La conversión del señor Tramayo o la búsqueda de quién somos en realidad
La Conversión del Señor Tramayo es la primera novela del periodista Dante Galdona. En ella, el señor Tramayo se enfrenta a una peripecia del destino que lo lleva inmediatamente a buscarse a sí mismo. Qué encontrará en esa búsqueda y quién es realmente Tramayo es lo que impulsa la trama de este gran texto.
“Renovado. Esa mañana Tramayo estaba renovado. Su cuerpo, liberado de tensiones arcaicas; su mente, libre de preocupaciones estériles; su alma, vacía de dolores; su energía, limpia y fuerte, al ras del mundo, dispuesta a iluminar todos sus momentos, su presente y su destino”. El fragmento corresponde a la primera novela del periodista Dante Galdona, La Conversión del Señor Tramayo (Bucanera Ediciones – 2025), y en él se dejan ver los tópicos que encierra su historia: la transición, la mutación, el vacío, el presente y el destino.
La Conversión del Señor Tramayo narra la transformación interior de un personaje común cuya vida se vuelve punto de quiebre ante circunstancias que confrontan sus creencias, relaciones y rutina. Tramayo, en su primer día como jubilado, se ve sorprendido y provocado por una revelación que ni él mismo puede creer. ¿Estamos destinados a algo? ¿Necesitamos a alguien que nos empuje a ese destino? ¿Quién es Tramayo?
“Tramayo libra una decisiva lucha con su breve mundo para nacer de nuevo”, adelanta Evangelina Aguilera en las palabras preliminares de la novela. Tramayo y su búsqueda, Tramayo y lo que encuentra de sí mismo.
“Una relación conflictiva, conviví con él durante el proceso y fue como vivir con una persona que odias en todos los niveles. Darle vida a alguien tan distante de mí fue agotador, pero, al mismo tiempo, era un desafío que me había propuesto: crear un personaje que no tuviera nada que ver conmigo y que, de algún modo, cumpliera la función en la trama de un personaje como los que me gusta escribir. Como todos los personajes, el viejo Tramayo es un cúmulo de características de personas que conozco y de personajes de ficción. Lo hablé mucho en terapia; no se sale indemne de crear un personaje así. Supongo que a los actores les pasará algo similar cuando tienen que hacer un personaje de características parecidas. Lo bueno de la literatura, y del arte en general, es que uno puede alejarse una vez que termina la obra y volver a su vida de siempre”, cuenta Dante Galdona en cuanto a su relación con Tramayo.
– ¿Y qué descubre Tramayo sobre sí mismo?
– Descubre lo que Destcher descubrió en él. Una pulsión hacia la violencia, el poder y la destrucción que mantuvo toda su vida sumergida en un mar de neurosis. De algún modo, eso que descubre, creo yo, siempre lo supo y necesitaba las condiciones para detonar esa pulsión.
– ¿Hay algo en esa búsqueda del personaje que también sea parte de una búsqueda personal del autor? ¿Cómo es tu relación con esa búsqueda?
– No tengo ninguna relación, estoy muy cerca de ser el tipo que siempre quise ser, teniendo en cuenta que nunca se es al cien por cien eso que uno quiere, porque uno es quien es y, al mismo tiempo, cambia. Yo no tengo muy en claro si alguna vez me busqué a mí mismo. Si fue una búsqueda, en algún punto de mi historia personal habrá llegado y la asumí como natural, pero creo que, más que una búsqueda, han sido pequeñas transformaciones que me hicieron quien soy hoy, fui descartando las dañinas y potenciando las buenas. Uno siempre cambia y nunca está exento de transformarse en alguien peor de lo que es; lo importante es estar atento a no dañarse a sí mismo ni a las personas que lo rodean. Mañana, estoy seguro, seré otro, aceptando errores y, sobre todo, corrigiéndolos. En ese cambio del que te hablaba está la clave: se lo resiste o se lo disfruta. Yo lo disfruto, aunque no lo busco. Sucede y es, entonces lo dejamos ser. Lo central en Tramayo es que él cree que nada debe cambiar, los cambios lo paralizan, lo aterrorizan. Para mí, el cambio es placer, y que la vida sea un cambio constante y que las personas lo resistan es uno de los grandes misterios. Cuando alguien dice “yo soy así y no voy a cambiar porque no sería coherente” o cuando alguien le dice a otro “nunca cambies”, asumo que con esas personas no voy a congeniar. La resistencia al cambio o, peor, la romantización de lo inmutable en las personas es peligrosa y dañina, te alejan del placer de vivir en armonía contigo mismo y con tus afectos. No hay nada peor que aferrarse a un estado de cosas solo por mantener coherencia. Si la realidad te muestra una nueva perspectiva, sería una locura no cambiar de parecer. En cuanto a Tramayo, él busca ser el mismo de siempre y hay algo que se ha despertado en él que le va indicando el lado incorrecto. Él lo quiere y no hay forma de frenarlo.
