Cuatro caballos negros es la nueva novela de Juan Carrá

Recientemente editada, Cuatro caballos negros (Negro absoluto - 2024) nos acerca la historia de cuatro mujeres que recorren la Patagonia. Una novela que busca ilustra el acercamiento que encuentra el autor entre el western norteamericano y la literatura gauchesca.

Cuatro caballos negros y un viaje por la pampa argentina.

8 de Septiembre de 2024 09:40

El planteo teórico fue primero. De hecho, esto ya lo vengo pensando y hay un primer intento en el proceso de escritura de No permitas que mi sangre se derrame. Ahí es donde yo empiezo a pensar un poco esto. Sí es cierto que esa era un poco la premisa, si lo literario podía dar cuenta efectivamente de esa posición más teórica, pero sin perder la estructura de una novela, sin perder la idea de leer una novela”, cuenta el escritor y periodista Juan Carrá sobre el proceso de escritura de su nueva novela Cuatro caballos negros (Negro Absoluto - 2024).

La intención del autor es pensar y proponer un paralelismo entre el western norteamericano, la gauchesca y el criollismo en Argentina, partiendo de la idea de que los dos son la literatura popular del siglo XIX, incluso en el formato folletín. Los dos tienen como personajes centrales a sujetos puestos en el foco, el cowboy y el gaucho, que son, básicamente, personajes simétricos, solo que en dos territorios diferentes. Cuatro caballos negros logra la combinación. Se lee como una novela de aventura con una elección de personajes acertadas: cuatro mujeres excluidas por el racismo, la justicia, la prostitución y una india a la que le cortaron la lengua. Dos violentadas por el sistema, las otras dos violentadas en sus cuerpos.

“Es muy bueno lo que decís, no lo había pensado así. Ellas son productos de los mundos que yo quería unir en esta lógica de western, personajes medio arquetípicos que no podían faltar. Quizás el más raro, el más disruptivo, es el de la negra. Un personaje bastante extraño para la propuesta, pero en realidad a mí lo que me gustaba era poder jugar. En esta novela yo me di el gusto de jugar con las condiciones de lectura que yo tengo, con los universos de lectura que a mí me gustan, con los universos que creo que componen un poco lo que yo soy como escritor”, asegura Juan Carrá.

-Me resulta muy interesante la voz del narrador. Aparece para ordenar, para denunciar, y me parece que ahí logro identificar tu voz de periodista.

-  Cuando hacía la novela me di cuenta de que necesitaba algo que amalgamara todo este hibrido. Una voz que hiciera como marco y que se transformó en este narrador. Antes aparecía en la apertura, en el cierre y en una o dos intervenciones en el medio, pero muy breves, hasta que después empezó a tomar como más relevancia. Durante el trabajo de edición, Ricardo Romero me dijo que le gustaba cómo funcionaba y empezamos a pensar que aparezca como ordenador del relato, que entra y sale. A mí me gustó como quedó y, sobre todo, el desafío de ver en qué se transformaba, en un cronista, pero que a su vez tenía cierta autonomía, y creo que quedó bastante bien, bastante afinado.

- Contame de los personajes, ¿cómo fue su construcción?

- Para mí el personaje más extraño es la negra Nancy, después viene Ethel que es el personaje inicial de la novela. Cuando yo pienso en escribirla, en esa primera historia ella era una novia de Butch Cassidy cuando estuvo en la Patagonia, de ahí sale ella, viene con él y Sundance Kid para acá luego de los robos. La tomo de ahí, me quedo con el personaje y la convierto en una pistolera. Luego aparece Nancy en el camino, que a su vez me sirve como contra personaje en la trama y porque quería contar el viaje en barco, la migración, que es un poco lo constitutivo de la Argentina. Y después la Polaca, porque para mí los prostíbulos son escenarios esenciales para combinarlos con el western, los prostíbulos como el salón o el bar de los westerns. Y, por último, la India Muda, porque por supuesto tenía que sí o sí haber una india. Una india con la lengua cortada por el comisario del puesto, lo que parte de la idea de animalizar el personaje, perder lo que la vuelve humana, quedando casi al borde de la deshumanización.

Las protagonistas de Cuatro caballos negros.

Las novelas de Juan Carrá se caracterizan por tener muchos personajes. En esta en particular, el narrador es el encargado de orientar la historia e ir ordenándola. La experiencia de lectura de Cuatro caballos negros me remitía, más allá de las diferencias en el planteo de la historia, a la figura del narrador de El entenado de Saer. “Pensando en esto que decís”, agrega Juan, “durante el proceso de escritura yo estaba leyendo mucho Saer. No lo había pensado, es cierto que la diferencia es sustancial, pero la figura del narrador se parece, creo que se parecía aún más al de las primeras versiones. Además, está esta cuestión de agregar fuentes, alguien me contó que había sucedido tal cosa. A mí me interesa un montón eso de las voces alternas mediadas por un personaje que es el narrador en este caso”. 

