El gato en nuestro mundo

Las redes sociales se han convertido en un gran parque virtual donde mostrar y mirar gatos. Los felinos domésticos se han vuelto un gran fenómeno que alcanza libros, redes, videos, series y documentales por todas las plataformas.

Un gato que ronronea es un gato contento. Esto debería ser verdad, pero no lo es.

11 de Septiembre de 2022 13:14

El fenómeno de los gatos sigue creciendo. Se reivindica su figura a través de muchas cuentas en todas las redes sociales, libros, series y documentales. A uno de los últimos estrenos de la plataforma Netflix, En la mente de un gato, hay que sumar una cantidad importante de material que busca entender y comprender las actitudes felinas.

Abigail Tucker, en su libro Como los gatos domésticos nos domesticaron y se apoderaron del mundo, cuenta como fueron conquistando territorio desde “tierras nativas en el Oriente”, a través de barcos, hasta lograr instalarse en cualquier tipo de hábitat. Sin embargo, dicha conquista también se dio en la contradicción: una relación íntima con los humanos, pero sin dejar de lado su gran autonomía.

“Tanto el gato como el perro son animales con quienes nosotros, los humanos, hemos suscrito un solemne contrato. Hemos convenido un pacto no escrito con sus antepasados salvajes, por el que les ofrecíamos comida, bebida y protección, a cambio de cumplir ciertos deberes. Para los perros los deberes eran complejos, abarcaban todo un abanico de tareas: cazar, guardar la propiedad, defender a sus amos de los ataques, destruir las alimañas y actuar como bestias de carga tirando de nuestros carritos y trineos… Para los gatos, los términos del antiguo contrato fueron mucho más simples y han seguido siéndolo. Sólo existieron dos tareas, una primaria y otra secundaria. Se les requirió para que actuaran, en primer lugar, como reguladores de ratas y ratones; luego, además, como animalitos de compañía” sostiene Desmond Morris en Observe a su gato (Plaza y Janés – 1992).

Observe a su gato de Desmond Morris es uno de los tantos libros sobre los felinos.

Hoy, aquellos mismos gatos que obsesionaban en el antiguo Egipto lograron tener, por ejemplo, su propia categoría en las redes sociales: “cat content”. Pero en realidad todo empezó en los 90, cuando comenzaron a comentarse la vida de los gatos en foros y blogs. Se potenció todo en 2005 con la llegada de YouTube, donde el primer gato que se muestra es el del propio cofundador de la plataforma, Steve Chen. Hoy las grabaciones tienen más de 25.000 millones de visitas.

¿Por qué? es la gran pregunta sobre su masividad y el fenómeno que han generado en internet. ¿Solo por su ternura? ¿Por lo enigmáticos que son? ¿Por lo creativos? En las mismas redes sociales, algunos se conforman con comparar internet con la plaza a la que llevan a los perros. Al no contar con un lugar físico donde compartirlos, la virtualidad ha dado un gran parque para compartir e interactuar con ellos.

Lo cierto es que todo este material que está dando vueltas por ahí no solo cumple la función de entretener, sino también la de encontrar una vía de comprensión sobre los comportamientos de estos misteriosos animales.

En este caso en particular, el libro del zoólogo Desmond Morris ayuda en la tarea por su contenido y por su forma. En él, la información está concentrada en el comportamiento felino para que este dé una respuesta a las preguntas con las que uno se enfrenta permanentemente. Lo que sigue son algunos ejemplos:

-¿Por qué ronronea el gato?

La respuesta parece bastante obvia. Un gato que ronronea es un gato contento. Esto debería ser verdad, pero no lo es. Repetidas observaciones revelan que los gatos aquejados de un dolor, heridos, de parto o incluso moribundos, ronronean a menudo en voz alta y durante mucho tiempo. Difícilmente cabe considerar contentos a estos gatos; naturalmente, es cierto que los gatos felices también ronronean, pero el encontrarse a gusto no es la única condición para ronronear. Una explicación más precisa, que se adecua a todos los casos, es que el ronroneo indica un estado de ánimo social amistoso: por parte de un gato herido, por ejemplo, puede considerarse como señal para un veterinario de que necesita ayuda, o una señal a su dueño, dándole las gracias por su amistad.

