Capítulo V: ¿Conocías el primer pub con piano de Mar del Plata?
Capítulo V no fue solo un pub, sino el epicentro de la bohemia marplatense. En su diminuto salón, donde se servían whiskies y café artesanal, convivían codo a codo estrellas como Astor Piazzolla, Alberto Olmedo y miembros de Les Luthiers, entre otros. Fue el refugio de artistas, políticos y periodistas durante casi dos décadas.
En pleno corazón de Mar del Plata, sobre la calle Mitre al 1831, entre Rivadavia y Belgrano, se levantaba un local diminuto que escondía un universo desbordante de arte, música y bohemia. Se llamaba Capítulo V y, aunque apenas contaba con diez mesas, se convirtió en uno de los templos nocturnos más recordados de la ciudad.
Su dueño, Ernesto Atochkin, lo imaginó tras un viaje a Londres: un pub con piano, café artesanal, whiskies y una atmósfera distinta a todo lo que existía en la costa argentina de los años setenta. En su puerta, una armadura daba la bienvenida a quienes se atrevían a cruzar hacia ese mundo paralelo, dentro, los pocillos artesanales ponían color al sabor de una gran variedad de café.
El eco de los recuerdos
Aquellos que sean usuarios de Facebook pueden hoy encontrar algún eco de los recuerdos de ese lugar, que fue el primer pub de Mar del Plata con piano, en una cuenta que lleva el mismo nombre: Capítulo V (lamentablemente, el último posteo es de 2016).
Capítulo V permaneció abierto durante veinte años, desde los setenta hasta los noventa. El propio Atochkin, siempre vigente en la memoria de quienes lo conocieron, agradecía en él: “Me dieron momentos inolvidables. Los quiero a todos”.
Un escenario de lujo
Por el piano del pub pasó el gran Cacho González, quien había tocado en Buenos Aires junto al Gato Barbieri, Néstor Astarita y los López Ruiz, aunque, según cuentan, cualquiera podía hacer uso de él. La lista de visitantes parece interminable: José Sacristán y Charo López, Astor Piazzolla, Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Emilio Disi, Moria Casán y Castiglione (ahí se conocieron y luego se casaron), Joan Manuel Serrat, Vinicius de Moraes y María Creuza, Johnny Hallyday y Armando Manzanero, entre otros. Nadie, ni locales ni visitantes, quería dejar pasar la oportunidad de vivir esa experiencia.
Cada noche, Capítulo V era un desfile de artistas, políticos, futbolistas y familias que buscaban un refugio diferente. Allí no se pedía cerveza, todavía rara en la época, sino whisky. El humo de los cigarrillos dibujaba nubes densas sobre las cabezas, mientras se servían diez variedades de café.
Sin dudas, más que las condiciones particulares del lugar, la magia estaba en el clima, en la atmósfera bohemia que se palpaba allí.
El pulso de la ciudad
Una revista de espectáculos de 1987 lo definió como el pub más importante del centro marplatense. No era una exageración: toda la colonia artística se reunía allí después de las funciones teatrales. Los periodistas locales tenían reservada la mesa número diez, y entre las voces del lugar se mezclaban las de Facundo Cabral y Rubén Juárez o Cacho Castaña y Libertad Lamarque.
Capítulo V fue también hogar de amistades entrañables. Ernesto compartía noches con los integrantes de Les Luthiers, especialmente con Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock, quienes dejaron de ser clientes para convertirse en compañeros inseparables.
El cambio de los tiempos
Pero en los años noventa, la noche marplatense se transformó. El miedo redujo las salidas y la cerveza desplazó al whisky. Toda una serie de cambios que llevaron a que el pub cerrara sus puertas. Sin embargo, el recuerdo de Capítulo V siguió vivo. Aún hoy, quienes lo conocieron lo evocan con nostalgia, como un símbolo de una época irrepetible.
Epílogo: la huella imborrable
Capítulo V no fue solo un pub. Fue un escenario íntimo donde se cruzaron artistas internacionales, familias locales y periodistas en busca de historias. Fue humo, música, risas y confidencias. Fue el lugar donde Mar del Plata se volvió cosmopolita por unas horas cada noche.
“El boliche se cerró cuando se terminó la noche”, dijo Ernesto al diario La Capital allá por el 2000. ¿Cómo logró un espacio con apenas diez mesas y una barra convertirse en el lugar que todos recuerdan? Sin duda, gracias a una suma de factores que lo hicieron único. Su propio dueño solía decir que solo había una mesa reservada: la de los periodistas. El resto llegaba y se acomodaba donde podía, hombro con hombro, sabiendo que allí, entre esas paredes, algo extraordinario estaba por suceder: el bullicio del día agotador de la ciudad quedaba atrás y comenzaba la magia nocturna. Tras ese umbral, Capítulo V no era un simple pub, era un refugio bohemio que hoy rescata la memoria colectiva.
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