Caso Barragán: la historia de la mamá que no pudo soportar el arrebato de su hijo

Yonatán Maurette le quitó la vida al chico de 25 años de una manera brutal e inexplicable: lo arrastró 12 cuadras con el auto y se fue a dormir. En 2019, recibió una condena ejemplar. Pero Susana Sahuette nunca se pudo recomponer de la pérdida, y fue víctima de un dolor que no repara ni la mejor Justicia.

25 de Enero de 2022 16:55

Nahuel Barragán era todo: para Susana Sahuette, su hijo, su único hijo de 25 años, era todo. Y desde que Yonatán Maurette se lo arrebató de una manera brutal, imprudente, inexplicable, arrastrándolo doce cuadras con el chasis de un Peugeot 206 a alta velocidad, fue imposible aliviar la ausencia del amor más preciado. La fatídica madrugada del 3 de diciembre del 2017 marcó un antes y un después en su vida: fue el principio del dolor que la acompañó hasta el final.

Susana murió este miércoles a los 49 años en una habitación del cuarto piso del Hospital Interzonal General de Agudos (Higa) Dr. Oscar Alende. Cortó varios lazos sociales desde que se produjo el asesinato de Nahuel en manos del suboficial de Artillería del Gada 601 pero los que la conocían y la trataban la recuerdan con muchísimo cariño y afecto. Y ninguna voz tampoco evita señalar el gran deterioro que acusaba en el último tiempo a causa de la depresión.

“Yo había hablado con Susana hace pocos días  y ni siquiera comía. Estaba muy pero triste. Para mí fue un golpe muy duro; me quedé helada cuando me dijeron que había fallecido. Porque encima yo le dije que la quería ir a buscar para traerla a mí casa y compartir algo. La veía muy sola. Nahuel era lo único que tenía, era su todo”, dice Gloria D’Adato, una mujer que forma parte de la organización “Familiares de Policía de Mar del Plata” y que supo tener contacto con la madre de Barragán hasta los últimos días.

Mary Gómez, que la conoció a través de la Asociación de Familiares de Víctimas del Delito y Tránsito, asegura que Susana “nunca se repuso” a pesar de la amplia condena que el Tribunal Oral en lo Criminal Nº1 de Mar del Plata dictó a mediados de octubre del 2019 contra Maurette. “Yo digo que este hombre mató a Nahuel, a Susana y a su familia porque desde el día en que pasó todo esto nada volvió a ser igual”, apunta a 0223 la mujer, que colabora con la entidad desde hace casi dos décadas.

La misma Susana fue la que ratificó el vacío irreparable que le provocó el militar minutos después de que se conociera el fallo definitivo de la Justicia con la pena a 10 años de prisión. “Está bien la pena porque fue lo que había pedido el fiscal pero no hay nada que pueda devolverme a Nahuel. Ahora tengo que empezar todo de nuevo; tengo que ver cómo sigo en mi vida sin que esté Nahuel”, dijo, a los medios que asistieron al juicio en Tribunales.

Pese al difícil proceso judicial, la mamá mantuvo por un tiempo un “contacto fluido” con los Familiares de Víctimas del Delito y Tránsito y mostró una participación “muy activa” pero la irrupción de la pandemia del coronavirus generó un distanciamiento por la suspensión de las reuniones presenciales entre los familiares. Y tiempo después, cuando se retomaron las convocatorias, Susana dejó de asistir a los encuentros.

“Cuando regresamos al espacio de víctimas ella no vino más y eso me había extrañado un poco. Nosotros siempre respetamos los tiempos de la familia y no presionamos a nadie. Y me acuerdo que en su momento Susana me pidió tiempo para hacer el duelo por su hijo pero nada indicaba que estuviese en un grado tan profundo de depresión. Enterarme esta noticia fue un baldazo de agua fría sinceramente”, expresa Héctor Blasi, vicepresidente de la ONG, mientras que Gómez agrega: “En la organización la queríamos mucho porque era muy buena persona. En general, hablaba muy poco porque siempre estaba nerviosa”.

“Ahora está con su hijo”

Diego Parisotti fue el amigo de Nahuel Barragán que vivió y observó todo: él lo acompañaba cuando ambos perdieron el control de la moto y cayeron al piso en Colón y 192, minutos antes de que Maurette pasara con el auto a alta velocidad por la misma zona. Fue también el que se encargó de ir a las cuatro y media de la mañana de aquel domingo hasta la casa de Susana para avisarle que su hijo había sido “chupado por un 206”.

El joven, que pudo disfrutar de Nahuel a través de una amistad que comenzó en la adolescencia y se extendió por más de 13 años, recuerda a la mamá como una “amiga”. “No tengo mucho para comentar; solo que es una amiga que ahora está con su hijo. Y con él era feliz”, se limita a decir, conmovido, ante la consulta de este medio.

Sin ningún resarcimiento

Susana Sahuette, que llevaba una vida austera y vendía macetitas de vidrio con armazones de hierro, de repente tuvo que afrontar diferentes gastos, entre ellos el de un tratamiento psiquiátrico para tratar de sobrellevar el dolor de la pérdida de Nahuel. Y nunca percibió alguna reparación económica. Hasta esta fecha, había un juicio civil en trámite pero que no mostraba un destino favorable por el condicionante del delito por el cual fue condenado Yonatán Maurette: el “homicidio simple con dolo eventual en concurso ideal con lesiones leves”.

