Jugó un partido histórico para Kimberley y recordó a su padre en las Malvinas: la historia de los Rinaldi
En el día de su cumpleaños, Mateo Rinaldi habló con 0223 de una semana repleta de emociones. Cómo la vivió entre tantos recuerdos.
Por Redacción 0223
PARA 0223
Juan Mateo Rinaldi nació el 4 de abril del 2000 en Lamadrid, provincia de Buenos Aires, hace exactamente 25 años. Dentro de una familia apasionada por la pelota, tiene como hermano a Nicolás (31 años), volante de Gimnasia y Tiro de Salta, ex Alvarado. Para los dos y para sus padres esta fue una semana esperada por lo que se iba a jugar "Mate" en la Copa Argentina: un mano a mano con Newell's representando a Kimberley. Pero, mucho más que el fútbol, para los Rinaldi la primera semana de abril siempre es especial por papá.
Jorge Rinaldi era un adolescente en 1982 mientras escuchaba la radio. Si las últimas tres cifras del documento daban un número mayor al 500, entonces, te informaban que ibas a la colimba. Su DNI termina en 990 y sabía que le tocaba... pero no que le tocaba ir a la guerra. “Los mantuvieron encerrados e incomunicados durante diez días y los hicieron viajar. Hay fotos que están con frío, pasándola mal, y otras en las que tienen la ropa húmeda porque no se cambiaban por días e igual están sonriendo. Eso es heroico”, destaca Mateo de su padre y de sus compañeros excombatientes.
“Hubo un pacto de silencio y no se habló del tema durante más de 10 años. Los familiares y amigos eran la única contención. Fue duro. Hoy se está reivindicando, aunque sea con un posteo. Y ellos tienen ganas de hablar a pesar de que balbucean de la emoción cuando un nene les hace preguntas”, analiza Mateo en una entrevista con este medio.
Mateo disfruta el día que tanto ansiaba. 3 de abril del 2025. La gente del club le manda un video desde el micro que los llevó de Mar del Plata a Vicente López, entra en calor y sonríe al ubicar a sus padres y tíos en la popular. Empieza el juego, Kimberley defiende y él garantiza la solidez. Ya se está terminando el segundo tiempo, la definición por penales se acerca, el Dragón completa otra exitosa oposición a los ataques de Newell's y Rinaldi se da vuelta, se ríe levantando los brazos y canta junto a la hinchada. Un goce, un trance. Porque al toque tiene que darse vuelta, volver a meterse en el partido y fajarse con la espalda de Luciano Herrera, que venía de anotarle al Boca de Gago en el 2-0 de la Lepra.
“Para nosotros esto representa seguir escribiendo la rica historia de Kimberley. Ya se jugaron nacionales, se jugó en Primera con Newell's, pero en este Siglo XXI lo hicimos nosotros. Nos conmueve”, le dijo a 0223 Mateo Rinaldi.
Kimberley cerró un partido a la altura de un equipo de Primera División con el empate sin goles. Penales. Con la serie 3 a 3, Mateo se hace cargo de la quinta ejecución y no duda. Fuerte al medio el derechazo. Y no duda. Hace la pose de Rinaldi en homenaje a su padre y la foto que se tomó en Malvinas, en la guerra.
Finalmente, el Dragón no pudo eliminar a Newell's pero se fue con la frente en alto. De la misma forma que llegó junto a su gente: para el club fue el premio, la frutilla del postre luego de un 2024 con ascenso al Federal A y gran campaña en la tercera división del fútbol argentino. Mateo, proveniente de Deportivo Norte, vibró con el público y entendió lo que significa la noche de Platense por su feeling con los kimberleños. “Me hice amigo de los chicos de natación de Kimberley en el profesorado de Educación Física. Ellos me conmueven por su forma de ver la vida y el entrenamiento, por el profesionalismo que tienen, aún sin ser tan valorizados como los futbolistas que tenemos la suerte de jugar un deporte cultural”.
Malvinas en la memoria del padre, el corazón del hijo y en el papel
Este 2 de abril fue una fecha especial para Mateo. Lejos de su padre, pasó el día en Capital Federal aguardando por la disputa por un boleto a los 16avos de final de la Copa Argentina. Sin embargo, abría Instagram y estaban presente las Malvinas. Twitter, igual. Fotos y textos. Llegó el 3 de abril y, con papá Jorge en la tribuna, saltó al campo de juego. “En la previa hubo un minuto de silencio, no quería desconcentrarme pero me enfoqué en mi viejo porque es una semana especial. Para él y para la familia. Todo es para ellos”.
