Un año después del bombardeo de 1955: La Marina simuló una invasión de guerra en Mar del Plata

Mar del Plata, 1956. Un año después del golpe militar y el consecuente bombardeo al puerto de la ciudad, el Ministerio de Marina organizó un simulacro de guerra sin precedentes en la "Perla del Atlántico". Las fuerzas navales combinadas, incluyendo Infantería de Marina y Buzos Tácticos, llevaron a cabo un asalto anfibio a gran escala en las costas y el puerto local, considerado un enclave estratégico vital para la defensa nacional y el dominio de las rutas marítimas hacia la Patagonia.

De acuerdo con la Marina de Guerra, Mar del Plata era un punto estratégico que dominaba las rutas marítimas hacia la Patagonia.

11 de Octubre de 2025 20:07

En 1956, casi un año después del bombardeo a la ciudad de Mar del Plata, ocurrido en septiembre de 1955 como parte del operativo para derrocar al gobierno democrático de Juan Domingo Perón, el Ministerio de Marina realizó en las costas locales un simulacro de ataque naval.

Inexplicablemente, y bajo la hipótesis de la importancia que acarreaba la ciudad de Mar del Plata, y sobre todo su puerto, en un potencial conflicto armado, el Ministerio de Marina llevó a cabo un simulacro de recuperación de la localidad ante un supuesto enemigo.

Mar del Plata era una ciudad pujante, de silueta inconfundible, que había forjado su fisonomía entre paseos apacibles y balnearios. Sin embargo, en un giro dramático, esa quietud fue perturbada por un ejercicio de ataque, en el que intervinieron fuerzas navales combinadas, que el Ministerio de Marina organizó y llevó adelante.

Buques de la Marina fondeando frente al puerto local después del simulacro.

El puerto, un objetivo estratégico vital

Según los argumentos brindados, Mar del Plata no era considerada solo un destino turístico. De acuerdo con la Marina de Guerra, era un punto estratégico por excelencia, una llave que dominaba las rutas marítimas hacia la Patagonia y sus vastos recursos. Su puerto albergaba, además, una base submarina de importancia crítica. En un potencial escenario de conflicto, la posesión, o aniquilación, de este centro significaba el control de un enclave fundamental para las operaciones de escolta de convoyes y la defensa nacional.

Estas circunstancias movieron a las autoridades de la Marina de Guerra, por lo que decidieron realizar un ejercicio de ataque a gran escala, el primero de su tipo en la zona, involucrando fuerzas navales combinadas para poner a prueba la capacidad de respuesta.

La planificación del asalto anfibio

Desde el Alto Comando Naval Atacante, la operación se estudió con minuciosidad. En un gabinete de guerra, sobre maquetas detalladas y fotografías de la zona, se analizaban los pormenores: los puntos vulnerables de la costa para el abordaje de vehículos anfibios y los lugares precisos para el desembarco de la Infantería de Marina.

Mientras tanto, en Puerto Belgrano, la intensidad se elevaba. Allí se perfeccionaba la preparación de los hombres designados para dicha empresa:

  • Los Infantes de Marina: El cuerpo de choque. Eran la vanguardia, el verdadero cuerpo de choque en la captura de puertos y playas. Su instrucción se basaba en la acción rápida, decidida y la superación de obstáculos con alto espíritu combativo.
  • Los Buzos Tácticos: El factor sorpresa. La fuerza atacante contaba con los buzos tácticos, aquellos "hombres ranas" que la última Guerra Mundial había convertido en figuras legendarias. Perfectamente seleccionados y entrenados en fases complejas y riesgosas, su misión era la acción furtiva y por sorpresa.

El simulacro

La flota atacante navegaba hacia su objetivo. En el puente de la nave capitana, el comandante y jefe de la Flota de Mar, almirante Ibarbore, junto al jefe de Estado Mayor, observaban el perfil de la ciudad. A bordo, según el propio relato institucional de la Marina, la nave funcionaba como una ciudad flotante: su tripulación se dedicaba a conservar el equipamiento en estado impecable, en un entorno que combinaba el confort doméstico con la presencia imponente de los cañones, todo en medio de la vastedad del mar.

De pronto, la calma se rompió. Los vigías avistaron incursores aéreos.

"Este es el primer contacto que se tiene con los defensores de la base de Mar del Plata", se escucha en el material de archivo.

La alarma antiaérea sonó estridente. Las dotaciones de ametralladoras corrieron a sus puestos, iniciando un duelo incesante entre buques y aviones. La simulación era implacable: la acción aérea "enemiga" provocó un incendio a bordo de un crucero. La sincronización de hombres y equipos era la única garantía para salvar la nave. Pero aparecieron más contratiempos: un herido era asistido por el equipo de camilleros mientras la fuerza era sorprendida de nuevo. Se avistó un submarino; entonces, tanto aviones de exploración como torpederos trabajaron frenéticamente para darle caza. No obstante, el ataque submarino había hecho blanco, dejando un crucero con averías que requería ser remolcado, una riesgosa labor en el mar, donde la audacia humana se enfrentaba a las fuerzas de la naturaleza.

Superados los inconvenientes, los efectivos de la fuerza atacante se situaron frente a las costas de Mar del Plata. El momento de la verdad había llegado. La artillería rompió el silencio, iniciando con su fuego el "ablandamiento" de las defensas costeras, como antesala del desembarco de la Infantería de Marina.

El toque de combate vibró con alerta en cada rincón. En la Central de Tiro, el cerebro de la artillería, mentes y máquinas se fusionaban para apuntar y dar en el blanco. Hubo un breve alto para reponer fuerzas, mientras en la Central de Informaciones de Combate se mantenía la precisión milimétrica de las supuestas posiciones "enemigas".

Imágenes que dejó el bombardeo de 1955 al puerto local.

Tras el fuego incesante que abatió las defensas, todo estaba listo. Un helicóptero trasladó a tierra las primeras avanzadas. Los buzos tácticos, transportados por un submarino, incursionaron en el puerto y las playas para barrer defensas y sembrar la confusión.

En varios puntos de la costa se desataron desembarcos simultáneos. El asalto a Punta Mogotes se inició con éxito. Un torpedero, sin apoyo terrestre, atracó en las escolleras portuarias para dejar a su dotación. El tableteo de ametralladoras, las cortinas de humo y los incendios se sucedían sin cesar, configurando un cuadro dramático, pero necesario.

Las fuerzas atacantes eliminaron las últimas defensas, irrumpiendo con rapidez y energía. El objetivo, tal como se había planificado, había sido "destruido".

La incursión, fulminante, duró cuatro horas. En ese tiempo, se había aniquilado toda posibilidad de futuras operaciones desde ese centro. La retirada fue rápida, enfrentando el ya escaso fuego "enemigo" y las olas que avanzaban sobre la playa. El Comandante de Operaciones Navales, almirante Brunet, contempló satisfecho la labor cumplida mientras las últimas tropas y vehículos volvían a las rampas de su nave.

Con estos ejercicios, culminaron las actividades del año naval. Todo bajo la atenta mirada del Ministro de Marina, almirante Aníbal Olivieri, quien presenció el operativo junto a otras altas autoridades nacionales, incluida su colega de Aeronáutica.