Cruzó todo el boliche sin ver, salió de Cromañón y no se acuerda cómo: la historia de Diego, tras 20 años de lucha
Diego Cocuzza no se acuerda de qué manera salió del incendio y sobrevivió. En un mano a mano con 0223, contó detalles del 30 de diciembre de 2004. Mitos, verdades y la Justicia.
Por Redacción 0223
PARA 0223
Corría el año 2004 y el rock nacional pasaba por un momento bisagra. Luego de la irrupción del género en los noventa, bandas como Los Piojos o Bersuit Vergarabat tomaban el protagonismo en la escena y lo que estallaba era el under. Crecían exponencialmente Los Tipitos (formados en Mar del Plata y publicando Armando Camaleón, su álbum más famoso), Árbol, Kapanga y muchos más. En Buenos Aires, Callejeros llenaba donde se presentaba. El aguante tenía que ver con el fútbol: banderas y bengalas acompañaban a la música.
Diego Cocuzza vivía en ese tiempo en Capital Federal (hoy reside en Mar del Plata). Al igual que tantos otros jóvenes, iba a los recitales a disfrutar de los encuentros y su pasión. A manifestarse. Aborrecía la pirotecnia pero la naturalizaba como todos: medios especializados (con segmentos de cultura y crónicas de shows) elogiaban la "iluminación" en un espectáculo de Los Caballeros de la Quema donde se encendían bengalas o mismo Divididos publicaba Viveza Criolla (2000) con el fuego en su tapa.
No es crítica a los diarios ni a las bandas. Estábamos todos en la misma, aunque se desentiendan algunos. Gustavo Cordera, que en el 2004 pedía que la corten con la pirotecnia en el show que dieron en el Polideportivo de Mar del Plata con Bersuit, fulminó a Callejeros luego de la tragedia, olvidando que su banda había grabado un recital con bengalas. Clarín estigmatizó a la música post Cromañón (con Fontanet como punching ball) y el 26 de mayo de 2004 reconocía en una publicación del diario -cuenta el libro Voces, Tiempo, Verdad en su página 24- que "el ochenta seis por ciento de los boliches porteños no cumplen las medidas contra incendios". La trampa estaba en otro lugar, más allá del peligro que no veíamos con respecto a la pirotecnia.
En ese contexto, República Cromañón era un lugar más de los adecuados (o así parecía) para shows musicales. A su cargo estaba Omar Chabán, reconocido empresario en la cultura rock por ayudar a las bandas emergentes -Luca Prodan lo mencionaba en Quiero Dinero, de Sumo-. Diego Cocuzza ya había estado en Cromañón, de hecho ahí vio por primera vez en mayo del 2004 a Callejeros en vivo. También estuvo el 28 de diciembre del mismo año, una de las tres fechas que concluían con la presentación de Rocanroles sin destino -tercer CD de Callejeros, editado en 2004- el 30 de diciembre. "Lo conocía (a Cromañón) pero no para salir con los ojos cerrados", le cuenta 20 años después a 0223.
- Salí caminando, de suerte.
¿Por qué de suerte?
- Porque estaba lo más lejos que podía estar de la puerta.
En primera persona: humo, desmayos y muerte
Ojos Locos abrió la noche del 30 de diciembre de 2004 como banda soporte. Al finalizar, Chabán le advirtió al público sobre el peligro de la pirotecnia. En Cromañón se habían registrado dos pequeños incendios durante recitales de Jóvenes Pordioseros y La 25. Callejeros subió al escenario, su cantante también pidió que se rescaten (Fontanet solía exigirlo porque es asmático). Empezó a sonar el primer tema, Distinto, del álbum que se presentaba esa noche. Y no terminó.
"Cuando se cortó la luz era como estar con los ojos cerrados. No funcionaban las luces de emergencia. Me puse la remera en la cara e iba tocando al que estaba adelante mío porque no me acordaba dónde estaba la puerta. Hay un momento que no tengo noción de lo que pasó: ya no podía respirar más, el humo me quemaba como cuando tomás café y lo sentís en el pecho. Pero por mil. Respiraba fuego. Y dije, ya está, me muero acá".
Diego estaba a la derecha del escenario. La salida principal estaba a su espalda, a la izquierda. Lo más lejos posible. "Los últimos metros antes de llegar a la puerta no me acuerdo qué pasó", repite. La noche ya era una pesadilla. Casi ni percibió los gritos adentro por la confusión que producía el humo y su toxicidad en el cuerpo. Lo "despertaron" los llantos desgarradores en la vereda. Diego había ido con dos amigas del colegio a ver a Callejeros.
"A mis amigas las perdí antes de que comience el show. Cuando salí, me encontré al toque con una de las dos, con Mali. Nos pusimos a buscar a Lau. Mali me cuenta que me quise meter de nuevo a Cromañón y no me dejaron. Tampoco me acuerdo de eso".
Valores de la amistad: la solidaridad como bandera
Más de 300 testigos pasaron por la causa en la Justicia. La mayoría de los sobrevivientes reconocieron que decenas de personas salían de Cromañón, en medio del incendio, y volvían a entrar para sacar gente. En la desesperación, los bomberos enseñaban una técnica simple, triste y clave: al cuerpo que está pesado hay que dejarlo (porque está muerto) y sacar al de al lado.
