Un caso que estremeció al país: una mujer envenenó durante tres años a su marido, un hombre violento que, además, ofrecía gatos como comida a sus amigos

En 1972, Mar del Plata fue sacudida por un caso que mezcló veneno, violencia doméstica y secretos familiares. Blanca Escrimini fue condenada a 16 años de prisión por intentar asesinar a su esposo, Víctor Flacché, suministrándole raticida durante tres años. Él, alcohólico, agresivo y con hábitos inquietantes, como invitar a sus amigos a comer gatos, murió sin saber que había sido envenenado por la mujer con la que compartió su vida.

El caso quedó grabado en la memoria colectiva como uno de los más oscuros de la década.

28 de Septiembre de 2025 11:59

Mar del Plata, verano de 1972. De pronto, un caso estremeció la rutina de la ciudad, se coló en cada sobremesa y en cada conversación de café. Blanca Escrimini, una mujer de rostro sereno y voz pausada, fue acusada de intentar asesinar a su esposo, Víctor Flacche, suministrándole raticida en pequeñas dosis durante tres años.

Blanca y Víctor se conocieron en una tienda céntrica cuando ella tenía apenas 15 años. A él, con casi 20, lo describían como atlético y carismático, un joven deportista que ostentaba el récord nacional de ciclismo por haber pedaleado 72 horas sin pausa. Se casaron jóvenes, con sueños de familia y progreso. Víctor abrió un corralón de materiales sobre la Avenida Libertad y Blanca, mientras tanto, criaba a sus hijos y mantenía el hogar.

Pero la armonía se quebró. Según testigos, Víctor comenzó a beber en exceso y se volvió violento. Los relatos hablan de celos enfermizos, insultos, golpes con cadenas y amenazas que se escondían tras puertas cerradas. Blanca nunca denunció. En esa época, los abusos eran secretos familiares que se silenciaban con vergüenza.

En 1968, Víctor comenzó a enfermarse. Dolores intestinales, rigidez muscular, visión borrosa, dificultad para hablar… su médico, Héctor Delfino, diagnosticó polineuritis alcohólica. Pero los tratamientos no surtían efecto y Víctor empeoraba cada vez que volvía a casa.

Su hermano, Héctor Flacche, preocupado por el deterioro, lo llevó a Buenos Aires para estudios con el prestigioso neurocirujano Raúl Matera. Luego, lo acompañó a Villa Carlos Paz para ver al sanador Jaime Press, conocido como "Mano Mística", pero nada funcionaba. La incertidumbre y la preocupación aumentaban.

Después del récord en bicicleta, todos conocieron a Víctor por “El Loco Flacche”. (Imagen de la revista Causa y Delito).

Sospechas, secretos y una carta reveladora

Héctor comenzó a observar que la salud de Víctor se agravaba cuando regresaba a su casa, conviviendo con Blanca. Entonces, sospechó que ella no le daba los medicamentos. También sospechó de una posible infidelidad.

Fue en diciembre de 1971 cuando convenció a Blanca de mudarse con toda la familia a la casa paterna de los Flacche. Y fue allí, en un descuido, donde Héctor revisó la cartera de su cuñada. Encontró un pomo de Zelio, un raticida a base de Talio, y una carta dirigida a la madre de Blanca. En ella, la mujer escribía: “La única esperanza que me queda es que reviente pronto”. También mencionaba el nombre de un hombre con quien deseaba comenzar una nueva vida.

En la casa de Víctor, Héctor halló una libreta con anotaciones precisas: las dosis de veneno que Blanca le había administrado, diluidas en café con leche, sopas y té. Según sus cálculos, Víctor debió haber muerto el 29 de diciembre.

Un hombre al que llamaban “El loco”

La revista Causa y Delito reproduce uno de los testimonios más crudos y espeluznantes sobre Víctor Flacche: “Después de instruirse el sumario en el Destacamento 9 de Mar del Plata, apareció en escena una mujer, Martha Labal de Villarreal y su hija, Della Villarreal, para aportar un testimonio concreto que pinta con pasión la personalidad de Víctor Flacche, de quien son parientes. Fueron terminantes: ‘Está paralítico desde hace diez años, con problemas de la cintura para abajo. Con Blanca nunca constituyeron un matrimonio feliz, porque desde que eran novios ya andaban mal. Después del récord en bicicleta, todos conocieron a Víctor por “El Loco Flacche”. Borracho les pegaba a los hijos, que eran muy chicos. Fíjese que cuando Blanca estaba embarazada de siete meses del segundo de los chicos, un día la metió en un pozo y casi la entierra. Le dijo que era solo para medir la profundidad; yo le confirmo lo de los gatos. Agarraba a los gatos de la zona, los guardaba y después se los comía. Se cansó de invitar amigos para comer… Creo que algunos lo dejaron precisamente al verlo hacer esas cosas´”.

Revista Causa y Delito con la cobertura del caso.

La confesión y el juicio

Blanca confesó ante la familia y admitió haber envenenado a su esposo durante tres años con Zelio, un compuesto que ataca el sistema nervioso, el aparato digestivo y la piel. Héctor la denunció en la comisaría de Playa Grande. Dos días después, Blanca fue detenida por tentativa de homicidio.

Ante la justicia, sin embargo, lo negó todo. Alegó que era víctima de calumnias por parte de su cuñado y otros familiares. Mientras se esperaban los resultados de los análisis clínicos, que más adelante confirmarían la presencia de Talio en el cuerpo de Víctor.

“Desde Mar del Plata, Blanca Escrimini ha rectificado su primera confesión. Ahora sostiene que es víctima de una conspiración urdida por su cuñado y algunos familiares de su esposo, quienes, según ella, buscan perjudicarla. Repite una y otra vez: 'Quiero ver a mi esposo'. Mientras las especulaciones sobre el verdadero culpable continúan, se espera la aparición de un documento clave: el informe médico. Se trata de una pericia minuciosa, elaborada por profesionales de renombre, que podría definir el rumbo del caso. El clima de espera, cada vez más tenso y cargado de dramatismo, comienza a disiparse gracias a una reacción inesperada: la leve pero esperanzadora mejoría de un hombre que, hasta hace poco, parecía estar regresando de la muerte”, informaba la revista Causa y Delito por esos días.

Mientras tanto, Víctor, debilitado y lúcido por momentos, pedía ver a su esposa. Nunca supo que ella lo había estado envenenando. Su familia decidió ocultarle la verdad para evitar un shock que pudiera empeorar su estado. Los medios nacionales acampaban frente a la casa buscando declaraciones y reconstruyendo versiones. Algunos hablaban de los celos y el alcoholismo de Víctor, otros, de las supuestas infidelidades de Blanca.

Finalmente, en 1975, Víctor murió en un hospital de La Plata. El veneno había hecho su trabajo.

Blanca Escrimini fue condenada a 16 años de prisión por tentativa de homicidio calificado. Fue trasladada a la Unidad Penal N° 6 de Dolores. En la cárcel, se convirtió en una interna ejemplar. Lo único que lamentaba era no poder ver a sus hijos.

Después de cumplir su condena, Blanca desapareció en el anonimato y en el silencio. Pero el caso quedó grabado en la memoria colectiva como uno de los más oscuros de la década.