Hora Cero, la revista donde nació El Eternauta
El entusiasmo que ha generado la producción de la serie El Eternauta por la plataforma Netflix impulsa a conocer y recordar el origen del reconocido personaje Juan Salvo. Para ello, debemos remontarnos al nacimiento de la revista Hora Cero, creación de Héctor Germán Oesterheld, allá por 1957.
Hora Cero nació en un contexto complejo y cambiante en la Argentina de finales de los años 50. En mayo de 1957, apareció el primer número de la que, en un principio, sería una revista mensual. Héctor Germán Oesterheld, un guionista que ya había incursionado en la edición de libros de aventura en tamaño de bolsillo, decidió apostar por un nuevo formato.
Hora Cero estaría orientada a las historias bélicas, pero con un enfoque completamente pacifista y con personajes más humanos que los que solían aparecer en este tipo de ficciones, con quienes se pudieran abordar temas de profundidad social y humana en el marco de una época marcada por tensiones y conflictos. Así, con 68 páginas y un costo inicial de $2,50, apareció el primer número con historias guionadas por el propio Oesterheld y dibujos de destacados artistas. Esa edición inaugural presentaba cuatro historietas con guiones de Oesterheld: Ernie Pike, con dibujos de Hugo Pratt; Lucky Piedras, de Carlos Cruz (Oesterheld firmaba con el seudónimo C. de la Vega); Rolo el marciano adoptivo, de Francisco Solano López, y un unitario, El Héroe, también de Solano.
La figura de Ernie Pike, un corresponsal de guerra ficticio inspirado en el periodista real Ernie Pyle, se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la revista, con relatos que exploraban tanto el horror de la guerra como las historias personales de quienes la vivían en sus múltiples facetas.
Desde sus inicios, Hora Cero se destacó por su audaz y cautivador enfoque en la historieta bélica, abordada desde una perspectiva pacifista. Esto podía parecer una paradoja, pero Oesterheld se propuso mostrar la imagen más humana de los conflictos, presentando a los personajes no como simples "buenos" o "malos", sino como seres complejos que reflejaban la ambigüedad de la naturaleza humana en tiempos de guerra. Las historias eran a menudo sentidas y cargadas de emoción, planteando la heroicidad y la tragedia de los protagonistas en un escenario bélico, lo que hacía que los lectores pudieran conectar con ellos de una manera más profunda.
La estructura de Hora Cero no solo era entretenida, sino también un vehículo para el pensamiento crítico. A través de historias como Poilú y El reemplazo, la revista abordó lo absurdo de los conflictos armados y se convirtió en un espacio para la reflexión y el cuestionamiento de las ideologías predominantes.
La revista tuvo un éxito inmediato y su influencia fue mayor con el paso del tiempo, desencadenando la aparición de otros títulos y el lanzamiento del Suplemento Semanal Hora Cero, que apareció el 4 de septiembre del mismo año. Este tenía un costo menor, $1,50, y, a diferencia del mensual, no traía historietas completas en su primera etapa. Se publicaba cada miércoles, utilizando un papel de calidad inferior y con un número reducido de páginas. Apenas alcanzaba las ocho hojas, incluyendo la tapa y la contratapa, con catorce planchas de tres tiras cada una y entre nueve y diez viñetas de historietas por carilla. Esto daba un buen tamaño para la visualización del dibujo y una reproducción gráfica muy aceptable.
El interior de la publicación iba solamente en blanco y negro. Estas características se mantuvieron hasta el número 97, del 8 de julio de 1959. Desde entonces, y hasta el último número, muchas de las portadas contaron con una mayor presencia de color. El Suplemento Semanal tenía unas dimensiones de 195 × 226 mm, el doble que el original, y mantenía la orientación horizontal.
A diferencia de Hora Cero mensual, el suplemento semanal no traía historietas completas en su primera etapa y, hasta el número 13, todas las publicadas terminaban con el clásico “continuará”. Entre sus personajes aparecieron: Randall, the killer y Nahuel Barros, complementadas con Los Impactos de Hora Cero, relatos completos de diversos géneros, destacándose la publicación de El Eternauta.
La portada del primer número presentaba una ilustración de la historia Desencuentro, un extenso relato de Ernie Pike ambientado entre tanquistas ingleses en el norte de África, durante el cerco de Tobruk. Seguido a esta, y con el subtítulo “Una cita con el futuro”, se anunciaba por primera vez El Eternauta. Esta historia se desarrollaba en solo tres planchas, con alrededor de treinta viñetas, y siempre concluía con una secuencia de suspenso que mantenía a los lectores expectantes. Estos aguardaban con ansias la siguiente semana para descubrir la resolución, que, a su vez, culminaba nuevamente en suspenso, estableciendo un ciclo continuo de intriga. La historia estaba centrada en Juan Salvo, un fabricante de baterías que soportaba con su familia y amigos una invasión extraterrestre en Buenos Aires, luego extendida a casi todo el planeta, y su posterior huida a lo largo del tiempo y el espacio.
El propio Oesterheld dijo que el origen de El Eternauta está en la novela Robinson Crusoe: “Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar, sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene. Ese fue el planteo. Lo demás... lo demás creció solo, como crece sola, creemos, la vida de cada día. Había, sí, una idea general, pero la realidad concreta de cada entrega la modificaba constantemente. Aparecieron así situaciones y personajes que ni soñé al principio, como el Mano y su muerte, o el combate en River Plate, o Franco, el tornero, que termina siendo más héroe que ninguno de los que iniciaron la historia. Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”.
En esa primera aparición, el comienzo ya es sabido por todos: El Eternauta aparece a media madrugada en el estudio de un guionista que trabaja en la única casa de la cuadra que tiene una ventana iluminada. Son las 3:00 de la madrugada y se hace presente, primero en forma transparente, para luego corporizarse en forma total. Él tiene algo que contar y ahora tiene alguien que lo escuche.
Tras la finalización de El Eternauta, la publicación comenzó a decaer en sus ventas, agravado por los cambios en el mercado de la historieta. Solo duró diez números más, hasta el 116, que apareció el 18 de noviembre de 1959.
Más allá de su final, fue un breve período, pero intenso, Hora Cero consolidó una voz que, a pesar de su efímero recorrido, dejó una huella indeleble en la cultura popular argentina. Su legado perdura hoy en el Día Nacional de la Historieta Argentina, celebrado cada 4 de septiembre en conmemoración de su lanzamiento, así como en la memoria colectiva de sus personajes y en muchas publicaciones que llegaron posteriormente a nuestras manos, como Skorpio o Fierro. Oesterheld fue secuestrado y desaparecido en 1977 por la dictadura cívico-militar que gobernaba el país, pero no pudieron con su obra que sigue manteniéndose vigente.
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