El ronroneo aparece por primera vez cuando los gatitos tienen sólo una semana de vida y se produce antes cuando los amamanta su madre. Actúa entonces como señal de que todo va bien y que el alimento tomado está llegando satisfactoriamente a su destino. La gata está allí, escuchando los ronroneos de agradecimiento y sabe, sin tener que mirar, que nada ha sido olvidado. Ella, a su vez, ronronea a sus mininos mientras se alimentan, dándoles a entender que ella también goza de un estado de ánimo relajado y complaciente. El ronroneo entre gatos adultos (y entre gatos adultos y los humanos) es ciertamente secundario: se deriva de este primer contexto padres-crías.

Una distinción importante entre los pequeños felinos, como nuestra especie doméstica, y los grandes felinos, como los leones y los tigres, consiste en que estos propiamente no ronronean. El tigre te saluda amistosamente con «un ronroneo de una sola vía» —una especie de farfulleo—, pero no existe el ronroneo de dos vías del gato doméstico, que realiza su zumbido no sólo al expeler el aire (como el tigre), sino también al impeler. Sin embargo, el ritmo de la exhalación/inhalación del ronroneo del gato se lleva a cabo con la boca firmemente cerrada (incluso agarrando el pezón), y puede continuar sin el menor esfuerzo durante horas si las condiciones son adecuadas. A este respecto, los pequeños felinos superan a sus parientes gigantes, pero los grandes tienen otro rasgo que lo compensa: rugen, lo cual es algo que los gatos nunca hacen.

El fenómeno de los gatos sigue creciendo. Su figura se reivindica a través de muchas cuentas en todas las redes sociales, libros, series y documentales.

-¿Por qué el gato desgarra la tela de su sillón favorito?

La respuesta habitual es que el animal se afila las uñas. Esto es verdad, pero no de la manera que la mayoría de personas se imagina. Les parece que afilan los puntos mellados, a la manera como nosotros afilamos los cuchillos desafilados. Lo que realmente ocurre es que se arrancan las vainas viejas y gastadas de las uñas, revelando unas brillantes uñas nuevas por debajo. Es algo que se parece más a como la serpiente muda de piel que a afilar un cuchillo de cocina. A veces, cuando la gente pasa la mano por el lugar en que el gato ha estado arañando el mueble, encuentra lo que cree una uña arrancada, y teme que el animal, accidentalmente, las haya metido en las fibras fuertes del tejido y se haya lastimado. Pero «la uña arrancada» no es otra cosa que la vieja capa exterior, preparada para que la eliminen. Los gatos no efectúan esos poderosos actos tipo suavizador con las patas traseras. En su lugar, emplean los dientes para morder las viejas vainas de las uñas de atrás.

Una segunda función del suavizamiento de las patas delanteras es el ejercicio y fortalecimiento del mecanismo de retracción y protrusión de las garras, tan vital para capturar a las presas, luchar con los rivales y trepar.

Una tercera función, insospechada para la inmensa mayoría de la gente, es la de marcar el territorio por los olores. Tienen unas glándulas odoríferas en la parte inferior de las garras delanteras, que frota vigorosamente contra la tela del mueble donde ha clavado las uñas (…).

En su desesperación, algunos dueños de gatos recurren a la práctica cruel de quitarles las uñas a sus animalitos. Aparte del daño físico que eso supone, también resulta psicológicamente perjudicial para el gato y lo coloca en seria desventaja en las persecuciones en que deba trepar, en la caza y en las relaciones sociales felinas. Un gato sin uñas no es un verdadero gato.

-¿Por qué hablamos de siesta de gato?

