La Generación Dorada no fue: es un concepto

Transferencia. Campazzo y su abrazo con Ginóbili. Dos exponentes del concepto "Generación Dorada" (Foto: FIBA).

16 de Septiembre de 2019 14:49

Culminó un inolvidable Mundial de básquetbol de China, con la Selección argentina coronada como subcampeona jugando en un nivel esplendoroso e inolvidable. España impuso su jerarquía y experiencia en la gran final, anulando todo aquello que el equipo nacional había mostrado con enorme talento y dedicación durante dos semanas de competencia.

"No perdimos el oro, ganamos la plata", dijo Sergio Hernández en una hermosa declaración de principios para un equipo que alcanzó su objetivo: clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.  

Cada mañana que el equipo nacional jugó, significó comenzar el día con sonrisas y satisfacción. Uno a uno fueron cayendo los equipos débiles, los que podían hacer seriamente fuerza, y los candidatos intocables. 

Desde aquel 17 de julio del primer entrenamiento en el Dow Center, pasaron dos meses completos fueron los que la Selección estuvo reunida entrenando, viajando, compitiendo. Una convivencia pacífica, de disfrute y amor por el trabajo a realizar. Bahía Blanca, Capital Federal (ganó el "Tres Naciones" ante Uruguay y Puerto Rico), Lima (medalla de oro en los Panamericanos tras 24 años), amistosos en Lyon (Francia), Saitama y Ningbo (Japón), Wuhan, Foshan, Guangdong y Beijing en el Mundial de China.

A partir del liderazgo positivo del inmenso Luis Scola, y un cuerpo técnico por demás capaz y experimentado, Argentina fue ajustando sus detalles como equipo, creciendo juego a juego, hasta llegar al techo más alto en este Mundial. Defensa pragmática y asfixiante, siempre concentrada, para desde allí llegar a ofensivas lúcidas y letales, corriendo la cancha con facilidad y pasando por encima a sus rivales. "Cuando estás lo más cerca de tu techo, ya ganaste", declaró Scola antes del Mundial. Y así sucedió con esta Selección. Cada jugador cumplió con su rol. Todo funcionó como un engranaje perfecto. Y la táctica también le dio espacio a la inconsciencia de Campazzo, la desfachatez de Deck, la diversión de los marplatenses Garino y Vildoza, la seriedad bien comprendida de Delía y Brussino.

Durante años, a medida que los históricos de la "Generación Dorada" se iban retirando de la práctica deportiva ("Puma" Montecchia, "Pepe" Sánchez, Fabricio Oberto, Pablo Prigioni, "Chapu" Nocioni, Ginóbili, entre otros), se sucedieron las comparaciones y las frases sobre el "fin" de aquel ciclo inolvidable. Pero no hubo final, sino continuidad. Claro que aquellos hombres ya no están. Pero la transición fue armoniosa y con enseñanzas.

Hoy Scola-Hernández aparecen como hilo conductor de la continuidad. Pero previamente los que se fueron retirando, en sus últimos torneos fueron dejando la enseñanza. La Generación Dorada no fue: es un concepto. 

La GD es "entrenar y vaciarte" en la preparación (Scola dixit). La GD es dejar el ego a un costado en pos del objetivo común. La GD es amistad: si somos amigos afuera de la cancha, todo funcionará mejor adentro. La GD es valorar el camino más que el resultado. Es respeto por el rival, el simpatizante, el entorno. Es llorar de emoción cuando la victoria se alcanzó, o llorar de tristeza cuando la derrota llegó. La GD es talento, saber jugar con el corazón en la mano. Y es mostrarle al país, en tiempos de divisiones e individualismos, que el trabajo colectivo con buena leche es un tránsito válido. Un recorrido que merece ser apreciado y valorado, para así decir como Luis Alberto Spinetta que "mañana, es mejor".