En la habitación del hotel donde concentró en Kimberley, en su casa familiar de General Lamadrid, en un departamento alquilado en Mar del Plata o donde encuentre un tiempo, Mateo escribe sobre la causa. Sobre lo que vivió su padre. “Hace dos años que escribo textos sobre él. Marzo y abril son las fechas que más escribo. Es cuando más lo llamo a él, más números pido de otros excombatientes. Hay detalles de cómo se sintieron en cada historia individual. Esas sensaciones salen desde su piel y yo las transmito, porque es difícil explicar lo que se siente”.
El 4 de abril termina la semana celebrando su cumpleaños. Una semana naturalmente movediza para sus emociones por Malvinas, con el agregado de haberse metido en la historia moderna de Kimberley. Disfrutando con la responsabilidad que conlleva defender las banderas. Con una sonrisa y los puños en alto. Lápiz en mano.
La carta que escribió Mateo Rinaldi sobre su padre y las Malvinas:
¿Por qué a mi?
En la radio dijeron mi documento, mi identidad, mi esqueleto envuelto de masa magra y grasa, mi ilusión -combinada con mi ingenuidad- de querer estar presente en la infatigable COLIMBA. Los números específicos ya indicaban a dónde ibas a ir. En esta ocasión me tocó “Infantería Marina, sección perros de guerra” la curiosidad comenzaba a emerger en mi cuerpo, con un perro? no puedo cuidarme a mí y voy a tratar de ir con un animal doméstico. Si, la realidad es que el contexto con el momento que se estaba viviendo, si, tenía que hacer frente a mis suposiciones e ir con el mejor de mis empeños. Pasados los meses el cariño, las riñas, las peleas y los amores fueron forjando mi amistad con Nick, ese horizontal de 4 patas, con dos orejas inmensas y la mirada transformada cuando se respondía a la señal de mi persona, honestidad bruta en sus expresiones, a través de sus ojos podía observar que brillaba el principio indestructible que hay en ellos, no necesitaba hablar para saber lo que él sentía, lo que percibió, las inquietudes que tenía, una olfateada interminable cuando pasabas varias horas sin estar con él en algún tipo de descanso que solíamos tomar, se desvive por mi siente que no me puede faltar, soy su guía, soy su superstición, soy su esperanza a una vida mejor, la señal que espera para atacar o retroceder según mande la ocasión.
El Presidente de facto comunicó con gran exaltación el desembarco de tropas nacionales en las Islas Malvinas, el discurso me conmueve, Nick me mira, desorientado intentando comprender la situación, con su trompa -de gran tamaño- me mueve el brazo izquierdo que apoyado en la rodilla resiste el primer embuste, al segundo casi se cae, al tercero se va hacia su lomo, el quiere ser parte de mi sentir, quiere que lo acaricie, no que yo lo sienta, sino que él me interiorice al palparlo yo, al fregarme de sus pelos duros como hormigón, él intenta saber la cuestión de mi pasión, de mi interés por esas palabras tan religiosas como mundanas, tan embriagadas de exclamación, rebalsadas de emoción, rociadas por el miedo, la verdad se disfraza de ilusión para influir en la voluntad ¡Ay, la pasión de los Argentinos!
Salimos en épocas de pascuas con un ARA que se dirigía a las islas, ya se sentía un frío apremiante que traspasaba todo tipo de tela que cubría mi cuerpo, Nick por su parte viajaba abajo, seguramente perdido, sin su guía, sin su respaldar. Pasadas algunas horas empezamos a ver a los lejos tierra, una tierra árida, cruda, en partes pastosas y en partes arenosas, “la preocupación es escasa cuando la creencia es ferviente” pensaba yo, no había nada que me impida estar ahí, me inflaba el pecho cada vez que me imaginaba las caras de mis seres queridos con el orgullo que me merecía estar ahí. Pero algo en mi cabeza me revoloteaba desde la primera vez que escuché mi Documento Nacional de Identidad en la emisora radial, una voz muy delgada e ínfima detrás de mi oreja izquierda me empezaba a comentar “por qué a mí?” a lo que hice caso omiso, siguiendo mi fiel compromiso con la superstición de que gracias a Dios estaba entrando al campo de batalla.