-Y otro de los grandes que aparecen, por supuesto, es Aballay de Antonio Di Benedetto. Este aparece mucho más claro, incluso como inspirador también…

- Sí, la referencia de Di Benedetto está muy clara en el poema que aparece y en los personajes del poema. Un poema que Santos Vega, porque el que paya ahí es Santos Vega de Gutiérrez, canta Aballay. Está contando la historia de Aballay. Y luego está el paisaje, yo siento que está el paisaje que propone la mirada de la pampa, la desolación, esa mirada al infinito y algo de espera también. En algún punto, son lecturas que tuve durante la escritura de este material. Además, a mí particularmente Aballay me parece un texto maravilloso y me gustan las adaptaciones que se hicieron. Después la intertextualidad lleva también a Moreira y, por supuesto, a Martin Fierro.

- Y entre todo esos, aparece el Rufián melancólico de Arlt…

- En esta novela quise jugar con todas las cosas que me interesan, los materiales que a mí me componen como autor y también con lo que yo considero que se constituye como tradición de la literatura criminal, que para mí es Arlt. La tradición de la literatura criminal urbana la comienza Arlt. Si yo tuviera que trazar una línea sobre cómo se cuenta el margen diría que viene la gauchesca, el criollismo y después viene el punto de vista de Arlt. Claro que Borges también lo trabaja con sus cuchilleros y El hombre de la esquina rosada, por ejemplo, pero Arlt es el que más lo alcanza. A la vez, está también la composición de esos personajes, como el Rufián Melancólico, que situado en otros momentos también son prototipos de la forma de pensar el delito. A mí me interesaba un poco pensar como una previa de ese Rufián Melancólico de Arlt. Sé que los años no dan, no me importa. Eso es otra cosa que no me interesó demasiado, el registro histórico de los años. Hay cosas que no cuadran históricamente y no me interesa, no pasa por ahí. Pero sí la idea de que había un prostíbulo y había toda una lógica prostibularia y, para mí, la literatura prostibularia en Argentina es Arlt.

Una nueva novela del periodista marplatense Juan Carrá.

La novela tiene pensada una continuidad, quizás la historia contada desde otros puntos de vista, desde otros lugares, convirtiéndola en otra historia completamente distinta. “Yo estoy muy orgulloso de esta novela. El relato anida en el relato mismo y en eso está la literatura. Eso era lo que buscaba”, afirma el autor.

-Este es tu libro número nueve y se esperan un par más pronto. ¿Cómo se vive el proceso de escritura después de ese camino?

- A ver, yo busco que cada libro sea mejor, que cada libro tenga un plus, que cada libro involucre un crecimiento como autor, algo que no defraude al que me viene siguiendo, pero a la vez permitirme buscar yo otros caminos, aunque nunca abandono lo que a mí me hace tener ganas de escribir. Yo siento que se viene dando de libro a libro, que se viene como construyendo algo que, por lo menos yo lo considero así, va formando un estilo propio. Hay como un estilo formado por múltiples materiales, lo político siempre está presente, lo social como clave narrativa, pero siempre con el foco de contar una historia. En este caso, esta historia es una aventura, pero yo siento que son libros que tienen cada vez un poquito más de complejidad. Este es un libro claramente complejo, un libro muy complejo. Y está muy pensado. Es un libro muy pensado desde las estructuras de los personajes, desde la teoría, desde el renunciamiento a algunas cosas como lo histórico temporal, por ejemplo. Pero sí tiene mucha investigación literaria. A mí me hizo acordar mucho al trabajo que hice con No permitas que mi sangre se derrame (Reservoir Books – 2018). Los personajes en sus mundos, que son mundos que a mí me gustan, claro. Pero bueno, son nueve libros y que el año que viene serán doce, pero la cantidad no importa…

-Claro, más que el número por ahí importa más el riesgo que toma el autor en cada uno de ellos…

- Totalmente. Me parece que está bueno lo que decís sobre el riesgo. A mí me asusta un poco la idea de copiarme a mí mismo. Me pasa con autores que me gustan que, cuando los leo, me doy cuenta de que eso ya lo leí en algo anterior y eso me decepciona enormemente. Usar el mismo recurso, el mismo juego, el mismo chiste. En mi caso intento estar buscando todo el tiempo cosas nuevas

Cuatro caballos negros conjuga cierta atmósfera y un lenguaje que enfatiza la historia y la búsqueda de los personajes. Las ideas de Juan Carrá en las que viene trabajando hace un tiempo se ven plasmadas en el libro. Hay un trabajo sobre el género que va de la mano con la historia. Las figuras cobran una dimensión en las que se puede explorar la dimensión humana y el simbolismo de la libertad, la búsqueda, los vínculos, entre otros. Un viaje garantizado para un lector que no deje de lado sus propias trayectorias literarias.