De todo laberinto: Una crónica de viaje convertida en confesión literaria

El nuevo libro de Martín Cantalupi no es solo una colección de crónicas de viaje, podría decirse que se trata de una "expedición personal" transformada en literatura. Lo que comenzó como un artículo largo para una revista, De todo laberinto (Cuento Cierto – 2025), fue mutando hasta convertirse en un audaz híbrido que fusiona la autoficción con el Norte argentino.

Cantalupi usa su propia historia para recordar que la vida exige pausas.

14 de Diciembre de 2025 11:20

La semilla de la obra, confiesa Martín Cantalupi, se plantó casi por accidente: "Yo arranqué escribiéndolo pensando en una nota para una revista literaria o algo así". Pero la narración pronto encontró un escollo. El autor, un ingeniero de profesión acostumbrado al método, se enfrentó a un dilema estructural. "En el medio del libro se me presentó un problema, había algo ahí que faltaba y no terminaba de redondearse. Faltaba un hilo conductor entre la primera parte del viaje y la segunda", asegura el autor.

La solución fue audaz: insertar un intermezzo. Lejos de ser un descanso, esta sección, que reflexiona sobre la muerte y anécdotas dispersas, funciona como un umbral narrativo. Es el puente que transporta al lector de la relativa calma de Purmamarca a la intensidad de Tilcara, un paraje que "lo moviliza mucho" y donde lo sobrenatural parece filtrarse en cada página.

Martín reconoce sin rodeos: "Lo del intermezzo, la verdad, es que me encapriché por primera vez con el formato del libro... cada capítulo es un pueblo, cada crónica de viaje tiene su parte reflexiva en otro formato, está todo enfrentado".

Por ello, con el intermezzo, el efecto buscado no es el relajo, sino la inmersión total. El intermezzo obliga a una pausa para entrar en una nueva dimensión de la crónica.

Los espacios en blanco

Una de las características más llamativas del libro es su diagramación. El texto está lleno de aire: párrafos cortos seguidos de páginas en blanco. Cantalupi no recurre a este recurso por efectismo, sino por necesidad.

"El libro viene a hablar un poco de eso, del vivir a las corridas, que es un poco lo que le pasa al que tiene ansiedad en general", reflexiona el autor. “Los espacios en blanco son un acto de respiración inconsciente obligada" para el lector.

Así, la lectura se convierte en un ejercicio físico y de resistencia. El autor decidió deliberadamente abrir el manuscrito, que al inicio estaba "pegadito", para forzar la pausa. "Al principio, el texto estaba muy junto, sin aire. Entonces, decidí abrir huecos, dejar páginas en blanco, permitir que el lector respire. Y la lectura se convierte en un ejercicio físico también: pasar la hoja, mover la cabeza, detenerse un instante. En tiempos de atención dispersa como los de ahora, esa pausa se vuelve también un gesto de firmeza", asegura.

La ciencia y lo mágico a 4.000 metros de altura

La voz de Cantalupi es la de un ingeniero que choca con el viajero que se deja arrastrar por el pensamiento mágico. Esta colisión es la esencia del relato:

  • La mirada fría: El tratamiento psiquiátrico, la pastilla, la consulta.
  • El pensamiento poético: Caminar a 4.000 metros, donde el aire escasea, y los rituales del Norte desafían la lógica.

"Sentí que en la mezcla de esos dos mundos... como que faltaba un choque entre esas dos cosas", explica. La ansiedad, domada por una pastilla, se enfrenta a la ansiedad necesaria para sobrevivir en la montaña. El Norte no es un decorado, es un catalizador que impone un ritmo donde el aire escasea y los rituales populares desafían la lógica.

El viaje al Norte se transforma en un ajuste de cuentas con la ansiedad. Cantalupi rechaza el romanticismo de la carencia material, pero abraza la sabiduría del paisaje, donde la pobreza coexiste con la riqueza simbólica: "Ranchitos en valles luminosos, niños corriendo detrás de un guanaco, la electricidad recién llegada a parajes olvidados. La naturaleza impone su sabiduría y su ritmo", asegura.

En esos parajes, la ansiedad no desaparece, pero su dimensión cambia.

El autor firmando ejemplares el día de la presentación.

El autor recuerda dos momentos clave: el viaje de 2013, mochilero y agotador, tras 27 horas de tren, y el regreso en 2021, después de la pandemia, acompañado por su pareja. En Cafayate, decide desandar el camino, volver al punto de entrada, recorrer otra vez los lugares que lo marcaron. El hostel abandonado, las huellas del tiempo, los recuerdos que se transforman en materia narrativa y todo se convierte en crónica. Se convierten en este libro.

Cantalupi usa su propia historia para recordar que la vida exige pausas. Las crónicas, los intermezzos, los espacios en blanco y las ilustraciones, es decir, todo lo que "deja penetrar lo fantástico" de forma gradual, sellan una propuesta contundente: la literatura también puede ser un acto de resistencia: detenerse, mirar, dejarse movilizar.