La Malharro y su persistencia artística
Ya desde su nombre, Escuela de Artes Visuales, fue trasgresora. Tiene más de 60 años y se la conoce simplemente como “la Malharro”. A fuerza de conquistas y arte supo ganarse su espacio. Toda una usina de artistas de y para Mar del Plata.
En 1960, Mar del Plata contaba con noventa y cinco balnearios a lo largo de la costa, más de 1.200 hoteles, se construían 7.000 nuevas viviendas por año, tenía 32 galerías comerciales, se recogían más de 7 millones de kilos de pescado, 30 playas de estacionamientos y por el Casino pasaban más 25.000 personas por día. Esta realidad llevó a que la revista Vea y Lea la denominara “la primera ciudad turística del mundo”.
En ese mismo año, también en Mar del Plata, surge un nuevo espacio vinculado a la cultura y el arte: la Escuela de Artes Visuales. Con el apoyo de la provincia de Buenos Aires y distintos sectores locales, promovieron la creación de la escuela en un contexto de vanguardias artísticas y vaivenes políticos, buscando fortalecer el perfil de una ciudad turística moderna. Fue un 4 de junio de 1960, posteriormente se denominaría Martín Malharro.
Susana Delgado participó del libro Escuela de Artes Visuales Martín Malharro. Memoria Histórico-visual y también de El apogeo de la ciudad de todos. Mar del Plata en los años sesenta recientemente editado por EUDEM. Pero, además, lo que no es un dato menor, fue docente en la Escuela de Artes Visuales por más de 20 años.
“Yo creo que la vitalidad que tiene la escuela está dada, justamente, por esa interacción de carreras. Y eso se ve, por ejemplo, en las Usinas. Esa es una tarea pendiente, tratar de reconocer si hay una identidad “malharrense”, porque, claro, es una interacción diaria, cotidiana, la que se produce entre los distintos actores, entre las distintas carreras. Está, por un lado, el profesorado en artes visuales, o sea el que va a ser escultor, o el que se inclina por la docencia, pero también están los diseñadores de arte, los ilustradores, en los últimos años la carrera de escenografía y después están las carreras de medios que se puso en vigencia en los últimos años, o sea que hay ahí una riqueza creativa muy interesante sobre la que es muy necesario seguir indagando”, comienza describiendo Susana Delgado quien es licenciada en Letras y Doctora en Historia.
La Escuela de Artes Visuales comenzó sus actividades el 4 de junio de 1960 en el Club Mar del Plata. Su antecedente más importante era la Escuela de Cerámica que se había fundado diez años antes, el 2 de diciembre de 1950 y su promotor y fundador fue el profesor Alberto Emilio Torres, quien se había desempeñado previamente como secretario técnico de la Dirección de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, cargo al que renunció para ocuparse como directivo y docente del nuevo proyecto de formación artística en la ciudad. Vale mencionar que, junto a la Escuela de Artes Visuales, también se creó el Conservatorio de Música.
La escuela, inmediatamente, registró gran cantidad de inscripciones que obligaron a desdoblar los turnos. Se pedía como requisito indispensable tener sexto grado aprobado y su perfil era de enseñanza secundaria con orientación artística con una duración de cuatro años. Su título final era el de Maestro en Artes Visuales. Según consta en el artículo de Susana Delgado, las materias iniciales fueron: “dibujo, escultura, pintura, grabado, historia del arte, sistemas de la composición, matemáticas, idiomas, educación visual, morfología y otras complementarias”.
Pero nada iba a ser tan fácil. El 10 de febrero de 1961, un incendio en el edificio del Club Mar del Plata prácticamente destruyó la casi totalidad del edificio sin dar tiempo al rescate del patrimonio de la escuela ni del Conservatorio. Y en ese instante aparece una pregunta que aún hoy acompaña al sistema educativo: ¿Quién y cómo sostener el sistema educativo? ¿Cómo se podía volver a poner en funcionamiento la escuela y dónde?