Dentro de esas islas de dimensiones diminutas en cuanto a vistas de un mapa pero increíblemente interminable pisando suelo yacía un ambiente silencioso, calmo, me recordaba a mi pueblo, a mi campo, con unos 20 grados menos pero no me importaba, no me importaba la sensación térmica, la calamidad, la muerte, no me importaba nada de eso, era indestructible si tenía un pueblo, Nick y a Dios de mi lado.
El sol de los días solamente sirve de luz, porque nuestros calores son solo mentales, es la primera vez que lo veo a Nick con recelo, con cautela, incluso con cierto temor, sin que se le vea esa lengua larga llena de babas cayendo por encima de mis manos, tenía la mirada fija en el horizonte, en el sol que no llegaba a enceguecer por alguna bruma que se sostenía, parecía que pensaba, que reflexionaba sobre la situación, pero todo se esfumaba cuando escuchaba mi llamado. La humedad en los pies empiezan a refrescar nuestros esqueletos, el temblequeo era insostenible, mi almohada de barro no me dejaba apaciguar ni siquiera una calma voraz, las mantas tapadas de humedad y suciedad no hacían más que aumentar su pesadez sobre mi estar, tundido en el barro sereno y tranquilo, calmo pero atento, en esa calma otra vez llegaba ahora algo mas nítido, mas fuerte, mas impaciente quizás “Por qué a mi...
Pasan los días y la paz empieza a alborotar, demasiada tranquilidad era evidente que se venía algo en ese brumoso ambiente. Efectivamente, después de 22 días el primer ataque Inglés a Puerto Argentino, noche interminable de tierra que temblaba como mi organismo y mi andar que no sabia donde estaba, el zumbido de las explosiones cerca mio son vidrios rotos en mis oídos, la sensación de estar en un zamba lleno de gritos y sangre, mis manos se enterraban en mi cabeza como queriendo sostenerla de algo que parecía ya perdido de sí, que no quería estar en su cuello, su fiel cuello. No se podía visualizar, nos quedaba aferrarnos a algo ese algo que era Dios, ese Dios infinito, ese Dios que amo pero que quizás no me ame él tal cual mi sentir, porque parecía no estar cuando se nos congelaba el alma del frío abismal, parecía que se perdía por las estrellas de velocidades incalculables que sonaban cerca de nuestros cuerpos, quizás, quería Dios, que estemos tan rápido con él, con su alma, pero lamentablemente somos finitos, somos permeables, somos humanos, arriesgamos a vivir, necesitamos vivir, no asumimos la culpa, no nos engañamos en creer que somos tan poderosos para controlar nuestra naturaleza, la afrontamos, sea cual sea nuestro destino, sentimos el placer en la ceguera de un futuro inminente, inmediato, que no me daba tiempo a pensar, a creer, a rezar, solo a vivir, tratar de estar vivo...
Mi cuerpo se encontraba liberado, ligeramente liberado, despojado de una fuerza que antes sentía, que me sostenía, me contenía, y a la vez me pedía irse. En el momento de pausa de la embestida Británica, me imploró la sensación nuevamente de tranquilidad, de un mar pausado sin corriente, solo el murmullo deun viento tímido que me invitaba a dejar de alborotarme, a volver a sumergirme en la somnolencia de los primeros días, la certidumbre de resultar vencido. Vuelvo a estar nuevamente en mi, renuevo mis esperanzas, pero enseguida me doy cuenta que Nick no estaba, mi compañero de sufrimiento se me había ido, que se me fue hacia alguna dirección contraria a mi, se me esfumó, quizás queriendo hacerle frente a los misiles, quizás asumiendo su sacrificio de porqué había ido, de para que lo habían asignado, sin ningún número de documento que lo identifique, sin ningún pensamiento que añore, sin ninguna religión. Pero -llamativamente- parecía religioso, creyente, se sacrificó por su profeta, por mi, por su Dios, a él le había indicado una misión, o mejor dicho, se había indicado una misión, una misión de amar, una misión de seguir la naturaleza de su instinto, de jugarse la piel, su piel peluda, dura y tiesa, en el fondo, pensaba como Procusto: -el amor sin sacrificio es robo-.
“A los combatientes, aquellos férreos creyentes de su voluntad, de nuestra voluntad, servidumbres de una nación enmudecida que los espero con gestos secos, austeros e indiferentes”.
Juan Mateo
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