“Cuando hay dolo en la conducta, el seguro no paga, y acá estaba acreditado el dolo”, explica Maximiliano Orsini, el abogado que representó a la mujer en el caso desde el primer momento, y agrega: “La verdad es que la compañía del condenado nunca quiso pagar nada. Y ahora estábamos en vías de recuperar el Peugeot 206 para poder venderlo pero lamentablemente Susana falleció antes”.

“Vamos por todo”

El letrado es otra de las voces que no puede evitar la emoción al recordar a la mamá de Nahuel Barragán. Dice que estaba “destruida” cuando la contactó por primera vez y valora la valentía, el respeto y la fortaleza que tuvo para afrontar el juicio que finalmente terminó con una sentencia de características ejemplares.

“Tuve una relación bárbara con ella. Y siempre me asombró a mí como a los jueces la entereza y el respeto que tuvo durante todo el juicio. Nunca usó un  término demás o alguna descalificación para con el asesino. Respetó a la Justicia en todo momento así como respetó mi accionar  como particular damnificado y a la fiscalía. Se manejó de una manera increíble”, resalta Orsini.

Inclusive, el abogado confía que la convicción que mostró Susana en todo momento fue vital para que junto al fiscal Rodolfo Moure se luchara por una condena mayor y no se llegara a la instancia de un juicio abreviado, donde solo se podía acordar una sentencia por el delito de “homicidio culposo”.

 “Durante una charla en una estación de servicio le expliqué que era muy difícil conseguir el dolo eventual y recuerdo que ella me contestó así: ‘Yo ya no tengo nada que ver, y a esta altura, prefiero ir por todo; yo quiero ir a pelear’. Y con esas palabras fuimos con Moure al debate y al final se pudo conseguir la condena que se buscaba”, revela.

Condena ejemplar

Hasta el fallo que condenó a Yonatán Maurette, en Mar del Plata solamente había dos antecedentes de siniestros fatídicos en donde se reconoció el dolo eventual en el accionar de un conductor. Este agravante no está regulado en el Código Penal y solo se aplica en circunstancias particulares, cuando se entiende que el autor del hecho actúa sin intencionalidad pero siendo consciente de la probabilidad de provocar un daño (en este caso, la muerte de Nahuel Barragán).

“En vez de una pena de 6 años como se suele conseguir, en este caso se pudo conseguir una pena de 10. El tribunal resolvió muy bien y dejó un precedente ejemplificador”, reivindica Orsini, quien por otra parte reconoce: “Lamentablemente, a veces es muy difícil hacerle entender a los jueces las familias de las víctimas no hacen diferenciación si perdieron un ser querido por un arma de fuego o por un auto: ellos perdieron un ser querido y punto. Y solo piden la misma justicia que en un delito doloso pero los jueces hacen una diferenciación de acuerdo al delito y la intencionalidad o no”.

Durante las pericias que se analizaron en el juicio, se comprobó que Maurette aumentó inmediatamente la velocidad – pasó de 59,07 a 70,92 kilómetros por hora – después de arrollar la moto, y que Nahuel murió por la fricción y el arrastre contra el asfalto: en su cuerpo había rastros de piedras y una lesión craneal muy grave. Es decir que si el militar frenaba en algún momento, probablemente el destino de Nahuel Barragán hubiese sido otro.

¿Y cómo justificó Maurette semejante accionar? Después de dos años de silencio, durante el debate oral declaró frente los jueces, como defensa, que sintió un impacto fuerte que confundió con el golpe de una piedra y que sintió miedo porque pensó que le querían robar y entonces continuó acelerando la marcha. También dijo que nunca se dio cuenta de que había atropellado a Nahuel y que en el andar hacia su casa, advirtió un desperfecto en unas de las ruedas pero lo atribuyó a alguna falla en el tren delantero por lo que prefirió irse a dormir.

Escépticos a esos argumentos, Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Ricardo Perdichizzi fueron contundentes en la sentencia que firmaron y señalaron que el automovilista “no fue un incauto y/o cándido automovilista y/o negligente, quien, por haber inadvertidamente violado un deber de cuidado, haya casualmente encontrado –con sorpresa para él- un desenlace luctuoso, sino muy por el contrario”.

En un principio, había tomado fuerza una versión policial que daba cuenta de que Maurette estaba totalmente alcoholizado al momento de provocar el fatídico choque pero en las pericias nunca se pudo encontrar alcohol en sangre. Lo que sí se comprobó es que había consumido marihuana. A pesar de ello, los jueces insistieron en que el hombre “tuvo suficiente capacidad psico-fisica para la conducción del automotor, aun bajo una disminución en sus reflejos”. “Estaba plenamente consciente de que estaba manejando un automotor”, aseguraron.

El condenado se encuentra detenido en el penal de Batán desde diciembre de 2017, por lo que desde esa fecha se computa el cumplimiento de la pena en prisión. De modo, que ya lleva cuatro años y medio privado de su libertad y el hombre estaría en condiciones de pedir una libertad asistida o de ser acogido por el beneficio de salidas transitorias en tres años, siempre de acuerdo al comportamiento en la cárcel y otras pautas que evalúe el Juzgado de Ejecución.