Diego continúa: "A Lau la encontramos tirada en el asfalto. Desmayada. Fui a buscar el auto y cuando volví ya se la habían llevado. Entonces me puse a llevar a otra gente a los hospitales". En Cromañón murieron 194 personas, esa noche maldita del 30 de diciembre del 2004, y más de 1400 resultaron heridas. La solidaridad rescató muchas de esas vidas.
"A mí la lucha me salvó"
Luego de entender lo que había sucedido, no quedaba más remedio que continuar con la vida. Pero 17 personas que estuvieron esa noche no soportaron ningún tipo de explicación y se suicidaron. Diego Cocuzza encontró un refugio: usar el dolor como combustible para intentar que no vuelva a ocurrir una tragedia semejante.
"Hay tres mil historias diferentes. Son todas distintas. Hay pibes que hoy están muy mal, sobre todo después de la serie que salió. Cromañón no es lo que me pasó a mí: es un conjunto de cosas, de irregularidades", afirma Diego.
Mitos y verdades: el proyecto de un documental para contraponer lo que mostró la serie
"No nos cuenten Cromañón" (Nncc) es una organización de sobrevivientes y familiares de víctimas de la tragedia. Diego la creó junto a otras personas que habían estado en el boliche de Once durante la fatídica noche del 30 de diciembre.
Allá por el 2007 se encontraban en un bar de Caballito, conversaban acerca de las opiniones en los medios sobre lo que había pasado y se indignaban por la supuesta guardería que habían improvisado en el baño para dejar a los nenes allí durante el show (se probó en el juicio que eso no existió) que daban como cierta en los canales de televisión, la culpabilidad que le otorgaban las radios a Callejeros y la denigración de los diarios contra los pibes y el estilo del rocanrol.
Alzaron su voz, contaron su verdad. Gestionaron manifestaciones artísticas, hicieron marchas en reclamo de justicia. Acompañaron la causa de manera activa. Publicaron un libro: Voces, Tiempo, Verdad, escrito por Bruno Larocca. Lo presentaron en 42 ciudades, dos de Uruguay y el resto de Argentina. Fue declarado de Interés Cultural en Buenos Aires y otras 10 localidades.
"La lucha va por el lado de la concientización y la memoria, por estos momentos. La memoria es la única herramienta que tenemos para evitar que ocurra algo similar. Hacemos charlas en colegios para que quienes no habían nacido cuando ocurrió Cromañón puedan entender lo que pasó", cuenta Cocuzza sobre los debates que surgen en las presentaciones. Según Diego, las charlas terminaron con la última de este año y después del acto del 30 no hay más por hacer.
"Todos los años decimos lo mismo, pasa el verano y nos volvemos a juntar. Un próximo objetivo puede ser un documental para contraponer lo que se mostró como ficción en la serie".
Posturas de los sobrevivientes y posiciones de la Justicia
Hay más organizaciones de familiares de las víctimas y también de sobrevivientes de Cromañón. Por supuesto, con opiniones diversas y algunas coincidencias. "Nncc es la que mayor representatividad tiene entre los sobrevivientes. Se ve en el acto que hacemos a fin de año en homenaje a las víctimas. Hay muy pocos sobrevivientes que opinen que los integrantes de Callejeros sean culpables. Sí hay algunos que los creen responsables", agrega Cocuzza.
Hoy por hoy, los músicos están libres (excepto el baterista Vázquez, condenado por otra causa). En 2012 la Sala IV de Casación Penal confirmó la pena de siete años para Patricio Santos Fontanet, cinco para el resto de la banda y diez para Chabán (murió en 2014). Las condenas se las redujeron, quedando en tres y cuatro años, a los funcionarios que actuaron con negligencia y recibieron coimas para habilitar Cromañón, como se probó en el juicio.
"La Justicia se equivocó desde un principio porque consideraba que una banda tenía que controlar determinadas cosas y la realidad es que no es así. Los que juzgaron en segunda y tercera instancia eran personas que puso la dictadura. Qué podés esperar: fallaron por intereses personales".
El cruce con diferentes organizaciones de familiares de víctimas
Diego camina de un lado al otro. Suena el teléfono y deja todo lo que estaba haciendo para atender. Diciembre no sólo es una fecha especial por el recuerdo del 2004. Cada año, cuando llega el 30, No nos cuenten Cromañón homenajea a sobrevivientes y víctimas con un acto. Pero tiene sus trabas.
La Justicia, en su momento, había prohibido que los músicos de Callejeros se expresaran públicamente sobre Cromañón. Si bien la medida quedó archivada, hay organizaciones de familiares que tratan de impedir que Fontanet participe de las manifestaciones. La del 2024 recordará los 20 años de la tragedia con un nuevo acto en el Obelisco.
El dolor no se puede medir. Sus consecuencias, tampoco. Más allá de las diferentes posturas de los sobrevivientes de una de las tragedias más tristes de la historia argentina o las opiniones disímiles de familiares, las pérdidas de aquella noche son irreparables. En algo coinciden todos: la memoria tiene que servir para que otro Cromañón no ocurra nunca más.
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