¿Conocés la historia de la araña Baccarat de la Catedral de Mar del Plata que primero brilló en un casino y luego en el Hotel Bristol?
El sueño de una "Ciudad de Invierno" en Corrientes fracasó en 1913, dejando atrás una joya: una araña francesa de cristal Baccarat. Rescatada y llevada al exclusivo Bristol Hotel de Mar del Plata, esta pieza de 600 kilos se convirtió en el mudo testigo del auge y caída de la opulencia aristocrática argentina, brillando hoy en la Catedral marplatense.
A comienzos del siglo XX, un grupo de familias poderosas imaginó una ciudad de invierno para la élite argentina. Querían replicar el éxito turístico de Mar del Plata, pero en un rincón más cálido del país. El lugar elegido fue Empedrado, Corrientes, y el proyecto se bautizó con ambición: “La Ciudad de Invierno”.
La idea era monumental. En 1909, la provincia cedió más de 3.000 hectáreas por 35 años, a orillas del Paraná. Cuatro años después, en junio de 1913, se inauguró la joya del emprendimiento: el Hotel Casino Continental, también conocido como la Mansión de Invierno. Un palacio encargado a Carlos María Agote, el mismo arquitecto que diseñó el Club Mar del Plata, de 12.000 metros cuadrados, 114 habitaciones, salones de juego, teatro, canchas de tenis, golf y críquet. Además, incluía un anexo con mesas de ruleta libres de impuestos. Todo coronado por un parque de 20 hectáreas diseñado por Carlos Thays y un muelle sobre el Paraná para recibir a los visitantes con estilo.
Pero el esplendor duró poco. El resto de la ciudad, con avenidas, hipódromo, estación ferroviaria y usina, nunca pasó del papel. Y la Mansión, aunque imponente, se convirtió en escenario de una historia oscura: Un apostador, arruinado por la suerte, se quitó la vida en el jardín de invierno. Desde entonces, ese rincón pasó a llamarse “Galería del Suicida”. Muchos lo vieron como un presagio del destino de la ciudad: una apuesta fallida que terminó en abandono.
Hoy, de aquel sueño solo quedan ruinas cubiertas por la vegetación. El fracaso se atribuye a múltiples causas, pero ninguna se conoce con certeza. Sin embargo, una pieza sobrevivió al derrumbe: una araña majestuosa comprada en París. Era una réplica exacta de la que cuelga en el foyer de la Ópera Garnier.
De París a Corrientes y hasta Mar del Plata
Pedro Olegario Luro, hijo del fundador de Mar del Plata, fue uno de los impulsores del proyecto de la Ciudad de Invierno. Tras el cierre de la Mansión a fines de 1913, él mismo rescató varios objetos, entre ellos una araña que había traído desde Francia. Era una réplica de las que brillaban en la Ópera de París: una pieza que pesaba 600 kilos, con estructura de bronce, 136 luces y 140 caireles de cristal Baccarat.
Aquella araña fue trasladada desde Corrientes hasta el mismísimo Bristol Hotel de Mar del Plata, donde iluminó veladas elegantes durante décadas.
Vale recordar que, el hotel, inaugurado en 1888, fue la piedra fundacional del turismo marplatense.
En aquel entonces, Mar del Plata, la Biarritz Argentina, era un espejismo de opulencia forjado por la aristocracia porteña de fines del 1800. Se erigió como un destino de lujos desaforados, impulsado por la necesidad de la élite mundial y, sobre todo, de las familias argentinas enriquecidas por el modelo agroexportador, de un lugar para lucir su fortuna. El punto de no retorno que selló este destino fue la inauguración del Bristol Hotel.
El 8 de enero de 1888, la "sociedad anónima Bristol Hotel" abrió las puertas del que sería el hospedaje más exclusivo de América Latina. No era un simple hotel, sino un manifiesto de estatus.
