Cementerio de barcos II

Barcos abandonados. Una postal decadente y repetitiva.

10 de Abril de 2014 08:16

Con la regularidad de una gotera, todos los sábados, una bomba extrae el agua que ingresa al casco del buque pesquero "Ribazón Dorine". La operatoria le permite seguir a flote, y abandonado, en la Cuarta sección de la Terminal 2 del puerto marplatense. El barco mide 38,5 metros de eslora y es propiedad de la empresa "Pesquera San Cayetano" (Grupo Moscuzza).

La mecánica se repite desde hace mucho más de un año. Pero el mes pasado el barco no esperó por la bomba. Se hundió un día antes. Testigo del hundimiento fue el "Depemas 81", un potero de 53 metros, también abandonado, al que debieron cortarle los cabos que lo sujetaban al pesquero para evitar que también perdiera equilibrio.

El Ribazón Dorine y el "Depemas 81" no son los únicos barcos abandonados en Mar del Plata.  El principal puerto pesquero del país, el que no exporta un contenedor desde hace 22 meses, el que tiene una terminal de cruceros testimonial, el que anunció la construcción de nuevos muelles para aliviar la alta concentración de embarcaciones en todas las terminales, también es un cementerio de barcos.

En un informe de situación, elaborado justo hace un año por, el propio interventor, Matías Silvestre Machinandiarena, le informó a la Subsecretaría de Actividades Portuarias de la Provincia de Buenos Aires  el estado de situación de 19 buques inactivos existentes en distintas secciones del puerto, los cuales constituyen un estorbo para las actividades portuarias.

En la historia reciente del puerto local, como las lanchas amarillas de la banquina chica son una postal turística, la presencia de buques abandonados ha sido la reiterada postal de la decadencia.

Porque en el puerto marplatense ya se proyectó "Cementerio de Barcos". En noviembre del 2005 se puso en marcha un operativo de remoción de 27 buques hundidos del que participó Prefectura con una grúa descomunal que transformó unas 15 mil toneladas de cascos y tanques, en hierros oxidados que alimentaron los hornos de Acerías Bragado.

El plan demandó una inversión de 4,6 millones de pesos y tardó más de los 30 meses proyectados. El año pasado recién se terminó se sacar a los más grandes:  el “Mapuche” y el  “Tehuelche”. El Kronomether, el último que queda de esa etapa, fue puesto a flote y será hundido en el Parque Submarino. Mismo destino tenía el "Ribazón Dorine", pero decidió anticipar la maniobra.

El dinero para retirar este trío de barcos lo aportó el gobierno nacional: 26 millones de pesos. Los dos últimos barcos los debería haber removido Terrena, la empresa de reparaciones navales del hoy subsecretario de Puertos y Vías Navegables, Horacio Tettamanti, a cambio del uso de suelo en el Espigón 7. Nunca lo hizo. Los detalles están explicados en una anterior entrega de "Puerto de Palos".

Si bien el informe elevado por Machinandiarena detalla 19 barcos "abandonados" –como dice el documento-, en estos últimos meses se habrían incorporado un par más a la nómina de criaturas flotantes que protagonizan "Cementerio de Barcos II"

Muchos están en una zona operativa, en la Cuarta Sección de la Terminal 2, como el  "María Luisa 1º", "San Pablo", "Chiarpesca 58", "Chiarpesca 57", "Arcangel", "Galemar", "Cleopatra", "Neptuno", "Scombrus", "Mister Big". Otros están en la Sección C de la Terminal 1 como el "Don Romeo Ersini", "Francisco A" y "Don Vicente". Los menos están en la Base Naval, como el "Coral Azul" y "Xeitosiño".

A diferencia de lo que ocurrió en el 2005, donde varios barcos estaban interdictos por la Justicia y el trámite de liberación para su remoción fue más engorroso, ahora la gran mayoría fueron abandonados por decisión de los armadores. Muchos fueron dados de baja y el permiso de pesca transferido a otro barco, otros en litigio judicial como el "Galemar" o en venta, como el  "Xeitosiño". 

Más allá de los motivos, desde el Consorcio no asoman respuestas efectivas para despejar el espejo interior. Ni obliga a los armadores a disponer de un sereno que sea capaz de avisar si entra más agua de la cuenta, como ocurrió en el "Ribazón Dorine". 

Si alguien pondría a estos barcos, uno detrás del otro, sumarían casi 800 metros lineales de muelle. Fantasmas flotantes, obstáculos monumentales, que contradicen y ponen en ridículo cualquier objetivo trazado en el Plan Estratégico de un puerto que se dice pujante y multipropósito.

El Consorcio Portuario, como autoridad portuaria, cuenta con la facultad para disponer el traslado de estos barcos a zonas especiales, con el costo a cargo de la empresa armadora. Un buen lugar que aliviaría el movimiento en el interior del puerto sería el área reservada para Terminal de Cruceros sobre la Escollera Norte.

Pero es una quimera. Jamás la intervención del Consorcio se animaría a dar ese paso. Implicaría poner en la vidriera del puerto la flor reluciente de la decadencia y el abandono.