Murió Ledda Barreiro, histórica referente de Abuelas de Plaza de Mayo Mar del Plata

La referente local de la emblemática organización de Derechos Humanos falleció este viernes a los 88 años. Por problemas de salud, se encontraba internada en una clínica de nuestra ciudad.

Carmen Ledda Barreiro, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo MDP falleció a los 88 años.

15 de Diciembre de 2023 11:50

Por Redacción 0223

PARA 0223

A los 88 años, falleció Carmen Ledda Barreiro, titular de Abuelas de Plaza de Mayo Mar del Plata.

La triste noticia fue confirmada hace instantes a 0223 por referentes de organizaciones de Derechos Humanos en la ciudad. “Ledda se encontraba internada y murió este viernes a las 7 de la mañana”, señalaron con inmenso pesar.

Al igual que otras Abuelas, la historia de Ledda es triste: el 22 de diciembre de 1976 su hija, Silvia Muñoz, embarazada de un varón y su esposo, Gastón Larrieu, fueron secuestrados y desaparecidos.

Cómo si no era suficiente tanto dolor y sabiendo además que su hijo mayor Alberto estaba detenido en Mendoza -estuvo 7 años encarcelado- entre enero y abril de 1978, Ledda fue secuestrada y torturada  junto a su marido en “La Cueva”, un Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionaba en la Base Aérea Mar del Plata. Tiempo después, supo que su hija dio a luz en un centro clandestino y estuvo detenida en la Brigada de Investigaciones de La Plata, en el CCD "Pozo de Arana", en la Comisaría 5°, el "Pozo de Banfield" y posiblemente "La Cacha". Hasta el día, los tres se encuentran desaparecidos.

Desde ese momento, fue una de las referentes de la filial local de Abuelas Plaza de Mayo y fue uno de los símbolos en Mar del Plata del "Nunca Más".  

 

Su historia

Ledda conoció en 1952 a Alberto Muñoz y tres años más tarde, el 22 de junio de 1955 en nuestra ciudad, fue madre de Silvia. Un año más tarde llegó  Antonio, y por último el más pequeño del trío, Fabián, que nació 12 años después.

Silvia militaba en la JUP (Juventud Universitaria Peronista) y Antonio en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Corría el año 1975 y en Mar del Plata, al igual que el resto del país, se vivía un clima de tensión política. Si bien aún no había producido el Golpe de Estado, estaba presente la Concentración Nacional Universitaria (CNU), una agrupación terrorista de ultraderecha, cómplices de las fuerzas policiales y militares que fue un germen para lo que luego sería la Triple A marplatense. En esos tiempos Carmen Ledda Barreiro de Muñoz y su familia vivían en una casa ubicada en Quintana al 4.000. “Éramos, lo que se dice, una familia feliz”,  recordó a 0223 durante una entrevista realizada en octubre del 2020, por una conmemoración del Día de la Identidad.

La CNU había comenzado una feroz cacería y los Muñoz-Barreiro se habían convertido en uno de sus objetivos. “De todos los adolescentes y jóvenes que venían a mi casa, solo quedo vivo mi hijo Antonio”, recordó Ledda con tristeza. 

Ledda, su marido y su hijo pequeño se refugiaron en Bariloche. “Estuvimos dando vueltas por toda la Argentina”, cuenta. Silvia estaba en La Plata y su hijo Antonio viajó a Mendoza, días después de que fue apresado junto con su esposa Ivonne y su beba de tan solo un par de días de vida.

Tres meses más tarde, viajó hacia Mendoza a buscarlos y cerca de  la fecha en la que se oficializó el Golpe de Estado, vio la tapa del diario “Los Andes” donde había una foto de su hijo y su nuera torturados, pero vivos. Ledda compró el diario, y valientemente se dirigió al Comando a reclamar por el paradero de su familia. Allí pidió ver a Antonio y un oficial enrolló el diario, la empujó y le dijo que “no vuelva porque a lo mejor no sale”.

Lejos de dejarse ganar por el miedo, se dirigió a la penitenciaría y pidió hablar con el director. El hombre salió, le estrechó la mano, la invitó a su despacho y les pidió amablemente que se sentaran. Luego levantó un teléfono y ordenó: “Traigan al interno Muñoz”. La llevaron a un patio donde logró reencontrarse con Beto, que siguió preso por 7 años más hasta que fue liberado en 1981. Su nieta, María Antonia, fue dada a otra familia, pero 8 meses más tarde lograron recuperarla.

Ledda, su marido y su hijo pequeño se refugiaron en Bariloche. “Estuvimos dando vueltas por toda la Argentina”, cuenta. Silvia estaba en La Plata y su hijo Antonio viajó a Mendoza, días después de que fue apresado junto con su esposa Ivonne y su beba de tan solo un par de días de vida.

