De las tablas de madera a los Juegos Olímpicos: Los nombres que dieron forma a la épica historia del surf marplatense

El surf en Mar del Plata nació con el ingenio de pioneros como Domingo Strileski y Horacio Solari, quienes fabricaron las primeras tablas a mediados del siglo XX. Con el tiempo, este deporte se convirtió en un pilar de la identidad de la ciudad, un logro que alcanzó su cúspide con la lucha de Fernando Aguerre para llevarlo a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

De Domingo Strileski y Horacio Solari a mediados del siglo XX a este presente con el surf como deporte olímpico.

23 de Agosto de 2025 10:01

La costa marplatense no siempre fue el paraíso del surf que conocemos hoy. Hubo un tiempo, a mediados de la década del cincuenta, en que las olas rompían sin que nadie las surfeara, sin que nadie fantaseara con deslizarlas. Fue entonces cuando un puñado de soñadores, guiados por la curiosidad y la pasión, se atrevieron a desafiar al mar con tablas de fabricación casera, pesadas y rudimentarias. De esta manera, la inventiva, la rebeldía y el impulso pionero dieron forma a la capital del surf de Argentina.

Las primeras tablas, un sueño de madera y lona

El primer capítulo de esta historia se escribe en 1956. Dos amigos, Domingo Strileski y Nelson di Lernia, se toparon con un artículo de la revista Mecánica Popular y, sin dudarlo, se lanzaron a la aventura. Construyeron una tabla de 3,40 por 0,80 metros usando madera y lona. La bautizaron “Blanquita” y se turnaban para llevarla al agua, ya que su peso requería el esfuerzo de dos personas. La Perla se convirtió en su escenario, un lugar que con el tiempo se transformaría en el epicentro de la escena surfista marplatense.

Casi al mismo tiempo, en 1955, en Tigre, el carpintero y remero Horacio “el Pato” Solari se embarcó en un proyecto similar, pero forzado por las circunstancias. Un amigo suyo, Miguel José “Pirolo” García, tenía que arreglar una tabla hawaiana que un capitán de la Fragata Sarmiento había traído de su viaje por el Pacífico. Pero era tan grande el daño que “Pirolo” decidió fabricar una réplica nueva. Entonces, fue cuando Horacio decidió hacer lo mismo y concretó una tabla, hueca y de cedro, que pesaba cerca de 30 kilos, y fue con ella que “el Pato” llegó a Waikiki en 1957.

Si ordenamos la historia cronológicamente, deberíamos decir que, en Mar del Plata, en 1958, el empresario estadounidense Haso Cher, dueño de la marca Seven Up, fue de los primeros que surfeó en la ciudad. Sin embargo, vale la pena reforzar que el primer marplatense que surfeó con regularidad fue Luis de Ridder, quien encargó la fabricación de su tabla de resina poliéster y espuma de poliuretano en un astillero.

"Blanquita" medía 3,40 x 0,80 y fue hecha con madera y lona.

Una generación de soñadores y artesanos

Cuando ya corría el año 1963, los hermanos Pipo, Ricardo y Raúl Muñoz, junto a su amigo Luis Ventura, construyeron la primera tabla de surf en Argentina. Con planos de un amigo de Estados Unidos, experimentaron con madera, telgopor y telas de fibra, creando un “monstruo” de 35 kilos. La probaron en la hoy conocida como Playa Varese y, en octubre de ese mismo año, la primera “Pipo’s Surfboard” tuvo su bautismo con las olas. Su vida fue corta: en diciembre se rompió contra las rocas de Kikiway.

Otros pioneros se sumaron a la movida. Ángel y Nino Antífora, ayudados por un profesor de construcciones navales, también fabricaron su tabla en 1963, basándose en la revista Mecánica Popular. Esta tabla rudimentaria fue el inicio de N&A Nino y Ángel Surfboards, la primera fábrica en serie de la ciudad.

Pedro Balanesi, por su parte, experimentó con telgopor, fibra de vidrio, resina y catalizador hasta lograr su primera tabla. Era el año 1964. Más adelante, Balanesi se consagró campeón argentino surfeando con su tabla corta en las olas del Torreón del Monje.

Pero ya entrados en los años setenta, aquellos pioneros de dos décadas atrás dieron paso a un puñado de marplatenses que se animaban a desafiar las olas del Atlántico con tablas rudimentarias y mucha pasión. Aquellos primeros intentos marcaron el inicio de una cultura que, con el tiempo, se convirtió en parte del ADN de la ciudad.

El surf no tardó en transformarse en un emblema local, atrayendo a generaciones de jóvenes que encontraron en el mar no solo un deporte, sino una forma de vida. Así nació una comunidad vibrante de surfistas y entusiastas que sigue creciendo hasta hoy.

