es la curva que los propios pescadores de las famosas y reconocidas lanchas amarillas del puerto de Mar del Plata estiman que les queda de existencia. Hoy, en la tradicional banquina del puerto local, quedan 14 de aquellas lanchas, pero, como hay dos más vendidas recientemente, son 12 las sobrevivientes.

Finalmente, la película se tituló Los últimos. Retrata los recuerdos, la vida y la mirada hacia el mañana de un grupo de pescadores locales que ven su actividad al borde de la extinción. El film es una producción del Centro de Arte y Ciencia (CEAC) de la UTN Mar del Plata y se estrenó en diciembre del año pasado, pero se espera que en febrero se pueda ver en algún cine o teatro local.

Lanchitas amarillas del puerto. Foto 0223.

Martín Virgili es director del CEAC y ya hacía tiempo que venía trabajando sobre la realidad del puerto y su inserción en lo local. Pero en 2018, según el propio Martín Virgili, toma conciencia sobre la situación de las lanchas y así lo cuenta: “Un día me doy cuenta de que no había lanchas y empiezo a preguntarme ¿qué pasó? Primero pensé que habían salido todas, entonces me quedé a esperar y no volvían. Entonces me doy cuenta de que solo quedaban cerca de 30 lanchas amarillas. Converso con la gente, en ese momento compuse una obra que se llamó San Antonino, una pieza que buscaba concientizar a la gente de Mar del Plata sobre la existencia de un patrimonio material y cultural que estaba siendo amenazado. Por supuesto no pasó nada”.

Es cuando le proponen desde la UTN de Mar del Plata realizar la película. “Ya no iba a ser un proyecto concientizador como el anterior, sino mas bien una carta de despedida a una parte de lo que era Mar del Plata”, agrega.

Los últimos es una película donde los pescadores son los protagonistas. Está pensada para ellos, para que se vean retratados en su imagen y en sus voces. Hay detalles, anécdotas que entenderemos todos, pero hay jergas, giros y determinadas palabras que ellos conectan mucho más rápido que el resto porque son de su propio mundo.

"Los peores finales son aquellos que no sabemos cuándo comienzan", sostiene uno de los protagonistas. Las y los que intervinieron en el proyecto calificaron las entrevistas como desgarradoras (así como es desgarradora también la situación por la que pasan). Un desgarro personal, un desgarro identitario y un desgarro cultural.

“Son desgarradoras en todo sentido. Desde lo fáctico, por ejemplo, ahí me enteré que la banquina la hicieron ellos mismos. Vendían pescado comunitariamente, vendían sobrantes de una entrega de caballa, por ejemplo, para pagar el material y al tipo que la construyó. Por otro lado, desde lo político. Sienten una gran frustración en torno a las respuestas que siempre les dieron (más allá de cuestiones puntuales como permisos y otras problemáticas). Pero también hay algo simbólico, que a mí es lo que más me llama la atención. Por ejemplo, ellos no pueden circular por el mismo puerto. Es desgarrador, no les permiten tener cotidianeidad con el espacio donde han pasado 60 años de sus vidas. Uno de los protagonistas cuenta que Prefectura los interroga cada vez que circulan y ellos les contestan que van a su casa, porque sus lanchas son sus casas. Han pasado mucho más tiempo ahí de su vida que en otro lado. Con eso alimentaron a su familia, hicieron sus hogares, pudieron hacer que sus hijos estudien. El Turi, uno de los que pone voz a la situación, cuenta que tuvo que vender su lancha. Con ella había una relación afectiva, le dio de comer durante 60 años. No hay manera de rescatar esas historias, son muchas, y se va perdiendo”, cuenta.

-La gran pregunta es también qué es de sus vidas cuando dejan eso, más allá de lo económico, que es todo un tema ya, pero ¿qué hacés cuando pasaste 60 años con esa vida y de un día para el otro ya no?

-El personaje principal es taxista, pero también capitán de barco y pescador. Tuvo que vender su lancha. Él es de otra era, es un fósil social. Esta gente no estudió. Vieron a sus viejos y sus abuelos pescar y ellos quisieron seguir el legado familiar. Además, también pienso que cuando una persona está tanto tiempo haciendo la misma tarea ya entra en la órbita del sabio. Esto es en cualquier actividad, y vos, cuando hablás con ellos, te das cuenta. La tienen muy clara: que había soluciones, que es una cuestión de identidad, que los domingos viene gente y les gusta estar cerca de los pescadores. Ese es el gran drama de todo esto. Obvio que la tragedia es que las lanchas no estén, pero también la tragedia es todo lo que viene después, porque vos imaginate lo invisibilizado que está todo esto, la ignorancia que hay al respecto de lo que está pasando.

Los protagonistas aseguran que van a seguir hasta último momento. Al menos esa es la intención de las más de diez lanchas que quedan, resistir. Las circunstancias son muy complejas. Más allá de la cuestión permisos y licencias, también está la autonomía de cada una de ellas. Cada lancha amarilla está obligada a volver dentro de las 24 horas. Poco tiempo en un espacio donde los grandes pesqueros arrasan con todo y los costos son altísimos para poder mantener las lanchas. La situación apremia, no rinde y terminan vendiendo la licencia a barcos más grandes y la propia lancha para su desguace. La tristeza es muy grande. Se pierde patrimonio cultural, experiencias de vida y todo un arte que ha pasado de generación en generación.

Martín enfatiza: “Ellos quieren hablar, quieren contar sus historias. Las buenas y las malas, porque muchos de ellos, la mayoría, estuvo en una situación donde casi pierde la vida. En una de las entrevistas, Carlos Greco cuenta que, en un momento muy peligroso, miró a su tripulación y pensó que ellos nunca se abandonaron. Así dijo: ‘La tripulación nunca se abandonó, porque la gente se abandona’. Ahí paramos la grabación, la charla se metió en otro terreno. Él lo dice muy tranquilo, ‘La gente se abandona’. Y yo pensé enseguida en las lanchas también que fueron abandonadas, que no se supieron o no se quisieron cuidar. En cada cosa que te cuentan hay emoción. Te cuentan que criaron a su familia con la pesca, que ellos ahora son profesionales, abogados, psicólogos, o te cuentan que no estaban cuando nació su hija o que cuando se recibió de abogada él estaba con los pantalones de pesca debajo para seguir trabajando luego de disfrutar de ese momento. La palabra es desgarrador. Vos prestás atención a cómo miran el mar esas personas que pasaron 60 años ahí y no podés entender cómo no se cuidó, cómo no se hace nada para mantener ese legado de la pesca artesanal”.

La película hace honor a su título: Los últimos. Cómo el impacto de la pesca industrial y la falta de protección sobre los pescadores artesanales afecta el patrimonio cultural e identitario. El film busca hacer reflexionar sobre el valor de las actividades ancestrales y los modos de resistencia.

Los últimos no tiene un carácter de denuncia del tipo: “no hicieron nada contra esto”. Más bien busca algo como: “Miren lo que era esta cultura”. El puerto desde otra mirada. Visibilizar lo invisible.