Una escalera caracol, entrepisos ocultos y un "dormitorio" con un motor de ascensor: los secretos mejor guardados de la Villa Ortiz Basualdo
Una joya arquitectónica que retrata parte de la historia de Mar del Plata. Llegó a poseer 100 ambientes, algunos desconocidos para locales y turistas. Conocelos.
Pararse en la esquina de la avenida Colón y Alvear y contemplar la Villa Ortiz Basualdo, es conocer una parte de la historia de Mar del Plata y cómo vivía la aristocracia argentina en la belle époque, pero adentrarse en la casona es, además, entender cómo lo hacía un sector de la clase obrera.
Para comprender esto, hay que remontarse a comienzos del 1900, cuando los Ortiz Basualdo contrataron a los arquitectos Luis Dubois y Pablo Pater para diseñar la residencia veraniega y a Leandro Bianchini para construirla. El pedido era concreto pero no simple: debía estar sobre el entonces llamado Boulevard -hoy avenida- Colón e inspirarse en los castillos del Loira (Francia).
Luego de varios meses de intenso trabajo, en 1909, la casa más linda de Mar del Plata estaba en pie: sobresalía desde lo alto de la Loma Stella Maris y era admirada por los primeros veraneantes de la Biarritz argentina, que la veían mientras paseaban por la exclusiva vieja Rambla Lavalle.
Pero sorpresivamente y quizás no conformes con el esplendor de la obra, 10 años después, en 1919, los Ortiz Basualdo decidieron remodelar totalmente la fachada y le encargaron la obra al destacado constructor Alula Baldassarini y al arquitecto francés George Camús. La ampliación incluyó ...¡50 ambientes más!. Algunos rumores sostienen que la construcción de la Villa Normandy en 1918 -a 1 cuadra de distancia- acaparó la mirada de todo aquel que pasaba por ese coqueto sector de Mar del Plata y los Ortiz Basualdo, para no ser menos, decidieron cambiar su casa de verano, que pasó del “manoir francés” hacia el “anglonormando” y así copiarle el estilo a la casona de Colón y Alvear y exhibir una casona de 100 ambientes de arquitectura pintoresquista que así luce hasta nuestros días.
Un valor patrimonial protegido
Ya en su interior, la Villa Ortiz Basualdo recibía a sus distinguidos invitados y huéspedes con una muestra del progreso: a unos pasos de la puerta principal estaba el primer ascensor de la ciudad que los llevaba a algunos de los tres pisos. Pero si eran temerosos de lo que les ofrecía la modernidad, podían subir por las escaleras que daban al primer piso donde había un oratorio, la sala de música, la sala de estar y reunión, o en el segundo y tercero, donde se encontraban las habitaciones y los baños.
De más está decir que cada ambiente hoy en día luce igual como fue construido hace casi 120 años, gracias a la nobleza de los materiales pero sobre todo al especial trato que le brinda el personal municipal que trabaja en el cuidado de este valor patrimonial invaluable, protegido por Ordenanza desde el año 1980.
La escalera auxiliar, el sector oculto de la Villa Ortiz Basualdo
En el fondo de la casa, una puerta – que da hacia la calle Bolívar- era el acceso del personal de servicio y por donde pasaban desde el lechero al carnicero y los distintos proveedores a la cocina. Desde allí, los mozos llevaban a los dueños de casa, el desayuno, almuerzo o cena a través de un montacargas o de una sinuosa y angosta escalera caracol.
Esta escalera auxiliar no suele ser parte de las visitas guiadas del Museo de Arte Juan Carlos Castagnino y transitarlas y recorrer esos pisos muestran algo muy poco conocido del histórico edificio.
Es que la enorme casona de los Ortiz Basualdo posee tres pisos, cada uno con una altura de más de 5 metros desde el piso al cielorraso. Pero el sector trasero, por donde se movía el personal doméstico, hay 2 entrepisos por cada piso de los amos de casa. Este detalle se observa claramente en el primer piso donde está el balcón de música.
Y el detalle pasa casi inadvertido en la altura de las puertas en la parte principal de la casona: las aberturas de las habitaciones eran de más de 2 metros de altura mientras que las que utilizaba el personal de servicio, eran de menor tamaño y disimulaban su porte con un gran marco superior de madera .
En todo ese sector de la casa, también estaban los baños, donde los trabajadores poseían un sector de aseo con duchas, aunque en uno de ellos actualmente hay una bañera, que fue trasladada allí, ya que originalmente había un pie diluvio.
La escalera caracol también comunica ese sector oculto con el último piso de la enorme casa: el Ático. Allí, ese enorme espacio, al igual que en toda la casa, posee pisos de madera aunque están sin el lustre y brillo del resto del sobrio edificio. Si bien se desconoce cómo lucía en esa época, todo el extenso piso tenía una sorprendente uso: funcionaba de dormitorio y de sala de máquinas.
Todo el ambiente tiene la particular falta de ventilación: a pesar de la gran cantidad de ventanas, muchas de ellas poseen vidrio esmerilado y son fijas (sin abertura), por lo que el calor debe haberse sentido en ese último piso de la casa veraniega, donde el techo poseía una cubierta de tejas de zinc, como posee en la actualidad.
Las mujeres que trabajaban en la casa dormían, sin pared mediante, a escasos metros de la sala de máquinas donde estaba el motor del ascensor. Y más arriba, sobre unas enormes vigas de acero, hay 6 grandes tanques de agua hechos de concreto, que suministraban de agua potable a la enorme mansión. En esa época, sin el uso de enormes grúas, depositarlos allí debe haber sido una tarea de ingeniería colosal. En el punto más alto de la Loma Stella Maris, donde desde la vieja Rambla se veía la casa más hermosa de Mar del Plata.
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