Galdona construye una voz narrativa muy cuidada. Uno puede acceder a los pensamientos, pero también a los silencios del personaje. Este, por su lado, es poderosamente reconocible, bien humano: con sus dudas, sus emociones, sus experiencias y sus miedos. La fuerza del personaje, y quizás también de la novela, reside en mostrar una transformación que desafía las expectativas.
– ¿Qué lugar crees que ocupa el miedo en la historia? ¿Qué lugar le das al miedo en todo esto?
– Quizá el miedo del personaje sea el miedo que se tiene a sí mismo; en el fondo sabe de lo que es capaz y sabe que después de su conversión no hay lugar para retrocesos. Eso, en un tipo que toda la vida estuvo en el mismo lugar, a nivel físico y emocional, es el centro de la psicología del personaje. Alguien dijo que el terror viene del alma. En Tramayo, el terror es él mismo, él sabe que su alma es terrorífica, aunque el resto de la gente no. En eso está el centro de la historia: cuántas personas nos cruzamos en la vida que parecen anodinas y en realidad tienen un mundo interior que asustaría al propio Satanás. En cuanto a mí, soy consciente de que vivimos en un mundo donde el miedo es también una mercancía, como casi todo, hay un mercado del miedo que genera mucho dinero, la cuestión de la inseguridad, que se basa en elementos reales, pero que nadie quiere solucionar en realidad porque hay un negocio detrás. En cuanto al miedo individual, es ancestral, el ser humano no hubiera sobrevivido a la evolución si no lo tuviera en su composición. Los mecanismos de poder activan y vinculan el miedo atávico de todo ser humano con su propia realidad.
La Conversión del Señor Tramayo explora la conversión con episodios que alternan introspección y situaciones cotidianas. Galdona nos lleva a preguntas fundamentales desde lo onírico, lo sobrenatural y lo cotidiano.
– ¿Qué cree Tramayo necesario para llegar a su propio descubrimiento?
– No lo sé, no lo supe nunca, espero que los lectores me lo digan. Puedo suponer que lo que necesita es asumirse como el hijo de puta que es y sacarse la máscara de viejito boludo, pero no lo sé. Quizá hacían falta fuerzas sobrenaturales para que eso pasara.
El libro se abre con un epígrafe del cuento de Borges, La Casa de Asterión: “¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?”.
Según el autor, ese epígrafe apareció una vez terminada la obra. Y agrega: “Se lo mostré a mi amiga Eva Aguilera, una gran lectora y correctora de textos, y ella me comentó que la novela necesitaba un epígrafe y que estaba segura de que iba a salir de ese cuento de Borges. Al principio dudé, porque nunca estuvo presente durante el proceso de escritura, pero, después de releerlo, supe que Eva tenía razón (como en muchas cosas). Cuando le comenté cuál era el epígrafe, ella me dijo que había pensado en el mismo. Es increíble cómo a veces se cruzan las ideas artísticas, cómo el hecho de mostrar nuestros textos a nuestros colegas provoca nuevas variantes y potenciaciones de la idea original. Siempre recomiendo no escribir en soledad; con esto me refiero a no cerrarnos ni ser celosos de nuestros textos. Confiemos en nuestros amigos escritores antes, durante y después del trabajo de creación”.
La Conversión del Señor Tramayo: el autodescubrimiento, la redención, la otredad y la identidad. Borges plantea la redención de manera ambigua, Tramayo también.
Ese epígrafe borgiano (“¿Cómo será mi redentor?... ¿O será como yo?”) pareciera plantear la figura de alguien que viene a terminar la soledad mediante un encuentro decisivo. Asterión espera un redentor que dé sentido a su existencia. Tramayo, en cambio, no espera redención externa, sino que alcanza, en la cercanía de la muerte, una aceptación radical de su situación, una aceptación de quién es realmente.
Cierra la propia novela: “‘Usted es el mejor asesino de la historia’, había dicho ese hombre. Y Tramayo, ahora, cruzó los brazos y levantó la vista al infinito”.
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