Porque los gatos se permiten breves períodos de sueño ligero con mucha frecuencia. En realidad, estas breves siestecitas son tan comunes en los gatos y tan raras en los seres humanos sanos que no resulta una exageración decir que gatos y personas tienen, fundamentalmente, una pauta diferente de sueño. A menos que los adultos hayan pasado en vela parte de la noche, o estén enfermos, o sean muy ancianos, no se permiten estos breves sueños fuera de hora. Limitan su tiempo de dormir a un solo y prolongado período de, aproximadamente, ocho horas cada noche. En comparación, los gatos son unos superdormilones y, en un plazo de veinticuatro horas, se pasan durmiendo unas dieciséis, es decir, el doble del período humano. Esto significa que un gato de nueve años, que se aproxima ya al final de su vida, habrá estado sólo despierto durante un total de tres años. Este no es el caso de la mayoría de los otros mamíferos, lo que coloca al gato en una categoría especial: la de un asesino refinado. El gato es tan eficiente en conseguir sus alimentos altamente nutritivos que le sobra el tiempo para dedicarse al ocio empleando este tiempo en dormir y, aparentemente, en soñar. Otros carnívoros, como los perros y las mangostas, gastan mucho más tiempo dando vueltas de acá para allá, buscando y persiguiendo. El gato se sienta y espera, anda un poco, mata y come, y luego se adormece como un gourmet bien saciado. Cabe decir que nadie se queda dormido tan de prisa como un gato.

-¿Por qué a veces un gatito arroja un juguete al aire cuando juega?

(…) Esto demuestra que el gato posee una notable capacidad para el juego creativo al inventarse un pájaro en vuelo. Apoya esta idea el que ningún gato adulto, cuando caza pájaros, emplearía el método de dar papirotazos con las garras delanteras. Se alega que esta acción es un auténtico movimiento inventivo, reflejando la avanzada inteligencia del gatito. Por desgracia, esta interpretación es errónea. Se basa en el desconocimiento que se tiene de los actos instintivos de caza del gato. En estado salvaje, los gatos poseen tres pautas diferentes de ataque, que dependen de si cazan ratones, pájaros o peces. Con los ratones, los persiguen, saltan, los atrapan con las patas delanteras y los muerden. Con los pájaros, los persiguen, saltan y, luego, si el pájaro sale volando por el aire, saltan detrás de él, alzando a la vez ambas patas delanteras. Si son lo suficientemente rápidos y lo atrapan con el movimiento de tenazas de sus patas delanteras, tiran hacia abajo de su presa para el mordisco fatal. Menos familiar es la forma en que los gatos cazan peces. Lo hacen tras tumbarse al acecho al borde del agua y, luego, cuando un pez imprudente nada cerca, hunden una garra rápidamente en el agua y la deslizan por debajo del cuerpo del pez, haciéndole salir fuera del agua. La dirección del salto es hacia atrás y por encima de los hombros del gato, llegando así a tierra. Mientras el desconcertado pez aterriza en la hierba detrás del gato, el cazador gira sobre sí mismo y salta. Si el pez es demasiado grande para hacerlo saltar con sólo una pata delantera, en ese caso el gato se arriesga a meter en el agua las dos patas a la vez, agarra al pez por debajo con las garras extendidas y lo hace volar hacia atrás y por encima de su cabeza.

Si esa instintiva manera de pescar es lo que simbolizan los gatitos al hacer volar la pelota, no han aprendido ni inventado nada nuevo. La razón de que todo esto haya pasado inadvertido en el pasado se debe a que muy pocas personas habían observado a los gatos cazando con éxito en estado salvaje, pero sí habían visto a sus animalitos saltar sobre los pájaros en el césped del jardín.

 

El vínculo con la literatura ha quedado también fuertemente marcado. Desde las muchas imágenes de escritores con sus gatos, hasta su protagonismo en la historias, los felinos han dicho presente. Podemos enumerar a Poe y El gato negro, Baudelaire y Los gatos, El niño que dibujaba gatos de Lafcadio Hearn, la saga de Los gatos guerreros de Erin Hunter, El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüeya de T.S. Eliot, pasando por Doris Lessing y sus Gatos ilustres para llegar a la pregunta del filósofo Michael de Montaigne: “Cuando juego con mi gata, ¿cómo sé que no es ella la que juega conmigo?”.

Los felinos nos fascinan desde tiempos antiguos. Mítica, religiosa, literaria y domésticamente, ellos han generado pasiones y odios, pero nunca indiferencia. Algunos se la atribuyen a Víctor Hugo, pero me gusta pensar que fue Borges quien sentenció que “Dios creó al gato para darle al hombre la oportunidad de acariciar un tigre”.