Puig Major: el boliche icónico de Los Acantilados y la fascinante historia de su origen como hotel de lujo

Enclavado en los agrestes Acantilados de Mar del Plata, el mítico Puig Major es el símbolo de dos épocas de oro. Inaugurado en los años '50 como un lujoso hotel cinco estrellas para la élite nacional, con 35 habitaciones y piscina frente al mar, este castillo de piedra se transformó, en 1982, en la discoteca más exclusiva y lejana de los '80. Un recorrido por las ruinas de la "fortaleza" que albergó a Charly García y Sumo, y cuyo lema, "Lejos, lo mejor", define su inolvidable legado.

Esperar el amanecer en la piscina de Puig Major.

18 de Octubre de 2025 09:41

Aquel lugar marcó una época. Décadas después, el nombre de un boliche resuena con fuerza en la memoria colectiva de Mar del Plata: Puig Major. Su ubicación, tan alejada del pulso urbano y de la reconocida Avenida Constitución, apodada la "Avenida del Ruido", lo convirtió en un enigma para muchos y en un destino obligado para otros. Desde la zona agreste de Los Acantilados, Puig Major proyectaba su influencia sobre toda Mar del Plata.

“El castillo”, así se lo conoció. Una casa con una silueta similar a una antigua fortaleza europea, construido piedra sobre piedra, con torres incluidas, que hoy resiste el paso del tiempo. Sus restos permiten comprender por qué la construcción atraía y parecía tan exótica allá por los años ochenta. Fue el centro de las fiestas y hoy es el epicentro de muchos recuerdos.

Una fortaleza con dos vidas

La gran puerta de madera, vestigio de una elegancia pasada, enmarca la fachada. ¿Era esta la entrada donde se congregaban los jóvenes a principios de los '80? Algunas fotos de la época lo confirman: una enorme puerta doble, enmarcada por piedras, que daba acceso al hall principal del boliche.

El Castillo visto desde el aire.

Según los registros históricos, este "castillo" nació con otra función. En la década del '50, por ejemplo, funcionó aquí un lujoso hotel cinco estrellas. Fue un pionero en darle vida a la zona sur, que por entonces solo era una sombra del microcentro marplatense, e incluso del propio puerto local. Este gigante de la hotelería contaba con 35 habitaciones, una piscina con vistas al océano y una serie de servicios inusuales para la época. Según las crónicas, sus pasillos vieron desfilar a destacadas figuras nacionales: políticos, empresarios y equipos de fútbol. Tenía incluso una granja, un tambo y la rareza de ser la única edificación de la zona con cabina telefónica.

La explosión de la noche marplatense

El cambio de década trajo consigo una metamorfosis. Mientras la calle Alem iniciaba su mutación hacia polo nocturno y Sobremonte se consolidaba en Constitución, el sur también reclamó su lugar. Así, en la efervescencia de los años '80, este hotel de lujo se convirtió en Puig Major, inaugurado el 19 de diciembre de 1982.

La llegada de una discoteca al tranquilo barrio no fue bien recibida por los vecinos. El contraste entre la paz de Los Acantilados y el bullicio nocturno era, al principio, estridente. Sin embargo, el paso del tiempo hizo que las cosas cambiaran. El boliche se ganó un lugar de culto gracias a una fórmula infalible: la mejor música y el lema: "Lejos lo mejor", haciendo gala de su distancia con el centro y de su calidad.

La entrada de Puig Major y un coche símbolo de la década del 80.

Contaba con un escenario de lujo. Así, el salón principal vibró con la presencia de las figuras más importantes del rock nacional y latinoamericano. Por su escenario pasaron gigantes como Charly García, Piero, Los Abuelos de la Nada, Miguel Mateos y Los Enanitos Verdes, quienes se apropiaron de su historia. Incluso, se cuenta que alguna vez Sumo tocó en el lugar, aunque solo un par de temas porque, una vez iniciado el recital, algunos incidentes obligaron a concluirlo.

Secretos de la piscina y camareros de guantes blancos

Al rodear la imponente estructura, encontramos el rastro del pasado hotelero. Se dice que, en la época dorada, los camareros, ataviados con guantes blancos, cruzaban los médanos para servir champagne a los huéspedes que disfrutaban de la playa justo enfrente. Además, el lugar presentaba, justo detrás de un muro que intentaba resguardarla de la vista, una mítica piscina. Hoy vacía, fue alguna vez el escenario de incontables amaneceres. Según las anécdotas, el espacio se colmaba de jóvenes que buscaban estirar la noche hasta el primer rayo de sol sobre el mar. Un lugar privilegiado que fue aprovechado por una multitud con el correr del tiempo.

El cierre y el legado ineludible

La llama de Puig Major se apagó al finalizar la temporada 1990. Fue una decisión comercial, según sus propietarios, que dejó un vacío y miles de recuerdos grabados en la memoria de toda una generación.

Una fachada que muchos jamás olvidarán.

El barrio ya era otro, la distancia no provocaba la magia inicial y la movida joven, para esa época, se había trasladado a otros puntos de Mar del Plata.

Hoy, al recorrer Los Acantilados y contemplar las ruinas del viejo castillo, resulta inevitable dejarse llevar por la memoria y todo lo que ese lugar representa. Vuelven las imágenes de aquellos DJ que daban vida a las noches, los autos alineados frente a la entrada, los colectivos que partían desde distintos rincones de Mar del Plata para llevar a los noctámbulos al boliche (algunos tenían choperas y salían de Exeter, Sobremonte, Chaval, Catalina Barmounth en Alem). También regresan las historias, los encuentros, los vínculos que florecieron entre esas paredes de piedra que aún resisten frente al mar.

Puig Major tiene hoy el peso de ser mucho más que un edificio: Es el gran castillo, el lujoso hotel y el icónico boliche que condensa la historia de la noche marplatense. No hay final para lugares así, sino el testimonio palpable de los años dorados de una Ciudad Feliz: Puig Major, lejos lo mejor.