BID, elección y después

Mauricio Clever Carone es el nuevo presidente del BID. Los objetivos de Estados Unidos y la postura argentina en el medio del debate. 

15 de Septiembre de 2020 07:21

Mauricio Clever Carone es el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo luego de imponerse en la votación virtual del fin de semana en donde no tuvo adversario. De esta manera, se rompe una traición de 60 años de presidentes latinoamericanos en el organismo y se abren una serie de interrogantes respectos al perfil que Estados Unidos le imprimirá a la relación con América Latina. 

La jugada de Donald Trump se inscribe en dos aspectos fundamentales: las elecciones presidenciales del 3 de noviembre y el intento de la Casa Blanca de frenar a la influencia de China en el continente. 

El telón de fondo es la puja con China y la disputa por quién hegemoniza la reconstrucción pospandemia. De esta forma, organismos como este adquieren más relevancia  a la hora de financiar proyectos de infraestructura que será vitales en el contexto de crisis sanitaria, económica y social. Así, Estados Unidos busca manejar los recursos que se dispondrán en la región en un especie de Plan Marshall del siglo XXI. 

Ahora bien, Trump se equivoca si piensa que con esta maniobra la presencia de China disminuirá pues, el gigante asiático será, ya sea por acuerdos bilaterales como a través del Banco de Inversiones en Infraestructura, una importante fuente de recursos para una región necesitada. 

Estados Unidos demuestra con esta jugada que se encuentra en una situación de repliegue sobre su zona de influencia ante el abandono de ámbitos multilaterales mientras Pekín decide avanzar sobre el vacío. Es decir, cuando más global se torna China, más unilateral y americanista se vuelve Estados Unidos. Más que una fortaleza, como planteó Juan Gabriel Tokatlian en un reportaje al diario Perfil el domingo pasado, es un gesto de debilidad. 

Al mismo tiempo, expone una intención de conducción agresiva por parte del gobierno estadounidense  sobre el continente latinoamericano a quien logró doblegar para cosechar apoyos y no escatima presiones para disciplinar a los rebeldes. Este perfil de relación anticipa los años venideros con la Casa Blanca si Donald Trump logra la reelección.

Otro de lo puntos de debate fue la posición del gobierno argentino como cabecera de la resistencia a la candidatura de Carone. La postura fue clara desde el principio y se basó en la oposición a romper el manual de usos y costumbres respecto de la presidencia, candidatura propia con Gustavo Beliz y al final, el intento de bloquear el quórum.  Esto último no prosperó porque México decidió presentarse y, a pesar de la abstención, permitir la designación del hombre de Trump. ¿Por qué? Muy sencillo, para México es más prioritaria la relación estratégica con Estados Unidos que el vínculo con Argentina. Este baño de realismo internacional expone las dificultades de un eje que puede consensuar algunas agendas pero está lejos de representar un proyecto autónomo de región.

Con el diario de lunes, muchos analistas calificaron la estrategia argentina de fracaso diplomático y advirtieron los riesgos de enfrentarse con un Estados Unidos enojado por la resistencia al alineamiento automático. Esto es falso, ya que, en diplomacia también hay que decir que no y el saldo positivo es la posibilidad de articulación de consensos con gobiernos que son de extracción ideológica diferente como Chile y Perú. Uno de los aprendizajes entonces es no descansar en una supuesta homogeneidad ideológica que terminar quedandose en las orillas del pragmatismo internacional imperante. 

La debilidad de Washington también se expresa en sus estrategias fallidas en Venezuela con el experimento de Juan Guaidó y un Grupo de Lima que dejó de gravitar como en los inicios del 2019. No obstante, Estados Unidos logró incentivar a fragmentación en el Cono Sur y ubicar a Brasil como su escolta y alumno predilecto. Con Brasil acoplado y fuera del juego global y México sin interés en América Latina y ocupado en el T-Mec, Estados Unidos tiene la tranquilidad de que no habrá un vértice que pueda cuestionar sus intereses.

La opción que tiene Argentina es la de diseñar una estrategia defensiva inteligente que le permita preservar un nivel relativo de autonomía pero con la certeza de que Washington influye, por ejemplo, en las próximas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. No hay lugar para antiimperialismos zonzos ni aventuras de ninguna índole. 

La nueva Guerra Fría ha llegado al continente para quedarse por un largo tiempo, es fundamental priorizar la inteligencia por sobre la nostalgia y el pragmatismo por sobre la ideología para configurar una línea de intervención que no rompa puentes y perfile un fino equilibrio para hacer frente a las inminentes tensiones.