Se desploman desembarques de pescados que valen cada vez menos

En los primeros siete meses del año las descargas de productos pesqueros en el puerto marplatense descendieron un 33% en relación al mismo período de 2015. El precio en muelle no acompañó la inflación como sí lo hicieron los costos de producción. Crece participación de congeladores.

11 de Agosto de 2016 08:15

Transcurrido más de la mitad del año en que la industria pesquera tuvo la reducción a cero de los derechos de exportación y el dólar se apreció casi un 50%, dos de las demandas más reclamadas por el sector en los últimos años, y que suponía el punto de partida de una etapa próspera para la principal actividad productiva de Mar del Plata, en el principal puerto pesquero del país, la pesca sigue en segunda, regulando, con varios obstáculos en el horizonte.

En los primeros siete meses del año los desembarques de productos de origen marino, entre pescados, mariscos y moluscos, el puerto marplatense recibió un 33% menos de descargas que en el mismo período del año pasado.

Entre enero y julio se declararon descargas por 220 mil toneladas, mientras que en los primeros siete meses del 2015, Mar del Plata recibió 271 mil, según estadística oficial que difunde la Subsecretaría de Pesca.

Con el dato adicional que en el 2015 se mantenía vigente el baile de disfraces que permitía subdeclarar merluza, que apareciera encajonada en la bodega de los barcos fresqueros y le diera trabajo a marineros, estibadores y también fileteros en las plantas procesadoras, pero no existiera rastro para descontar ese pescado de la cuota individual transferible de captura que tiene cada buque.

Por eso es que el calamar y su temporada bien parecida a un fiasco, no termina de explicar el descenso abrupto que muestra Mar del Plata. Mientras el año pasado se desembarcaron 88.600 toneladas de illex, este año apenas van 42 mil y la temporada consume sus últimos días con apenas una media docena de poteros en zona de pesca.

Todo lo demás que falta hasta llegar a las 70 mil toneladas de diferencia se encuentra en otros recursos que como la merluza en negro, alimentaba circuitos informales que hoy ya no existen, como tampoco cientos de puestos de trabajo tan precarios como el sistema turbio que les daba sentido.

El informe de coyuntura elaborado por la Dirección Nacional de Planificación Pesquera muestra que en el primer semestre una fuerte caída de los desembarques de abadejo (-39,7%), anchoita (-94,7%), besugo (-23%), cazón (-74%), merluza de cola (-27,6%), mero (-35%) y pescadilla (-55%).

Entre las especies que han mejorado sus rendimientos entre enero y junio asoma el langostino (24,5%), la merluza hubbsi: 6,5% la del stock sur; 40% la del efectivo norte y 329% en la Zona Común de Pesca. Y las rayas, que superaron holgadamente la captura máxima permisible.

La participación por tipo de flota en estos desembarques se mantiene estable siempre en comparación con el año pasado. Los únicos que crecen su porción de torta, cuándo no, son los buques congeladores, que de 67.362 toneladas en el primer semestre del 2015, pasaron a declarar 75.897 toneladas.

Y eso que no se cuenta el filet que camuflan como Chorizo, que como deberían ser elaborados con descartes, no se descuenta del cupo. Ni la notothenia que los barcos de Solimeno declaran en los partes de pesca, pero que se sospecha que en realidad también es merluza.

En las últimas semanas se hace más tangible un problema adicional para los armadores de barcos fresqueros. Además de lidiar con la suba de costos, como el combustible, los derechos de extracción, servicios y las tarifas por uso de puerto, enfrentan un desplome en los precios de sus capturas al momento de venderlas en banquina.

La merluza que arrancó el año en $13 pesos y alcanzó los $18 en vísperas de Semana Santa, ahora le cuesta perforar el piso de $10, y sin demanda porque Brasil sigue sin comprar. En verano el abadejo llegó a los $27 por kilo y ahora en invierno no supera los $20. Cayeron las ventas al exterior porque los principales mercados, Brasil y Estados Unidos lo importan más barato desde Nueva Zelanda, del otro lado del mundo.

Con menos capturas, el precio del pescado debería tener un proceso inverso. Pero si la oferta se contrae, ocurre lo mismo con la demanda. Porque no hay competitividad y el mercado interno no alcanza para mantener grandes estructuras. En el año del supuesto despegue, la pesca marplatense se reduce.

Recursos costeros no escapan al bajón. El kilo de rayas en mayo estaba en $13. Hoy se vende a $8. La corvina y la pescadilla son otros dos recursos que conforman el menú principal de la flota menor. La primera especie terminó el año en $15. Ahora promedia los $9 y cuesta encontrar comprador. La segunda supo valer $11 y hoy no supera los $8. El continente africano no compra como antes y las consecuencias se notan por estas playas.

La caballa está dibujando los primeros trazos en esta temporada. Materia prima de la industria conservera que la troza, cocina y enlata, tiene pocos interesados en salir a pescarla para que le paguen no más de $9 por kilo. El año pasado se llegó a pagar $12. En este 2016 los industriales no tienen demanda de latas. Sus clientes –supermercados y mayoristas- compraron caballa importada mucho más barata.

Para colmo desde la Subsecretaría de Pesca de la Nación poco ayudan en aportar certidumbre. Y nadie pide que encuentren nuevos mercados para los productos nacionales que se quedan sin espacio en góndola desplazados por pescados de cultivo.

Los armadores costeros piden cosas más sencillas. Que no dejen de infraccionarlos por infringir normas casi imposibles de cumplir. Por ejemplo, no clasificar las capturas al momento del desembarque.

Si bien luego de un par de reuniones en la Asociación de Embarcaciones de Pesca Costera, el Subsecretario flexibilizó la medida y autorizó que los inspectores fiscalicen en las plantas que reciben esas capturas, previamente declaradas, Tomás Gerpe ordenó que manden a sumario las actas de infracciones labradas con anterioridad. Los pescadores calculan que la espada que los pone contra la pared pesa unos 5 millones.

Aumento de costos, baja de precio del pescado en muelle e infracciones desalientan cualquier iniciativa de los armadores por salir a pescar. Pensar que puede reiniciarse el motor de la industria pesquera como anhelan los ministros bonaerenses que mantienen contacto periódico con el sector, sin el aporte de los barcos fresqueros, es poco menos que imposible.