Inareps y la pertenencia de sus trabajadores

Cerenil fue hijo de la necesidad y de la solidaridad de la gente. Inareps, como se lo conoció después de 1976, mantuvo el mismo compromiso. La fuerza de los trabajadores impidió que el instituto desapareciera porque el gobierno de turno lo creía ineficiente.

Inareps y su historia.

28 de Julio de 2024 14:20

Si decíamos en una nota previa que para Cerenil lo más importante fue la solidaridad de la gente, para Inareps podríamos decir que fue el sentido de pertenencia de los profesionales que ahí trabajan desde los 70.

Recordemos que Cerenil fue construido en la década del 50 por idea y empuje del doctor Juan Tesone con la intención de rehabilitar a los chicos y chicas que habían contraído el virus de la polio. Funcionó bajo este nombre hasta la década del 70 y, a partir de ahí comienza una segunda historia para la institución.

En 1976, Cerenil entra en una gran crisis económica y, sorpresivamente, ya en contexto del gobierno de la dictadura cívico militar, se decide su paso a la órbita nacional. Es en ese momento también que se decide su cambio de nombre: pasa a llamarse Instituto de Rehabilitación del Sur, para luego en los 80 denominarse definitivamente, Instituto de Rehabilitación Psicofísica del Sur, Inareps. 

Así luce el gimnasio en la actualidad.

Con la llegada a la presidencia de Carlos Menem, en la década del 90, y en un contexto de fuerte crisis del Estado y fuerte crisis económica, comienza a cobrar fuerza la idea de achicar el Estado y buscar que los recursos públicos fueran más eficientes. Esto, como siempre, impacta de lleno en el área de la salud, que era uno de los principales servicios de atención pública.

Bajo esa atmósfera, lo que se plantea es que el estado nacional se desprenda de los servicios que brinda y que, mínimamente, pasen a ser parte de las jurisdicciones provinciales. Es decir, se proyecta un fuerte proceso de descentralización. Por supuesto, dicho proceso no viene acompañado con una transferencia muy adecuada de los recursos necesarios y cada provincia deberá hacerse cargo de esas instituciones, generando, por otro lado, una fuerte desigualdad entre cada una de ellas, ya que no se pueden comparar los recursos de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, con cualquier otra del interior.

“Lógicamente el Inareps pasa a ser parte del listado de las instituciones que debían pasar a las provincias. Pero sus trabajadores se enteran de casualidad de esto cuando son entrevistados por autoridades provinciales para ver la situación del instituto. Muchos de ellos aún son trabajadores del lugar. Ellos tomaban este hecho como una amenaza, porque veían que el siguiente paso era quedarse sin empleo o que su sueldo se degradaba. Para ellos no era solo pasar a provincia, sino el primer paso para luego desaparecer como institución. Además, estaba la idea de que Inareps ya no formara parte, como instituto de rehabilitación de lo que era un referente en esa época junto con la de Buenos Aires, sino que formara parte de una multiplicidad de atenciones. Entonces, su propia profesión como médicos de rehabilitación psicofísica se veía amenazada”, cuenta Juan Pablo Ubici, quien investiga sobre el campo de la historia de la salud y la enfermedad, centrada sobre todo en el rol del Estado en la provisión de servicios públicos de salud. Y agrega, “Fueron diez años. La idea de la transferencia comenzó en 1992 y recién en el 2012, cuando Duhalde asume la presidencia, se deja de lado esta idea de que Inareps pase a formar parte de la provincia. Es paradójico, porque él siendo presidente lo quita, pero él estuvo durante la gobernación en esa década menemista y él desde las provincias, si bien con matices, llevó adelante una fuerte reforma y achicamiento del Estado en el contexto provincial”.

Inareps en toda su extensión.

- ¿Cómo fueron esos diez años?

- Lo que uno observa es en los diez años una fuerte alianza entre las trabajadoras. Digo así porque la mayoría del sector rehabilitación eran mujeres. Hoy en día está un poco más matizado, pero en esa época eran todas mujeres. Digo, una fuerte alianza entre las trabajadoras, las autoridades y el sindicalismo, que tuvo una participación muy fuerte. También con el propio director, en ese momento era el doctor José Orozco, que debía cumplir con la doble función de ser el nexo con las autoridades gubernamentales y representar a la institución y sus trabajadores. Todos ellos, en conjunto, lograron visibilizar la problemática de la escasez de recursos y de la imprevisibilidad de la conducción. Juntos salían a cortar la ruta, parcial o totalmente (Recordemos que el Inareps está en un lugar estratégico de ingreso a la ciudad por la Ruta 88), a repartir volantes, a hacer manifestaciones en la municipalidad.

El reclamo contó con el apoyo, también, de pacientes y de sus familiares. Inmediatamente se armó una red de actores muy amplia que salía a las calles con el reclamo. Muchas voces criticaban sus posturas por salir con los pacientes, pero era la forma con la que podían mostrar el rol social que ocupaban, además de contar con su aprobación y la de sus familiares.