“Alberto Torres sabía qué puertas golpear y enseguida organiza una comisión de padres que apoyan la continuidad de la escuela y, a pesar de las complicaciones, se logra la autorización para ocupar un edificio ubicado en la calle Deán Funes al 1300, entre 3 de febrero y 9 de julio, donde funcionaba la Dirección de Construcciones Escolares”, informa Susana. En ese espacio permanecen hasta que, durante otra tormenta, se cae uno de los tanques de agua y se inunda todo el espacio. “La escuela está cruzada por los avatares políticos y las tormentas geográficas”, comenta Susana.
Pero eso ocurrió ya pasados varios años de funcionamiento. La escuela seguía creciendo y la comunidad entre estudiantes, docentes y artistas iban creando una identidad propia. Nuevas carreras se abrieron, el Plan Piloto, más matrícula, más turnos para más estudiantes. Fueron más de 20 años en ese espacio hasta que no dio para más, mucho antes de la caída del tanque de agua. Las instalaciones colapsaban y los peligros para la integridad física de estudiantes y profesores eran muchos. El Estado no daba respuestas y los estudiantes determinan una protesta con clases en la vía pública, algo que tuvo mucha presencia en los medios de comunicación en ese cierre de década.
- ¿Cuándo el marplatense se apropia de la identidad de la escuela?
- Yo creo que se impone por espíritu, por presencia, por provocación, por deseo de estar de la propia escuela más que por un apoyo espontáneo de la comunidad. La escuela participa activamente en distintas actividades y hay convenios con instituciones donde los logos, la señalética viene de la carrera de diseño gráfico. Hay una interacción y una vocación por parte de la escuela de tener una presencia activa, pero yo sostengo que nos cuesta reconocer que, por ejemplo, a la vuelta de mi casa hay un artista plástico reconocido que surgió de la Escuela de Artes Visuales. Muchas veces los chicos que salen de la escuela son más reconocidos afuera que acá. Y, además, ya desde el inicio hubo una vocación trasgresora en el mismo título que tiene la escuela. Porque en otros lugares se llama escuela de Bellas Artes y acá es artes visuales. Esto nos indica el reconocimiento de la fotografía como arte, la ilustración, el diseño como arte y el desarrollo de las nuevas tecnologías dentro del campo, ya en los años 60.
Por la década de los 60 también se creó la Universidad Provincial de Mar del Plata, por iniciativa del titular de educación provincial, el Dr. Ataúlfo Pérez Aznar. Según se narra en el libro, “En un primer momento, varias instituciones provinciales y terciarias quedaron bajo la órbita de la nueva universidad (como la Escuela Normal Media mixta, la Escuela de Artes Visuales, la Escuela Provincial de Comercio, el Conservatorio de Música, la Escuela de Cerámica y el Instituto de Perfeccionamiento para el Magisterio), pero dicha integración no pudo concretarse”. Es así que la Escuela de Artes Visuales marca su destino. Mientras tanto, la escuela, y toda su comunidad, continúa con sus proyectos y sus necesidades.
-Te quiero consultar por cómo cruzó dos momentos históricos la escuela: la dictadura cívico militar del 76 al 83 y el 2001…
- Con respecto a los años de la dictadura, ahora es un tema que se ha estado investigando, pero hubo detenidos, en su momento desaparecidos. Yo recuerdo haber participado de charlas en las que estuvieron presentes dos de ellos. Creo que es un poco el resultado y las consecuencias de la época también, la revolución cubana, el Cordobazo, no podía ser de otra forma. En una escuela de arte la creación está al servicio de los miedos, de las inquietudes, de las interrogantes que se plantea el ser humano. ¿Cómo no va a ser el ámbito donde se van a querer encontrar respuestas a lo que se vive en el contexto histórico en el que toca vivir? Yo lo plasmé en el capítulo del libro con un testimonio, había padres que no querían que sus hijos sus hijos fueran a estudiar a la escuela porque decían que iban a ir todos presos, porque ahí eran todos revolucionarios (la escuela tiene una alumna desaparecida como consecuencia de la dictadura). Creo que no podía ser de otra manera. En cuanto al 2001, yo estaba en la escuela y te puedo asegurar que toda la comunidad fuimos absolutamente atentos, empáticos y pendientes de lo que sucedía. Los estudiantes, en general, se solidarizaban y participaban de los reclamos. Recuerdo que hubo sentadas en las esquinas y manifestaciones artísticas con murales y otras expresiones artísticas por los profesores, por ejemplo, que cobraban en patacones y cada tanto. Pero la participación de la escuela no estuvo ajena en absoluto con el momento histórico que se vivía en el país.
