Tercera posición en campo minado

Alberto Fernández inicia su primer destino internacional en Israel. Claves para entender lo que viene en materia de política exterior.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner

21 de Enero de 2020 14:00

Alberto Fernández debuta en el escenario internacional en el Foro Internacional de Líderes en Conmemoración del Día Internacional de Recordación del Holocausto y la Lucha contra el antisemitismo. 

Si bien la noticia sorprendió por no tratarse de un primer destino habitual como Brasil o Uruguay, la estrategia oficial busca es materializar la política de tercera posición que el gobierno nacional pretende llevar a cabo en sus Relaciones Exteriores con el fin de articular una autonomía estratégica en un contexto internacional cargado de presiones e intereses. 

En ese sentido, la presencia de Alberto en Israel intentará enviar mensajes que le permita al gobierno despojarse la idea instalada por la oposición argentina vinculada con la relación con el eje Irán-Venezuela-Hezbolah y aliviar una relación con Estados Unidos que tiene algunos puntos espinosos como la negativa argentina de calificar de dictadura al gobierno de Nicolás Maduro y la presencia de Evo Morales en carácter de refugiado. 

Al mismo tiempo, Fernández buscará fotos de peso político con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el líder ruso Vladimir Putin, el vicepresidente norteamericano Mike Pence y el anfitrión, Benjamín Netanhayu. Un menú diverso con intereses contrapuestos con el que hay que pensar una agenda común.

Ante una región fragmentada es necesario poner paños fríos con muchas aquellas naciones con el que las diferencias no son tan notorias. En ese punto, las discrepancias públicas de Macron con Jair Bolsonaro por la crisis en el Amazonas y los exabruptos del presidente brasilero, abre la puerta para una relacion virtuosa con el presidente galo que busca consolidarse como líder europeo ante el retiro anunciado de la alemana Angela Merkel.

Con Rusia, Argentina tratará de preservar la buena relación forjada por Cristina Fernandez de Kirchner sin caer en la retórica antinorteamericana de último mandato de  Cristina, mientras que el acercamiento con Israel buscará dejar en el olvido las tensiones generadas por el memorándum con Irán sin abandonar posiciones históricas como la que defiende la convivencia pacífica del Estado israelí con el palestino. La presencia del presidente (único líder regional) en el foro y el mantenimiento de Hezbollah en el grupo de organizaciones terroristas van en el sentido de descomprimir. 

Como vemos, los vínculos internacionales no podrán moverse por afinidades ideológicas sino por necesidades, pragmatismo y conveniencia. Hablar con todos sin alinearse con ninguno es una tarea que Fernández deberá asumir con la delicadeza y precisíon de un relojero. Alinearse con Estados Unidos nos quitaría autonomía pero enfrentarnos aumentaría la presión vía deuda con el Fondo Monetario Internacional.  Al mismo tiempo, alejarnos de China y Rusia nos aislaría de la posibilidad de contar con mercados alternativos y compradores de peso, subordinarnos nos ubicaría cerca de aquellos que queremos mirar con distancia. 

Con la región pasa algo similar. No condenar a Maduro bajo los parámetros de Washington pero marcar los abusos que no condicen con la democracia y tomar distancia de las barbaridades de Jair Bolsonaro sin dejar de contemplar la importancia de Brasil como socio comercial.

Hay un punto en común en la presencia del jefe de estado en Israel, la solidaridad con Evo Morales y la condena al golpe de estado que lo sacó del gobierno y la distancia con Venezuela y Brasil: la defensa de los Derechos Humanos como pilar fundamental de la construcción de nuestras democracias.

Ese puede ser un facto que legitime al gobierno argentino como interlocutor capaz de ser parte de la solución de muchos de los conflictos abiertos en el mundo y lo que lo acerca a los únicos dos líderes con quien Fernández decidió alinearse como Andrés Manuel López y el Papa Francisco. 

Por eso, sin certeza de victoria y alta dosis de audacia que implica riesgo enorme, Alberto Fernández pondrá en práctica su política de tercera posición en medio de un campo minado.