Diez marineros, reglas de “decoro de baño” y guardavidas caboverdeanos : la Prefectura marplatense cumple 160 años 

La dependencia local de la Prefectura Naval Argentina cumple 160 años. Historia de los orígenes de la institución centenaria en nuestra ciudad.

27 de Febrero de 2022 08:01

El 27 de febrero de 1862, Bartolomé Mitre creó el Resguardo del puerto de Laguna de los Padres para fiscalizar que las exportaciones de tasajo que se realizaban desde 1857 en el saladero de Coelho de Meyrelles y que declaraba mensualmente coincidan con lo que realmente salía del puerto de la Laguna de los Padres.

Según explica a 0223 el Ayudante Mayor con Retiro Efectivo Carlos Sulleiro, especializado en la historia fundacional de la fuerza, durante el siglo XIX era habitual que las funciones de la Autoridad Marítima en los puertos donde la actividad navegatoria era menor, se desempeñaran bajo la superintendencia, los resguardos o receptorías de rentas nacionales.

El requerimiento entonces se fundamentó en la importancia que estaba tomando en la zona el emprendimiento portugués del saladero que dio lugar al primer asentamiento institucional en las instalaciones del Saladero, en el actual Boulevard Marítimo entre San Martín y Rivadavia. A cargo de Dn Manuel Lascano, lo que hacían los 10 prefectos designados era “fiscalizar que lo que Meyrelles decía que salía, coincidiera con la carga real”, simplifica Sulleiro.

Así dio inicio sus actividades la Prefectura Mar del Plata, convirtiéndose en la primera autoridad oficial en lo que luego se convertiría en Mar del Plata. Pero la fiscalización marítima no era la única función de la fuerza. Ante un incipiente crecimiento de la población, los prefectos comenzaron a oficiar de Policía y, en caso de ser necesario, de guardavidas.

El paso a una ciudad balnearia y la necesidad de mantener el orden público

Con la llegada del ferrocarril en 1886, el progreso del pueblo fue notable y Mar del Plata se consolidaba como una Villa de Veraneo para la aristocracia porteña que se instalaba durante los meses de enero y febrero en sus casonas para disfrutar, entre otras cosas de baños de mar. Fue entonces que, los balnearios se hicieron más concurridos que las autoridades consideraron que era necesario establecer controles que permitan mantener el “decoro público”.

Para ello, el entonces presidente de la Nación Dr. Miguel Juárez Celman - que visitaba asiduamente la villa balnearia- encomendó a la Receptoría de Rentas del Puerto de Laguna de los Padres la elaboración de un reglamento para ordenar las actividades playeras y fue el Subprefecto Hilario Rubio Medina quien se dio a la tarea de diseñar el particular “Reglamento de baño y decoro público”

En su publicación del 6 de enero de 1888, el Diario La Nación informa: "Se ha encargado a la receptoría de rentas de Mar del Plata de la policía de la ribera y costa en la parte sometida a la jurisdicción nacional. La expresada repartición queda encargada de proyectar un reglamento para los baños de mar en la localidad y remitirlo a la mayor brevedad al Ministerio de Hacienda. Se funda esta resolución en que es un deber de las autoridades nacionales velar por el orden y por el decoro público, en los puntos sometidos a su jurisdicción".

El reglamento que se implementó ese mismo verano, constaba de siete artículos:

Artículo 1: está prohibido bañarse desnudo.
Artículo 2: el traje de baño admitido por este reglamento es todo aquel que cubra el cuerpo desde el cuello hasta la rodilla.
Artículo 3: en las tres playas conocidas por del Puerto, de la Iglesia y de la Gruta no podrán bañarse los hombres mezclados con las señoras a no ser que tuvieran familia y lo hicieran acompañando a ella.
Artículo 4: es prohibido a los hombres solos aproximarse durante el baño a las señoras que estuvieren en él, debiendo mantenerse por lo menos a una distancia de 30 metros.
Artículo 5: se prohíbe a las horas del baño el uso de anteojos de teatro u otro instrumento de larga vista, así como situarse en la orilla cuando se bañan señoras.
Artículo 6: está prohibido bañar animales en las playas destinadas para el baño de familias.
Artículo 7: está igualmente prohibido el uso de palabras o acciones deshonestas o contrarias al decoro.

Nadadores caboverdeanos, los primeros guardavidas de Mar del Plata

Las corrientes migratorias no solo trajeron, como se cree, inmigrantes europeos a Mar del Plata. Hubo también un grupo de Caboverdeanos que llegaron a la ciudad y, debido a su gran capacidad para nadar en aguas abiertas fueron contratados por el Estado Nacional para desenvolverse como guardavidas bajo el mando de la Prefectura Naval..

Así, en 1908, cuatro marineros - mestizos denominados “filhos da terra” que escapaban del régimen régimen esclavista y la crisis económica imperante- provenientes de la Isla de San Vicente, Cabo Verde quedaron bajo el mando de Juan Carlos Barla, jefe de la por entonces Sub Prefectura Mar del Plata.

“Barla los eligió porque eran expertos nadadores y eran necesarios en una ciudad que durante el verano tenía gran afluencia de turistas porteños”, sostiene Sulleiro al tiempo que destaca que entre los visitantes los denominaban “Vicentinos o caboverdianos”, aunque, para la revista Caras y Caretas eran los “Negros nadadores de Mar del Plata”. “Los negros de la prefectura son maravillosos… parecen haber nacido dentro del agua. De tal modo se manejan dentro de ella, igual que cualquier mortal en tierra firme”, destaca el artículo de la revista de la época.

De acuerdo a las crónicas periodísticas, el mejor nadador del grupo era Sebastián Sosa que además, practicaba la natación de forma competitiva y había obtenido diferentes premios por su desempeño acuático.

Para los medios que veían como una novedad la presencia de personas origen africano en Mar del Plata, Francisco Monteiro, otro de los nadadores “era un verdadero atún” y se convirtió en un héroe local cuando el 12 de diciembre de 1909 salvó a una niña de morir ahogada en el muelle Luro

El Cabo José Luis Alfonso, otro de los denominados “guardavidas importados” también tuvo la atención de los medios de comunicación de la época tras rescatar a un bañista y obtener la medalla al salvataje de Prefectura General de Puertos.

Por último, Francisco Ramos, fue considerado un héroe por locales y turistas en enero de 1911 tras nadar durante cuatro horas para retirar del agua el cadáver de Don Antonio Soto de las costas de Playa Bristol. La acción fue catalogada como una hazaña que le valió el reconocimiento de la Prefectura de Puertos y la sociedad de la época.