Una cita que terminó en homicidio y una familia que encubrió el crimen: a 20 años del caso Tiscornia

El 22 de abril de 2003 Guillermo Caldera le disparó en el mentón a Bárbara Tiscornia y minutos después, con la ayuda de su padre, arrojó el cuerpo agonizante de la joven en un acantilado de Parque Camet.

El homicidio de Bárbara Tiscornia conmocionó a Mar del Plata. Foto: Álbum familiar.

22 de Abril de 2023 10:01

Por Redacción 0223

PARA 0223

Fría madrugada del 23 de abril de 2003. Un Mercedes Benz negro va por la costa a toda velocidad hasta un acantilado apartado en inmediaciones a Parque Camet. Estaciona, bajan dos hombres, un joven de contextura atlética y un hombre de mediana edad, descargan algo del baúl, lo arrastran unos metros y lo arrojan barranca abajo. Suben al vehículo y se alejan del lugar por el mismo boulevard deshabitado por el que llegaron.

Con los primeros rayos de sol, un pescador que llega al acantilado, observa un bulto entre las piedras. Pensando que se trataba de un animal grande, baja para observar en detalle y descubre que se trata del cuerpo de una chica envuelto en mantas y bolsas de residuos. Las piernas dentro de una bolsa de nylon y el resto del cuerpo, cubierto por una frazada ensangrentada. Da aviso a las autoridades que revisan el hallazgo en el lugar.

El cuerpo estaba cubierto por mantas y bolsas pero podía distinguirse que tenía un jean azul, zapatillas urbanas y un buzo blanco ensangrentado producto de un balazo en el rostro.

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Barbera Tiscomia tenía 20 años, era la tercera de cuatro hermanos y se había criado en una familia de clase media. Alternaba el día entre las clases de Arte Dramático en el exAsilo Unzué y Danza Contemporánea con salidas con amigas y correcaminatas por la costa. Había dejado el hogar familiar y estaba parando en casa de una amiga hasta el 22 de abril que aceptó la invitación de Guillermo Caldera para cenar en su departamento sin sospechar que se dirigía a su destino final.

A principios de abril, haciendo ejercicio, conoció a Guillermo Caldera, un joven atlético de 21 años. Con el paso de los días, la relación se transformó en un incipiente noviazgo. La primera cita fue en un boliche, y para la segunda, pese al poco tiempo que llevaban juntos, ella aceptó la invitación para ir a su departamento. Cerca de la medianoche se despidió de sus compañeras de teatro y fue al encuentro de Caldera. Era el 22 de abril de 2003.

“El único que sabe lo que pasó realmente es Caldera”, aseguraba la familia de la joven en ocasión de cumplirse una década de la muerte de su hija. De acuerdo al relato del joven, después de cenar la estudiante de arte dramático encontró en el departamento una Colt calibre 11.25 que pertenecía al padre de Guillermo, el médico Jorge Caldera, y que guardaba en la mesita de luz. La chica comenzó a jugar con el arma y cuando él quiso enseñarle a usarla, el arma se disparó. Desesperado al ver que su novia estaba inconsciente en el piso con un disparo en la cara, en medio de un charco de sangre, llamó a su padre para pedirle ayuda. De hecho, fue el hombre quien se ocupó de la joven ya que Guillermo estaba en shock y salió a tomar aire. Para los allegados de Bárbara, en cambio, el relato de Caldera no es del todo claro y no se condice con su personalidad.

De acuerdo a los testimonios de los vecinos, por la madrugada se escuchó una discusión de pareja que venía del tercer piso y un disparo. Lo inmediato fue un silencio sepulcral. Una vecina quiso subir a ver qué había pasado pero su hija la detuvo no pudo averiguar nada. Minutos más tarde del mismo departamento volvió se escuchó un portazo y una discusión, esta vez entre dos hombres aunque no lograron identificar el tema de discusión. En menos de una hora, en el departamento de Caldera comenzaba una jornada de “limpieza general”. "Parecía que en madrugada de limpieza a fondo, corría mucha agua y había olor a lavandina”, declaraba ante los jueces Hugo Trogu, Daniel Adler y Eduardo Alemano una vecina.

Julio Razona, abogado de la familia Tiscornia recordó que de la autopsia se desprendió que más allá del disparo en el maxilar izquierdo, el cuerpo no presentaba signos de violencia, ni hematomas o rasguños en brazos y cuerpo, “lo que da a entender que no ejerció defensa, tampoco fue golpeada ni abusada sexualmente”, recordó. De acuerdo al forense, Bárbara tuvo una sobrevida de 15 minutos y la muerte se produjo en el acantilado.

Tras la muerte de Bárbara, Caldera se dio a la fuga. Se entregó siete meses después en un café de Av Libertad y con los medios de comunicación presentes. Prolijo, con barba y el pelo alisado, aparentemente tranquilo, Guillermo Caldera apagó el cigarrillo, terminó su café, y les dijo a los Policías que le pusieron las esposas “Vuelvo a recuperar la paz”. Acompañado por su abogado Mariano Ayesa, el día anterior habían acordado su entrega con el fiscal Aldo Carnevale, sin imponer condiciones.

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En 2005 el Tribunal Oral Criminal condenó a Guillermo Caldera a 13 años de prisión por  Homicidio simple, En 2007, por un pedido de la defensa, la Cámara de Casación bajó la pena a 10 años de prisión efectiva pero, en noviembre de 2009 el joven fue excarcelado por decisión de la Suprema Corte que consideró que los seis años que pasó en prisión Caldera sin condena firme excedían el plazo razonable.

En el transcurso del juicio además surgieron elementos suficientes para abrir una causa paralela al Dr Jorge Caldera por abandono de persona agravado seguido de muerte. El Tribunal Oral Criminal 1 a cargo de Facundo Gómez Urso absolvió el 9 de septiembre de 2015 al médico ya que consideró que la sobrevida fue de un “breve lapso” tras el disparo recibido y, más allá de calificar como “deleznable” la actitud de Caldera, indicó que la lesión  provocó una muerte instantánea.

Para Razona, en cambio quedó probado que Jorge Caldera llegó al lugar al departamento donde agonizaba la joven en menos de dos minutos. “Tal como se probó en el juicio de 2005, subió al departamento, bajó el cuerpo por la escalera, lo cargó en el auto, recogió a su hijo y arrojaron los restos en un acantilado de la zona norte”, sostenía.

A entender del letrado, Caldera solo observó la herida en la mandíbula, por lo que no podía tener dimensión real de su gravedad. “Bárbara era donante de órganos, y podría haber tenido asistencia mecánica que permitiera que sus padres tomarán la decisión de realizar la ablación”, señaló al solicitar los 12 años de prisión que fueron desestimados.