¿Conocés el segundo monumento a los lobos que tiene Mar del Plata?
Mar del Plata cuenta con dos monumentos que tiene como protagonistas a los lobos marinos. El primero es el ubicado en la Rambla, el segundo está en el barrio Playa de los lobos. Realizado por el artista Enrique Azcárate, le impone una impronta identitaria al barrio desde la década del 90.
El destacado escultor Enrique Azcárate se afincó en Mar del Plata en año 1986. Lo que hoy se conoce como barrio Playa de los lobos, en ese entonces era apenas algunas casas dispersas, pero ya la voluntad de los vecinos por rescatar su identidad propia se dejaba ver.
En ese momento, el artista solo iba de vacaciones con sus hijos durante todo el verano. Ahí conoce a Héctor Ormilugue, con quien formó la sociedad de Fomento del barrio, y juntos comenzaron a trabajar por darle una impronta propia a ese sector.
Azcárate decidió entonces donar un monumento que fuera representativo para los vecinos y vecinas del lugar. “Él quería que el monumento dijera lo que era el barrio, entonces pensó desde el principio en dos lobos, entrelazados, hermanados”, recuerda su hija Mercedes, quien vive ahora en la misma casa que construyó su padre desde hace 18 años.
Aquello que empezó a tomar forma en la década del 80 tuvo que esperar hasta los 90 para que sea realidad. Mientras tanto, se iba solicitando ayuda y permisos al municipio para poder emplazar la obra. Azcárate, por su lado, comenzó con los primeros bocetos y croquis de la obra, para los que tomaba como modelo a su perra Malena, quien, según él, “se parecía a un lobo marino, cuerpo grande y cabeza chiquita”.
En la obra trabajó toda la familia. En el taller de Adrogué de Enrique, sus hijos preparaban mezcla de cemento con granito reconstituido para darle forma a ese modelo que previamente se había hecho de arcilla.
Una vez finalizado, el monumento se trasladó a Mar del Plata en camión, dividido en dos partes: los cuerpos de los lobos por un lado y las cabezas por el otro. Desde la sociedad de Fomento se contrató una grúa y, finalmente, se emplazó en el barrio. Era el 2 de abril de 1994
- ¿Qué pasó ese día de la inauguración?
- Fue re loco porque yo tenía 18 años, era chica, y no me acordaba mucho, pero el otro día, al ver el video, me volvieron un montón de cosas. Por ejemplo, mi mamá, que también es artística plástica, escultora, con los chicos chiquitos del barrio hicieron cuadros que tuvieran que ver con la ecología, porque el título de la obra es: “Monumento a la preservación de la naturaleza”. Entonces, hicieron un mural que era hecho en papel escenografía, todo con cortezas de árbol y después cada uno hizo un cuadro de lo que generaba la ecología. Te juro que estaba todo el barrio, no eran la cantidad que vive hoy en el barrio, pero éramos todos conocidos y muchos más de los que yo recordaba. El monumento estaba tapado con una tela y todo fue una ceremonia muy linda, muy significativa para el barrio.
Este año se cumplieron 30 años de la presentación del monumento. A lo largo de este tiempo, todo el barrio se apropió de él y de la impronta que imprimió a su identidad. De hecho, la obra funciona como indicador del mismo barrio, por ejemplo: “El colectivo ya sabe dónde parar o el mismo sirve como indicador de algún punto dentro del mismo barrio: ‘Del monumento de Los Lobos, dos cuadras hacia adentro’”.
La escultura pesa dos toneladas y fue hecha en tiempo récord, ya que se quería inaugurar en Semana Santa de 1994 y el autor la comenzó en diciembre del año anterior. Fue armado en el lugar donde se emplazó y se pegó con cemento que contenía ferrite para que le de ese aspecto rojizo. La grúa movió con cuidado cada pieza hasta que pudo armarse y pegarse antes de su inauguración.
Finalmente, el barrio Playa de los lobos cuenta con su monumento y con algo que les permite reconocerse y apropiarse del lugar donde habitan. Como dice la propia Mercedes, “La última restauración que le hizo mi papa fue en 2018 (falleció en el 2020), con 84 años. Entonces ahora, con mi compañero decidimos y nos pusimos a restaurarlo de nuevo. Fue re loco, pasaban los vecinos, que no nos conocen porque el barrio ha crecido un montón, y todos nos agradecían por lo que hacíamos, agradecían que alguien se ocupara de esa escultura que es la que señala el lugar”.
El monumento que se pensó señero del barrio hoy cumple su función. Pero también permite que los vecinos, los de ayer y los nuevos, se sientan parte de una comunidad. Como enfatiza Mercedes, para su papá “lo más importante era que eso provocara una unidad, una comunidad. Entonces, que todos estuviéramos unidos trabajando para que eso siga creciendo para él sería buenísimo. Y en eso estamos”.
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