El inolvidable regreso del Festival de Cine a Mar del Plata

Pasaron 26 años entre 1970 y 1996. 26 años donde el único festival de cine de clase A que había en nuestro país fue pausado. Pero de pronto, iniciada la década de los 90, un grupo de personas se propone devolverlo a esta ciudad y esta es la historia.

Fueron muchos los que ayudaron para que el Festival volviera a Mar del Plata.

30 de Noviembre de 2024 11:58

El contexto que se vivía era el siguiente: segundo mandato de Carlos Menem, Elio Aprile gana las elecciones en General Pueyrredon y una ciudad devaluada en muchos sentidos, incluido el turístico.

Pero Mar del Plata siguió generando propuestas de cine, ese era uno de sus puntos a favor, el vínculo entre el cine y su gente. De hecho, durante esos 26 años por la ciudad pasaron: la Muestra de Cine Internacional durante varios años, que se hacía en el Teatro Auditorium en el mes de marzo;  el Festival Internacional de Cine Realizado por Mujeres; el Festival Cinematográfico de la Comunidad Europea; la Muestra de Cine Japonés; Ecovisión: Encuentro Nacional de Cine y Video sobre Medio Ambiente; el Festival de Cine Antropológico; la Muestra de Cine Nacional, coorganizado con ACCA y el INCA; el Festival Latinoamericano de Cine de Mar del Plata y el Festivales de Súper 8, entre otras actividades.

Es así que Susana López Merino, directora del Teatro Auditorium, convoca al productor de cine Mario Marchioli para formar una Asociación pro Festival de Cine de Mar del Plata. Él, junto a otras tres personas, se encargarían de buscar las posibilidades para que la ciudad cuente con el Festival Internacional de Cine una vez más.

“Me acuerdo de todo como si fuese hoy”, comienza diciendo Mario Marchioli, productor de El exilio de Gardel, la reconocida y premiada película de Pino Solanas. Y agrega, “Me llama Susana López Merino y me dice: ‘Mario, vos que vas a festivales permanentemente, ¿no querés trabajar en equipo para traer nuevamente el festival a Mar del Plata’. Yo creía que era como una misión medio imposible, pero le dije: ‘En lo que yo pueda ser útil, contá conmigo”.

Cartel oficial del Festival de Cine.

Era el año 1994. Las cuatro personas miembros de aquella Asociación pro Festival de Cine tuvieron una primera reunión en la Villa Victoria. Por delante mucho para hacer, pocos recursos, los de siempre para las actividades culturales, nada de dinero y mucha voluntad y entusiasmo.

La comisión y algo más de gente comenzó a trabajar en la iniciativa. La intención era juntar voluntades nacionales e internacionales para que Mar del Plata sea la sede elegida.

Marchioli comenzó a hacer gestiones de manera personal a nivel nacional e internacional y, por su parte, Graciela Di Iorio y Carlos Piglia hicieron, en carácter de gestión oficial, un viaje de apuro en nombre de la municipalidad a Cannes, para ver cómo esa ciudad trabajaba la parte logística en un festival grande. Ellos llegaron con el festival comenzado al lugar y fue muy difícil la inserción, pero los ayudaron algunos directores argentinos que estaban allá. Fue un viaje que no tuvo apoyo del Incaa, pero los resultados fueron muy provechosos, ya que trajeron un amplio informe por escrito y con fotos sobre el funcionamiento de un festival de esas características.

“Necesitábamos reunir voluntades, o sea, que vengan motivos desde afuera, cartas o comentarios para que Mar del Plata sea elegida. En un momento yo le dije a Susana que necesitábamos apoyo del Incaa. Fuimos a hablar y lo logramos. Nos facilitaron un ejecutivo que fue fundamental para todo, Salvador Samaritano, el Negro Samaritano, un periodista que lo quería todo el mundo. Él se encargó de ir a París y gestionar con la Asociación de productores cinematográficos (Fiap), que son como los dueños de los festivales. Me acuerdo de que justo cuando estaba por subir al avión, Cavallo, que era el ministro de economía, sacó un decreto en el que prohibía viajar al exterior a los funcionarios, así que le bajaron las maletas en el preembarque. Junto a él lo logramos, pero la cuestión era que el Festival era cedido a Argentina. Cuando esto se conoció, Julio Maharbiz, que era el director del Incaa, comenzó a ponernos palos en la rueda. Él quería hacerlo en Buenos Aires. Nosotros pensábamos que, en Buenos Aires, con todas las actividades que hay, se iba a perder. Pero él decía que Mar del Plata no estaba en condiciones. Es más, decía que él también tenía una propuesta de Mendoza para hacerlo, porque Mar del Plata no iba a poner un peso para la organización. Nosotros tratábamos de explicarle que todos los festivales tienen siempre algo que ver con el mar, así fue en todas las ediciones y ciudades elegidas en ese momento, pero para él era una molestia”.