Entre los escenarios más emblemáticos para deslizarse sobre las olas destacan Playa Grande, con su oleaje potente y constante; Playa Varese, ideal para quienes recién comienzan, y Biología, un rincón preferido por los más experimentados. Cada una ofrece condiciones únicas que se adaptan a distintos estilos y niveles de destreza.

El surf no tardó en transformarse en un emblema local, atrayendo a generaciones de jóvenes que encontraron en el mar no solo un deporte, sino una forma de vida.

Deporte prohibido y el genio de Fernando Aguerre

En los años oscuros de la dictadura cívico-militar, el surf era visto con recelo y sospecha. Los surfistas, con su pelo largo y su estilo de vida libre, eran perseguidos y sus tablas confiscadas. Ante este veto, Fernando Aguerre, marplatense nacido en 1959, se rebeló. “Nos sacaban del agua tirando tiros al aire”, ha relatado en entrevistas periodísticas. En 1978, para desafiar la censura, fundó la Asociación Argentina de Surf. Fueron trasladados a surfear a las playas del sur de la ciudad y, para expresar su repudio a la prohibición del deporte, organizó el primer torneo oficial en el Torreón del Monje.

Pero el genio de Aguerre no se detuvo ahí. Su visión lo llevó a crear el primer surf shop del país, Ala Moana, y la famosa marca de sandalias Reef. Pero su mayor logro vendría años después. Con la meta de llevar el surf a los Juegos Olímpicos, se postuló para la presidencia de la Asociación Internacional de Surf (ISA) en 1994, una posición que ocupó durante 28 años. A pesar de los obstáculos y la resistencia de los dirigentes más conservadores, Aguerre no se rindió. Su perseverancia, sumada al apoyo de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), finalmente rindió frutos. El 3 de agosto de 2016, el COI aprobó la inclusión del surf en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cumpliendo un sueño que se había gestado un siglo antes.

El legado de los pioneros

La historia del surf en Mar del Plata es un tapiz tejido con relatos de esfuerzo, creatividad y rebeldía. Desde los primeros intentos de Domingo Strileski y Nelson di Lernia, hasta el visionario Fernando Aguerre, cada uno de estos pioneros dejó una huella en el mar y en la identidad de la ciudad.

A lo largo de la década de 1990, el surf en Argentina siguió ganando popularidad y vio nacer a figuras de talla mundial como Leandro Usuna, Lucas Santamaría y Maximiliano Siri. Al mismo tiempo, el país empezó a ser sede de torneos internacionales de primer nivel, entre ellos el Billabong Pro y los Juegos Mundiales de Surf de la ISA.

Horacio Solari con la primera tabla Argentina de surf.

Mientras tanto, en la costa de Mar del Plata, el surf argentino encontró a uno de sus máximos referentes en Martín Passeri. Nacido en La Feliz, su vínculo con el mar comenzó a los seis años, cuando su padre, decidido a curarle el pánico al agua, lo subió a una tabla y lo empujó mar adentro. Aquel debut temeroso terminó con el niño erguido en la cresta de la ola hasta la orilla, marcando para siempre el rumbo de su vida.

A partir de esa primera, Passeri convirtió el miedo en motor y construyó una trayectoria ejemplar: más de sesenta títulos nacionales, quince internacionales y cinco coronas como campeón argentino. A comienzos de los años noventa, su talento crudo y su espíritu rebelde abrieron la puerta del surf profesional en la Argentina, impulsando a toda una generación a ver en las olas una oportunidad de vida.

Hoy, tras más de varias décadas surfeando, Martín no solo compite contra su propio registro, sino que se reinventa como coach. Cada mañana guía a niños, jóvenes y adultos a desafiar las aguas marplatenses, transmitiendo no solo técnica, sino la misma pasión y determinación que aprendió aquella vez en que, empujado por su padre, venció el miedo y se puso de pie sobre la tabla.

El surf en Mar del Plata es mucho más que un deporte, es un legado forjado por la valentía y la creatividad de un puñado de soñadores. Aquellos pioneros, con tablas de madera lijadas a mano, se atrevieron a desafiar las olas y no solo abrieron un camino para las generaciones futuras, sino que también sembraron una semilla que floreció en la identidad misma de la ciudad. Gracias a su ingenio y a su espíritu de rebeldía, el surf pasó de ser una excentricidad a convertirse en un pilar de la cultura marplatense. Hoy, cada vez que una ola rompe en La Perla o en Waikiki, es imposible no sentir el eco de aquellos primeros surfistas. Su historia es el verdadero motor que sigue impulsando, en muchos sentidos, a la Capital del Surf argentino.