La lógica del poder y la escritura en la nueva novela de José Retik
José Retik desafía la realidad en su novela Un mundo distinto. En una charla con El Escribiente, el autor desmenuza el lenguaje, el poder y el vacío, revelando cómo la literatura puede ser un «espejo de feria» que, al distorsionar, nos obliga a ver.
“Se trata de una ‘búsqueda loca de la pureza’”, cuenta José Retik, autor de la flamante novela Un mundo distinto (Editorial Nudista – 2025). El psicólogo y escritor señala que su escritura es una exploración que se adentra, paradójicamente, en las entrañas del lenguaje. El resultado en esta novela no es una simple representación del poder, sino un rastreo mucho más sutil y peligroso de este.
"Me doy cuenta de que hice una especie de seguimiento del discurso del poder, siguiendo la sintaxis de su lógica", explica Retik con una precisión que desarma. La novela, más que el autor, se embarca en esta persecución hasta alcanzar un punto de quiebre. El resultado es un "efecto Cinta de Moebius", confiesa, “una torsión narrativa donde los opuestos se fusionan sin solución de continuidad: pasar de un lado al otro sin darte cuenta de cómo se pasó”.
En la novela, esta transición se manifiesta, por ejemplo, en cómo el discurso salta de la retórica nacionalista a la locura científica, lo que demuestra que, en el extremo de su lógica, ambos territorios terminan siendo, inquietantemente, el mismo.
La trampa de la realidad y la política de escritura
Para el escritor, este juego con el discurso no es casual. Asume que la propia vida es una constante inmersión en el relato: "Somos nosotros parte de un discurso también, somos discurso", sentencia. Ante esta realidad tejida de palabras, la escritura se convierte en un acto político. Retik, entonces, define su posición como una "política de escritura” que lo sitúa en la humilde, pero poderosa, posición de la ventriloquía: “Ser el muñeco del lenguaje o del discurso, o sea, tener conciencia de eso”, manifiesta.
En épocas donde todo se dirime en las redes sociales, donde se configura todo alrededor de frases armadas sin ahondar jamás en el “porqué”, una frase o un simple enunciado tiene la potencia de crear lo que llamamos realidad. “La realidad es lo que uno escribe”, afirma Retik, dejando claro que el poder, en su esencia, es un mero discurso también.
Desde esa perspectiva, el poder no es algo que se posee, sino un entramado discursivo que nos atraviesa. Uno puede tomar conciencia de por dónde lo cruza ese discurso y qué rol ocupa en ese cruce, o bien creer que tiene el control absoluto, que es el “yo” quien manda. Ahí es donde entra una mirada más psicoanalítica: “Se cuestiona la idea de que expresamos libremente lo que queremos, como si el yo hablara por sí mismo”. Para Retik, en realidad, “hay un ida y vuelta constante, una dinámica en la que algo se configura, pero no desde un yo soberano”.
"Hay momentos donde uno se entera de que no era el piloto del avión", desliza Retik. La fascinación del autor con la psique humana, más allá de la academia, nace de la perplejidad ante nuestra falta de control.
Este descontrol existencial se conecta con el estilo de su obra: el realismo delirante. Para Retik, esta desmesura, este "grotesco", es más intenso que el realismo llano. “Escribir se asemeja a operar con un ‘espejo de feria’ que deforma la realidad. Sin embargo, es precisamente en esa exageración donde ‘podés ver algo que de otra manera no verías’”, resume. La escritura se vuelve así un ejercicio alquímico donde lo opuesto puede ser lo mismo, y a la inversa.
El realismo delirante como estrategia de liberación
¿La mejor estrategia, tal vez, sea el realismo delirante, que en su afán por exagerar las cosas nos permite mirarlas de frente? Retik responde: “¿Viste aquello de lo que habla Leonidas Lamborghini sobre el horror real? Bueno, Freud hablaba de lo siniestro como esa irrupción de lo extraño en lo familiar, lo desconocido que aparece en lo que uno creía conocer. Pero en esta novela, me parece que ocurre lo inverso: lo cotidiano empieza a volverse ajeno, se desfigura y, en vez de generar miedo, produce risa, incluso una sensación de liberación. Sería otra forma de lo real del horror”.
El efecto de Un mundo distinto es buscar alienar lo conocido, es decir, desconocerlo. En lugar de provocar un efecto de miedo, provoca un efecto de risa y liberación. En este sentido, él es claro en su poética: “Mi objetivo al escribir es claro y radical: sacarme cosas de encima, no imponer recetas”.
Retik adopta la filosofía de Andy Warhol de la “escultura invisible” y el vacío: su trabajo consiste en esculpirse, en irse sacando capas. Lo que se transmite en su escritura es el proceso de su propia liberación: “Un poco creo que cuando uno escribe, y en el sentido que lo hace, más que comunicar, transmite lo que le pasó al hacerlo”, indica. Para él, el libro, una vez escrito, no le pertenece al autor. Es un "espacio transicional" entre el lector, el texto y el que escribió. "La novela no está en el autor", sostiene, "sino que está viva en cada lector y va mutando; es un caleidoscopio”.
El desafío del lector
Al final, Retik reconoce que su estilo, ese realismo delirante, absurdo y desmesurado, no busca la masividad. "Yo sé que no estoy escribiendo libros para que se vuelvan masivos", asume con tranquilidad. Se enfoca en escribir lo que "siente que tiene que escribir".
Y es aquí donde el autor nos deja la última y más contundente imagen: la de un escritor que se "banca a ultranza" su propia forma de ser y de crear, no como un acto de reivindicación, sino como una aceptación simple y brutal de lo que es capaz de hacer. Es una invitación a mirar de frente el vacío con una sonrisa, a devolverle la mirada al abismo, dirá Nietzsche.
Un mundo distinto no es solo una novela, es un desafío a la percepción, un arma cargada de ironía y lucidez en la eterna guerra contra la realidad impuesta. El reto está planteado: ¿Qué hacemos con nuestros vacíos?
Leé también
Temas
Lo más
leído