Mario Marchioli fue productor de El exilio de Gardel, la reconocida y premiada película de Pino Solanas.

- ¿Y cómo lo resolvieron? ¿Quién inclinó la balanza hacia Mar del Plata?

- Le pedimos una reunión al presidente Menem. Teníamos de nuestro lado a Francisco "PacoMayorga, ministro de Turismo, que además estaba enemistado con Maharbiz. Nos dan una audiencia para dentro de dos meses, mientras mandaban una comisión de “notables” para auditarnos, es decir, para ver si la ciudad estaba en condiciones. Sabíamos que, más allá del resultado, siempre iban a encontrar alguna cosa. Pero bueno, dos o tres días antes de la entrevista con el presidente, a dedo y con la ayuda de Paco Mayorga, Menem dice que será Mar del Plata. Igual fuimos a la Casa Rosada a agradecer. Fuimos con el intendente Aprile, el concejal Eduardo Salas, María del Carmen Álvarez Argüelles, Susana López Merino. Estaba también Paco Mayorga, también estaba invitado Julio Maharbiz pero no fue.

El objetivo estaba logrado, el Festival de Cine volvía a la Argentina y se hacía en Mar del Plata. Ahora venía la parte más operativa. Ahí Marchioli dejó la comisión. Su meta era que el festival volviera y eso se había logrado. “Ayudó mucha gente para que eso pasara, mucha gente del exterior y de acá, muchos del ámbito del cine y otros no tanto”, recuerda Marchioli.

Un Festival de Cine de esa magnitud trasciende lo cinematográfico. En todos los casos hay una apropiación por parte de la ciudad anfitriona, así como un compromiso y una participación activa de la comunidad. Mar del Plata no podía no hacerlo. Había una historia y un acontecimiento a celebrar, pero poco se sabía sobre cómo se vivía algo así. Y en este sentido, mucho influyeron la participación de Carlos Piglia y Graciela Di Iorio. La ciudad quiso ser parte también y se logró.

Gina Lollobrigida en una de sus visitas a Mar del Plata.

La fecha era mucho más propicia que la actual. En marzo recién está comenzando el calendario de festivales y eso hace que se cuenten con más películas y agendas más libres de participantes. En noviembre, como es ahora, esto ya es algo más complicado. “Se consiguieron muy buenas películas, muy buen material”, recuerda Mario. Y agrega, “En esos primeros, lo atractivo era eso. Era todo novedad y la gente que vino era muy reconocida, en los primeros hubo nombres realmente importantísimos”.

-Da la sensación que el compromiso que había por parte del Municipio y también de mucha gente fue cayendo con el tiempo…

- Claro. Cuando volvimos de la Casa Rosada, Aprile me propuso hacer una charla en el Concejo Deliberante sobre lo que significaba un festival de cine. Yo hablé desde mi experiencia, no cabía un alfiler en el Concejo. La idea era contar y mostrar como las ciudades donde se hacen los festivales se apropian de él y cómo interactúan con los visitantes. Luego la repetimos en Ucip para vidrieristas y arquitectos. Llevé fotos de las villas de San Sebastián y compartimos experiencias. También di una para los voluntarios que participaron en el Teatro Auditorium.

Aún se tenía muy fresca la experiencia de los Juegos Panamericanos. Una de las propuestas de Marchioli fue que los voluntarios participen también del Festival Internacional de Cine, que participen en modo “Ángel”, como se los denomina en estos festivales, que son aquellos que acompañan a cada una de las estrellas e invitados para ayudar a organizarse con su agenda y con sus actividades.

El resto es historia. El Festival de Cine tuvo se gran regreso en una ciudad de Mar del Plata que estaba brillante y expectante por la llegada de estrellas. Las vidrieras lucían, todas, una estampa vinculada al cine; la gente hacía largas filas para poder asistir a alguna proyección (era otro atractivo la espera en fila compartiendo con desconocidos poder entrar mientras se charlaba) y ver limusinas o autos “caros” donde se especulaba que iba algún actor o actriz internacional.