Imaginemos la escena: arañas de cristal de Bohemia y Murano, cubiertos de plata y manteles de lino del Nilo, sillones de ébano. El núcleo anglonormando, con 67 habitaciones, era solo el principio. Los ilustres salones de baile se erigieron cruzando la calle y se unieron al hotel original mediante pasajes subterráneos. ¿El motivo? Evitar que los curiosos vieran a los huéspedes cruzar la calle. Tenía su propia usina eléctrica, central telefónica y hasta una capilla privada que dio origen al templo Stella Maris. Mar del Plata se llenó de palacios construidos literalmente frente al mar, imitando la ostentación que la Biarritz Argentina exigía.
Para complementar esta vida de ensueño, un grupo de amigos fundó el Club Mar del Plata en 1906. Diseñado por el arquitecto Carlos Agote, su edificio de estilo Luis XVI se inauguró en 1910 con seis plantas de suntuosidad absoluta. El Salón Dorado, la cava de vinos mundiales, la cristalería de Baccarat y los tapices de Aubusson competían con la vista al mar.
Poco después, en 1913, el mismo año que se inauguró y cerró la Ciudad de Invierno, llegó la Rambla Bristol. Este paseo costero de mampostería, con diseño belga, balaustradas grecorromanas y dos imponentes cúpulas, era el escenario predilecto.
Pero, el sueño se desmoronó con la misma velocidad con la que se había creado. La crisis de 1930 diezmó las grandes fortunas. Los palacios comenzaron a ser invendibles, el personal, inabordable. Al mismo tiempo, la Ruta 2 trajo a una pujante clase media que no podía pagar el capricho aristocrático.
Así, el Bristol Hotel tuvo su "canto del cisne" en 1944 con su última gran cena, cerrando sus puertas para siempre.
Entre tanta opulencia, la araña de 600 kilos había llegado a la costa atlántica, instalándose en los salones del Bristol Hotel, donde alumbró las últimas y más opulentas galas. Tras la demolición del Bristol, la joya de Baccarat fue subastada y encontró un destino final inesperado: el templo de la Catedral de Mar del Plata, donde hoy sigue brillando.
El 6 de mayo de 1944 se anunció el remate de lo que quedaba del Bristol Hotel. Un mes antes, este ya había cerrado sus puertas. Pertenecía a la Compañía de Grandes Hoteles, y su destino estaba sellado: subasta y demolición.
Las subastas comenzaron el 10 de mayo. Se realizaban una o dos veces por semana y se extendieron hasta julio. Vinieron de todas partes del país para participar. Las listas de objetos eran interminables: heladeras industriales, maquinaria, pianos, dos autos de los años treinta, ropa de cama, bebidas importadas, sillones de caña de la India, 150 juegos de dormitorio de Thompson y Maple, una vitrola, cristalería, porcelanas finas y piezas de plata de Christofle y Elkinton. Todo estaba a disposición del mejor postor.
El salón de fiestas del Bristol, antaño escenario de veladas elegantes, se convirtió en sala de remates. Allí, bajo una araña monumental, se subastaron los últimos vestigios del esplendor.
El lunes 3 de julio de 1944, esa araña, la que había traído desde París Pedro Olegario Luro para aquel proyecto que nunca fue lo que se esperaba, fue finalmente vendida. El precio final: 2.500 pesos.
Lo curioso fue que el comprador, Odilio Gasparotti, actuó en nombre de la misma empresa que administraba el hotel. Y lo que hizo después sorprendió a todos: donó la araña a la Basílica San Pedro, hoy conocida como la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia.
El edificio que albergó la araña resistió tres décadas más. Fue comprado por una firma capitalina y transformado en galería comercial. Cines, bares, tiendas y una confitería bailable ocuparon sus espacios. En los años 70, fue demolido para dar paso al Bristol Center.
Pero la araña, esa joya de bronce y cristal, sigue brillando. Suspendida en la nave central de la Catedral de Mar del Plata, es la última testigo de una era de lujo, apuestas y sueños que se apagaron con el tiempo.
La historia del Bristol no terminó con su demolición. La belleza y la opulencia de aquel hotel, que buscaba imponer un nombre y un estatus a la ciudad, sobreviven hoy al olvido en el símbolo que representa aquella araña que se presenta en la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia.
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