Tres meses más tarde, viajó hacia Mendoza a buscarlos y cerca de  la fecha en la que se oficializó el Golpe de Estado, vio la tapa del diario “Los Andes” donde había una foto de su hijo y su nuera torturados, pero vivos. Ledda compró el diario, y valientemente se dirigió al Comando a reclamar por el paradero de su familia. Allí pidió ver a Antonio y un oficial enrolló el diario, la empujó y le dijo que “no vuelva porque a lo mejor no sale”.

Lejos de dejarse ganar por el miedo, se dirigió a la penitenciaría y pidió hablar con el director. El hombre salió, le estrechó la mano, la invitó a su despacho y les pidió amablemente que se sentaran. Luego levantó un teléfono y ordenó: “Traigan al interno Muñoz”. La llevaron a un patio donde logró reencontrarse con Beto, que siguió preso por 7 años más hasta que fue liberado en 1981. Su nieta, María Antonia, fue dada a otra familia, pero 8 meses más tarde lograron recuperarla. Y ahí comenzó su interminable lucha.

Durante aquella entrevista, Ledda contó que hasta ese entonces  había muy pocas mujeres politizadas. Ellas eran de la primera camada de mujeres que votó en la Argentina y cuando lo hacían, votaban lo que les decían sus maridos. Pero debido a las circunstancias, todo cambió. “Éramos mujeres comunes viviendo situaciones extraordinarias”, dijo. 

Entre 1976 y 1983 la lucha por encontrar a los hijos y nietos desaparecidos era complicada. Jueces como Marta Delia Pons, Otilio Romano, Guillermo Max Petra Recabarren, Luis Miret, Rolando Carrizo, entre otros, adoptaban una actitud de colaboración con los secuestros y desaparición de los niños y la supresión de su identidad, omitiendo investigar sus orígenes y facilitando adopciones.

El 30 de abril de 1977 madres y familiares se reunían en la Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos desaparecidos y ejercían con su presencia presión nacional e internacional por la aparición con vida de sus seres queridos. El grupo recibió el nombre de Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo, había un subgrupo que además de sus hijos, estaban buscando a sus nietos apropiados por las fuerzas de seguridad. Se constituyeron en octubre del mismo año como Abuelas de Plaza de Mayo. Ellas solicitaron apoyo a todos los líderes de los principales partidos políticos de la Argentina, quienes se negaron a comprometerse. “Algo habrán hecho para estar detenidos”, repetían.

Frente a un panorama nacional sometido al miedo y a la desinformación por parte de las principales autoridades, decidieron recurrir a la ayuda humanitaria internacional. Ledda afirma que Abuelas  fue considerada en el mundo, especialmente en Europa, ya que allá se sabía la realidad de lo que pasaba en Argentina.

En cada viaje al exterior Abuelas consultaban por especialistas en genética y antropología forense para ver si mediante la sangre se podía constatar si había o no lazo familiar con algún bebé recuperado. En 1982 hicieron una gira por varios países de Europa, pero no pudieron encontrar ninguna solución. Víctor Penchaszadeh, médico argentino exiliado en Nueva York, asumió el reclamo de Abuelas de Plaza de Mayo. En esa época la ciencia permitía saber la filiación entre padres e hijos, pero no entre abuelos y nietos. En octubre de 1983, gracias a los avances científicos de la genetista Marie Claire King se logró la formulación del Índice de abuelidad, este establece la posibilidad de parentesco entre un nieto y sus abuelos a partir del análisis del material genético.

La vuelta de la democracia

El 10 de diciembre de 1983 el país recuperó la democracia cuando asumió Ricardo Alfonsín, pero mucho transcurrió para que Madres y Abuelas puedan hacer justicia. El estado nacional comenzó una serie de investigaciones y enjuiciamientos, que debido a presiones y levantamiento militares, concluyeron con las Leyes de Impunidad sancionadas en 1986 y 1990. “Menem fue terrible para nosotras”, recordaba Ledda Barreiro en referencia a los 10 decretos comprendidos entre los años 1989 y 1990 que favorecieron a 1.200 militares, civiles y guerrilleros condenados por torturas, homicidios, desapariciones, falsedad de documentación, entre otros delitos.

Hasta que llegaron los Kirchner”, rememoró Ledda y consideró como al primer presidente argentino que se comprometió con la causa, y se emocionó cuando revivió aquel 24 de Marzo de 2004 en el que Néstor Kirchner hizo bajar los cuadros de los presidentes de facto Jorge Videla y Reynaldo Bignone de las galerías del colegio militar.

Cuando hablaba de la juventud, se entusiasmaba: “Un pibe que piense y milite para que las cosas puedan cambiar”.