La imagen buscaba mostrar la participación del público local.

Marchioli es un hombre de cine. Más allá de su sapiencia, cuenta con una memoria prodigiosa que le permite recordar cada detalle de lo ocurrido. Vive y siente el cine de una manera muy especial. Cada dato brindado, cada detalle de la organización es acompañado con alguna anécdota que ilustra los hechos. Muchas de ellas increíbles, otras que revelan datos importantes de quienes participan.

Mario cuenta, “Llegaba el intendente de Montevideo, Uruguay, que era muy conocido porque era el dueño de una fábrica de galletitas muy conocidas allá. Llega al aeropuerto Piazolla, no se llamaba así, era Camet en ese momento, y el ángel (voluntario) que lo va a buscar le dice: ¿Usted es el intendente de Montevideo? Sí, bueno agarre sus valijas y sígame’, Otra muy distinta es cuando llega un jefe de fotografía mexicano, falleció hace mucho tiempo, pero que trabajaba en Estados Unidos. Muy famoso, ahora no me sale el apellido, y llegó al aeropuerto y no lo estaba esperando nadie. Al final cae un ángel y este le dice que no lo lleve al hotel, sino que lo lleve directamente a la secretaría. Llega y pide inmediatamente su pasaje de vuelta a México porque nadie lo estaba esperando”.

Se aclara que esas fueron las mínimas, pero las anécdotas se suceden: “Nino Ramella cuenta una muy linda con Gina Lollobrigida que vino a dos festivales. En el teatro Colón pasaban Pan, amor y fantasía y la presentaba Elio Aprile. Pero la película no llegaba y no llegaba, entonces le hacían señas a Aprile para que estirara. Y Aprile hablaba y hablaba y se hacía re larga la presentación hasta que al final la película llega. Empieza a pasarse y estaba en italiano, obviamente, y con subtítulo en alemán”.

El transporte fue todo un tema a resolver en aquella primera edición, porque Mar del Plata tenía una sola limusina. Entonces iba y venía de acá para allá todo el tiempo. “A Alain Delon le pusimos un Mercedes Benz 270, imaginate que en ese momento el 290 era el mejor, que era de una amiga de mi esposa, y era de color verde. Lo fueron a buscar al Costa Galana, salió Delon y lo primero que dijo fue: ‘Yo nunca viajó en un coche color verde’. Y se tuvo que ir. En otra oportunidad, la limusina como te decía iba de acá para allá, llega al hotel y se suben Jorge Barreiro y otro actor. El chofer se da vuelta, los mira y les dice, ‘Disculpen, bájense porque esto es para las estrellas únicamente’”.

Entre los invitados de esa edición N° 12 del Festival de Cine estaban: Alain Delon, Catherine Deneuve, Sophia Loren, Gina Lollobrigida, Libertad Lamarque, Carlos Hugo Christensen (a quien se rindió un homenaje), Jacqueline Bisset y Sônia Braga. En tanto que el Jurado Oficial sumó a Nelson Pereira dos Santos, Arturo Ripstein, Alain Robbe-Grillet, Juan José Saer y Abbas Kiarostami, quien se encontraba en la cresta de la ola del cine mundial.

Y algunos de los premios que se entregaron fueron: a la Mejor Película, El perro del hortelano, de Pilar Miró (España); como Mejor Director, a Zhang Yuan por Ding Gong Xi GongDetrás de la ciudad prohibida– (China) y como Mejor Actriz, a Renée Zellweger por The Whole Wide World (EE. UU.), entre otros,

Portada del catálogo del Festival.

Desde 1954, el Festival de Mar del Plata –único en Latinoamérica de Categoría “A” – refleja el universo del cine argentino e internacional y se consolida como una plataforma de desarrollo e intercambio de la industria cinematográfica y audiovisual: una cita obligada para realizadores, productores, actores, distribuidores y cinéfilos.

El paso del tiempo hizo su trabajo. Desacuerdos y la pérdida del foco de atención en lo que sí importa del festival, más los intereses que siempre están en juego, hacen que cada año se viva de una manera diferente bajo la sensación de que será el último en la ciudad. Es cuando más se necesita el apoyo y la apropiación de la comunidad de este evento cultural y local. Que el desinterés que se ha ido viendo en los últimos años, así como la despreocupación de autoridades, se enfrente a las ganas y al entusiasmo que provoca en la gente, buscando emular lo vivido en 1996.