Según se amplía en el libro El apogeo de la ciudad de todos, “Como en casi todas las escuelas de arte del país, los militares veían en ellas un foco nocivo. No era otra cosa que el ámbito de alfabetización del manejo de la metáfora, a través de la cual podían interpretar la complejidad de la vida social. El estilo político que propiciaba el debate, el diálogo y promovía la intervención para la transformación, le había dado a la institución cierta fama entre los marplatenses que no veían con buenos ojos que sus hijos e hijas estudiaran allí”, durante el gobierno militar.
Pasan los años y ya en la década del 90, caída del tanque de agua de por medio y una matrícula y actividades mucho mayores que el espacio que se contaba, se decide reincidir por un establecimiento propio. “El lugar destinado fueron los galpones y oficinas que tenía la Dirección de Arquitectura de la Provincia, en La Pampa y Av. Luro. Allí, la escuela inició otra etapa con nuevos problemas, motivados por la falta de comodidades adecuadas a sus necesidades para un funcionamiento normal. De nuevo era necesario remodelar el lugar, ampliar el aulario y los talleres, siempre con urgencia en función de los nuevos proyectos que nunca claudicaron”, se señala en el libro.
La Escuela de Artes Visuales Martín Malharro, o “la Malharro” como se la reconoce, mantiene hoy una retroalimentación permanente entre estudiantes y docentes porque muchos de ellos pasan por la escuela intercambiando esos dos roles. La escuela sostiene una presencia permanente también en la comunidad, así como una fuerte producción artística. “A los cuatro años de su fundación, se le pone el nombre de Martín Malharro. Ya esa es una idea trasgresora, porque él mismo había escrito algunos textos sobre la importancia de la educación artística, la importancia del dibujo en las escuelas primarias, en el jardín inicial, en la secundaria. Hay ahí toda una cuestión ligada a la importancia que tiene la educación artística en todos los niveles educativos”, agrega Susana Delgado.
La investigadora también destaca la cantidad de artistas reconocidos nacional e internacionalmente que ha lanzado “la Malharro”, abriendo la lista con Pablo Menicucci. En ese sentido comenta que, “hace unos años, 2021 creo, vino a la escuela a dar una charla Georgina Gluzman, que había hecho la curaduría de las obras de artistas plásticas que estaba en el Museo Nacional de Bellas Artes, y ella decía que si todo lo que se hiciera acá se hiciera en Buenos Aires, sería conocido por todo el país”. Y en eso se resume también, al menos un poco, la problematización que plantea Delgado. “Desde mi punto de vista, y esa es la problemática que abordo en mis investigaciones, es esa tensión permanente entre la producción marplatense en sí misma autóctona, podríamos decir, y las producciones que vienen de Buenos Aires. Es una lamentable problemática que hace que los mismos marplatenses, de alguna manera, ‘ninguneen’ la producción local y prefieran otras, y eso es algo que hay que discutir y poner sobre la mesa para, justamente pensarlo”, sostiene.
La Escuela de Artes Visuales Martín Malharro, a pesar de los avatares políticos y las tormentas, tiene más de 60 años. Sigue pujando y gestando artistas de y para la ciudad y con un sentido de pertenencia y una identidad propia, “la Malharro” sigue su camino y su persistencia artística.
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