Reformó la casa que alquilaba, no se lo reconoció el dueño y se llevó hasta el limonero
Mirá la foto en el cuerpo de la nota y cómo quedó la casa.
Por Redacción 0223
PARA 0223
El inquilino de una casa realizó una mejora, pero el vacío legal producto de la derogación de la Ley de Alquileres, llevó a un terreno (justamente) gris esta definición en particular. Al no consensuar los arreglos en el patio, el dueño no quiso hacerse cargo de lo que gastó quien alquilaba y este último dio marcha atrás en la obra. Tapó las mejoras y se llevó lo que pudo.
Ocurrió en Córdoba Capital. Cuando la familia ingresó a la propiedad, tres años atrás, la vivienda –un dúplex de estilo moderno– estaba recién construida y los detalles fueron terminados con el inquilino casi entrando a vivir, aunque no todo había quedado resuelto. En consecuencia, el patio era un cúmulo de tierra, sin plantas, pasto ni accesorios de jardín. Y, lo peor, es que el agua de lluvia se acumulaba sin salida a la calle.
Las aberturas externas de la planta alta tampoco presentaban rejas de protección, para una casa ubicada en un sector con problemas de inseguridad. Fue entonces que los inquilinos se pusieron manos a la obra, comunicaron verbalmente a la inmobiliaria que iban a realizar ciertas mejoras y así lo efectuaron, según informó La Voz.
Ejecutaron el desagüe, nivelaron el patio, cubrieron de champas de primera calidad el jardín, construyeron una pequeña pileta de ladrillo y cemento (no plástica) iluminada y ubicaron un fogonero también de buen diseño. Transcurrieron los años de contrato y a la hora de renegociar el valor del alquiler las diferencias en el costo mensual de la renta eran significativas.
Los inquilinos le informaron a la inmobiliaria que le trasladaran al propietario el pedido para obtener algún reconocimiento por todas las mejoras que subieron la categoría del inmueble, con un valor a negociar. Pero tampoco se produjo una respuesta positiva en ese sentido y el locador se mantuvo en el nivel del alquiler pretendido, sin aceptar compensar mejoras. “Dice que no le interesa nada”, fue la tajante respuesta del agente inmobiliario. Hubo más intercambios para intentar flexibilizar pero todos fueron en el mismo sentido y siempre con el intermediario, nunca en forma directa.
Con ese límite a la vista, los inquilinos tomaron entonces una decisión: dejar la propiedad tal como la habían recibido. Fue un recorrido inverso, extraño, doloroso pero decidido. Una deconstrucción de lo hecho. Contrataron operarios y levantaron una por una todas las champas del hermoso jardín que habían dispuesto. También sus baldosas. Inclusive desenterraron y se llevaron un limonero pletórico de frutos que en su momento habían colocado en un rincón.
A golpes de maza desactivaron la pileta, espacio que luego cubrieron con tierra, por lo cual quedo anulada. Lo mismo pasó con el fogonero que supo acompañar noches de invierno. Del mismo modo, las rejas del piso superior, hechas a medida, fueron extraídas dado que habían sido pagadas por el inquilino.
La casa, volvió a tener su aspecto original, es decir, fue “restaurada hacia atrás”, como final de una controversia que suele repetirse con más frecuencia de lo que se imagina en la siempre difícil relación entre inquilinos y propietarios.
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