Pepe García, de empleado de YPF a ser el primer titiritero de Mar del Plata
Nació en Tucumán y a los 25 años se radicó en Mar del Plata. Comenzó a trabajar como administrativo en la YPF del puerto de la ciudad y renunció para dedicarse de lleno al arte. Este lunes se cumplen cinco años de su muerte. El recuerdo de sus hijos y alumnos.
"Gallego, Boquense y peronista", así se definía José Pepe García, el primer titiritero de Mar del Plata que, con generosidad, alegría y humildad supo ganarse un lugar en el ambiente cultural marplatense. Nombrado Vecino Destacado de la ciudad, decidió abandonar su trabajo como administrativo y se abocó hasta sus últimos días al titireterismo, disciplina que transmitió a sus hijos y nietos. Este lunes se cumplen cinco años de su partida.
De la administración a los títeres sin escala
La historia de Pepe García como titiritero se remonta a la década del ‘60. Fue en 1966 que José decidió abandonar su trabajo como empleado administrativo en la YPF del puerto y abocarse de lleno al teatrillo. En diálogo con 0223 su hijo Pablo recordó que sus padres se conocieron en la escuela de periodismo y, cuando se casaron su suegro lo ayudó a entrar a la petrolera estatal, pero “s personalidad no tenía nada que ver con la vida de un oficinista”, dice el hombre que, en ese momento tenía cinco años.
Los días de Pepe en YPF transcurrían entre tareas administrativas y caricaturas que realizaba de sus compañeros de trabajo. Fue por esa época que creó una revista y se le ocurrió hacer títeres y formó el grupo “Los cuatro Gatos”, que aún está vigente.
En el documental del realizador Julio Lascano llamado “Pepe García, el titiritero”, el recordado artista explica que en la petrolera estatal estuvo durante once años hasta que un día dijo "esto no es para mi" y renunció. “Lo que necesitaba era llegar a lo esencial y decidí hacerme titiritero. Era imposible continuar en YPF: era el peor de todos los que trabajábamos ahí", recordaba.
Después de renunciar, Pepe comenzó a trabajar como payaso y titiritero en Sacoa. Para sus hijos Pablo y Cristina fue el comienzo de un camino de ida: “sabíamos que papá trabajaba con juguetes y para nosotros estaba buenísimo”, dice Pablo. Con los ingresos que generaba su presencia en la tradicional casa de fichines, Pepe pudo mantener a la familia, pero en simultáneo realizaba animación de eventos particulares, entonces cada vez que surgía alguna superposición de fechas, eran sus hijos quienes lo reemplazaban en el teatrillo.
“Tendríamos 10 años con mi hermana. Nos conocíamos algunas de las historias que contaba papá y un día papá tenía que ir a un cumpleaños y me dijo que vaya y lo reemplacé. Ese fue mi debut profesional. Después seguimos con mi hermana. Ella aparte de ser titiritera estudió Ingeniería Química”, cuenta Pablo
De su infancia, Pablo recuerda además que eran épocas en las que toda actividad se realizaba a pie. “Con papá íbamos a todos lados caminando, no tomábamos colectivos. En esas caminatas él nos recomendaba libros, películas y a mi me incentivaba a buscar otros títulos y comentarle que también había leído equis libro”, recuerda.
Los títeres, un reflejo de su mundo
Cristina García recuerda a su papá como “un contador de historias” que trabajaba de una forma muy individual, con cuentos que podía desarrollar un solo titiritero.
Pepe dialogaba con sus títeres, tenía una habitación llena de ejemplares de boca y de guante y, cada tanto, los rotaba para crear nuevas historias o desempolvar alguna que había dejado descansar.
“Un titiritero quiere a sus muñecos y los cuida. Un buen títere no tiene precio porque sirven para que los chicos se entusiasmen”, decía Pepe, que con cada muñeco se reinventaba. ”Hay momentos en los que el muñeco llega justo”, aseguraba.
Pablo explica que los títeres tienen que generar una conexión directa con el público. Consciente de eso, su padre que se definía como una persona con tendencia a “postergar” el trabajo manual siempre renovaba su stock, aunque eligió en el último tiempo comprarle los títeres a otros titiriteros.
Atento a todo lo que ocurría a su alrededor, Pepe ponía al servicio de las causas que consideraba justas sus títeres. Así, fue parte de las grillas de programación de “Arte por la identidad”, funciones gratuitas en escuelas y participaba del colectivo por la No violencia. “Papá era consciente de quién era, pero era humilde”, asegura Pablo.
Sol Lavitola es marionetista e integra el Colectivo EPA y junto a Lucía Manzo es parte de Marionetas Anima. Su primer acercamiento al mundo del títere fue en la feria de Diagonal Pueyrredon. Una tarde, Pepe pasó por el tradicional paseo de artesanos y le preguntó si le gustaban los títeres. Sin dudarlo, Sol dijo que sí y Pepe la invitó a un taller de títeres que brindaba en la sala b del Centro Cultural Osvaldo Soriano.
“Ese fue mi primer acercamiento al mundo del títere”, dice la joven del otro lado del teléfono. Una vez en el taller de Pepe, Sol se encontró con un mundo que la atrapó. No solo aprendían a hacer títeres. En el taller además el histórico titiritero les daba nociones de actuación y trabajo de la voz para diferenciar cada personaje y “no se guardaba nada”, recuerda.
Para Sol, Pepe fue su mentor y lo recuerda como “una persona extraordinaria” que siempre estaba de buen humor y generosa. “Él proponía jugar, improvisar. Era muy humilde y muy afectuoso”, recuerda
"No sé que me duele, algo me duele", decía simpático Pepe y dando cuenta de los "achaques" que le generaban sus 86 años. A proncipios de noviembre de 2019 lo internaron por una insuficiencia renal y, el 11 del mismo mes, su familia comunicaba el deceso del primer titiritero de Mar del Plata.
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