La tesis del licenciado y Magister en Historia Juan Pablo Ubici se titula La salud pública en contexto de reforma. El caso del INAREPS (1992-2002). En ella sostiene que la visibilización que lograron en ese momento resignificó la institución. “Eso ayudó a resignificar a la institución, porque, hasta ese momento, todo el mundo se quedó con la idea de que el Inareps era el centro de atención para la poliomielitis de la década del 50. De hecho, mucha gente al día de hoy no le dice Inareps, sino Cerenil o ex Cerenil y eso dice mucho. Entonces, en los 90 lograron bastante visibilizar a qué se dedicaba la institución y ellos sienten que tuvieron un fuerte apoyo de la comunidad, tanto como del municipio (en ese momento creo que gobernaba Aprile) y hasta los acompañaron cuando fueron a Buenos Aires a reclamar”, argumenta.

Pileta de Inareps.

-Mientras tanto, y a lo largo de esos diez años, el instituto seguía funcionando y rehabilitando…

- Claro, fueron diez años de tener partidas presupuestarias extraordinarias. Sobraba plata de algún lado y se la daban para lo que hiciera falta. Si bien la reforma del Estado fue planificada, también hubo una improvisación muy fuerte y ellos eran la coyuntura de todo. “Tengo esa partida extra, arréglate con eso hasta el año que viene y cuando pueda te doy otro poco”, así fue todo. Fue una estrategia de desgaste, que es lo que pasa siempre, y una improvisación e imprevisibilidad muy fuerte que, cuando llega el gobierno de la Alianza en el 99, se acentúa porque, según cuentan, por lo menos durante los 90 sufrieron de todo, pero tenían interlocutores, sabían con quién hablar, pero en el 99 era un vacío de poder impresionante y no sabían con quién hablar, no sabían qué hacer. Ahí creció mucho el reclamo al que se sumaron otros sectores como jubilados, piqueteros, y terminó como sabemos con el 2001.

Pero, a pesar de los 90 y de la crisis del 2001, Inareps siguió con su trabajo y haciéndolo de la mejor forma. De hecho, nunca perdió ese lugar de privilegio entre los institutos de Latinoamérica. Luego de la crisis del 2001, muchos de ellos sostienen que la situación para el instituto mejoró de a poco. Mejoró la situación presupuestaria y mejoraron los sueldos. Además, desde el 2002 quedó en forma definitiva bajo la órbita nacional. Inareps quedó como el único instituto de rehabilitación a nivel nacional de referencia y mucho de sus trabajadores hacen cursos de capacitación a lo largo y ancho del país. Ubici sostiene que: “Aquel reclamo fue un punto bisagra en su resistencia. Ellos dicen que la salud sigue siendo un área de escasez presupuestaria, pero que desde el 2002 en adelante no se volvió con la idea de salirse de Nación. Ni siquiera fue discutido en el gobierno de Macri y, hasta ahora, no se ha hecho. Quizás no se han dado cuenta o, por ahí, ya no es un área de discusión”.

Solo tuvo un cambio de nombre, el compromiso fue el mismo.

- ¿Qué sensación te quedó luego del diálogo con los trabajadores?

- Sentí una pertenencia absoluta a la institución y una identificación con la salud pública. Si te lo quisiera resumir en una palabra sería guerreros, más que médicos. Porque la realidad es que han luchado durante años para preservar la institución, para brindar la mayor calidad posible de salud. Han tenido esta doble faceta de ser médicos y defensores de la institución, de ir a tocar puertas a donde se te ocurra, en Mar del Plata y en Buenos Aires, con sus propios recursos, por lo que su sentido de pertenencia es muy fuerte. Tanto cuando eran jóvenes médicos y ahora, cuando muchos ya están por jubilarse, pero siguen reclamando por muchas cuestiones que a ellos les faltan como institución. Alcanza con ir y ver las dificultades en infraestructura que tienen y en la falta de equipamiento. Eso es una constante, una continuidad lamentable en el sector de salud.

Hoy el Inareps no solo es un instituto de rehabilitación, sino que es un instituto señero y un hospital escuela. Hoy sería imposible levantar una institución como esa. De hecho, vale recordar que fue construido y sostenido mucho tiempo por una Ong. Pero, más allá de esto, sería imposible obtener los recursos necesarios para construirlo. Ingresar al Inareps es un viaje en el tiempo. Sus espacios, sus azulejos, sus puertas, sus baños, sus baldosas, su pileta, si bien han tenido remodelaciones y ampliaciones, el edificio sigue guardando, no solo sus orígenes, sino también su mismo compromiso con el paciente que llega, con el que se va de alta, con sus profesionales y, sobre todo, con su comunidad.