El secreto de Azucena: una novela que rescata la memoria de la Masacre de Tandil
Con el eco de la Masacre de Tandil como telón de fondo, la nueva novela de Gabriela Exilart, "El secreto de Azucena", no es solo un rescate histórico. La autora teje una trama donde la búsqueda de la identidad, la resistencia y el amor se convierten en la única respuesta posible frente a la tragedia y el olvido.
La Masacre de Tandil, también conocida como la Masacre de Tata Dios, fue uno de los episodios más brutales y silenciados de la historia argentina. Ocurrió el 1 de enero de 1872 en la ciudad de Tandil, provincia de Buenos Aires, y dejó un saldo de 36 personas asesinadas, en su mayoría inmigrantes europeos.
Este es el contexto histórico y geográfico donde se desarrolla la nueva novela de Gabriela Exilart, El secreto de Azucena (Plaza & Janes Ed. – 2025). En este marco, aparece Azucena Caballero, la protagonista, quien buscará descubrir la verdad de una historia que combina drama familiar, secretos personales y un contexto histórico muy rico en la Argentina del siglo XIX.
-A lo largo de tus novelas mantenés ciertos tópicos: la identidad, la migración, la violencia política. Hay una línea ahí que, no sé si te surge durante el proceso de investigación o si es una propuesta tuya que aparezca en tus ficciones.
- Lamentablemente, esos temas surgen. Obviamente, algunos los incluyo yo, pero la época también era propicia para eso. Todo el tema de la identidad, de cómo se va conformando la sociedad y lo que pasaba con los pueblos originarios, la época lo pedía. Después, quizás algún episodio de violencia, como la de género, lo incluyo yo como uno de los temas recurrentes en mi obra. Pero los demás salen de la investigación. Es imposible contar la novela sin relatar el contexto. Lamentablemente, son temas que parecen circular y repetirse en cualquier época. El odio racial o el miedo a lo desconocido, al extranjero... eso siempre está.
- En tu novela también hay una fuerte presencia del silencio. No solo el silencio familiar, del que hemos hablado otras tantas veces, sino también ese silencio político, esa negación de los hechos.
-Sí, totalmente. Y que trascienden, si se quiere, más que nada por una cuestión internacional, por los reclamos que vienen de afuera para que se aclaren esos temas. Porque no se hace nada, no se les da seguridad, no se hace justicia con todos estos extranjeros que mataron. Si no fuera por esos reclamos, hay una sociedad que, no quiero decir pasiva, pero sí es una sociedad paciente ante esas situaciones.
La novela alterna voces y tiempos. Destaca la narración de Ani, la sobrina de Azucena, quien relata parte de la novela desde su mirada infantil, a través de un conmovedor e íntimo relato. Luego, la propia historia de Azucena se entrelaza con la investigación de la masacre, los secretos familiares y los dilemas del poder. Todo bajo una minuciosa reconstrucción histórica de Tandil, sus estancias, sus personajes reales, como el juez Figueroa o Ramón Santamarina, y el contexto político de la época.
Pero también están los vínculos, los sentimientos y el amor en distintas facetas. Por ejemplo, Azucena y Prudencio, quienes se acercan desde mundos opuestos a una relación que simboliza casi un acto de resistencia. También hay amor en la forma en que Azucena protege a Ani, en la ternura de Ramona y en los recuerdos que mantienen viva a Margarita.
- ¿Cuál fue el personaje más complejo de construir?
- El más complejo... ese padre, el padre de ella. Porque era un hombre con un costado humano, pero que a su vez se dejaba llevar por el "qué dirán", por la sociedad de la época, por su mujer. Me sonaba como un personaje muy contradictorio y me resultó difícil armarlo a través de los ojos de la nena, de la nieta, pero era lo que más me importaba que quedara. Ese me dio un poquito de trabajo. (Armando Caballero es el abuelo de Ani, padre de Azucena, un hombre tradicional y reservado, además de ser el custodio de los secretos familiares).
- Y con el tema de la voz de Anni, esa voz inocente y narradora, ¿cómo fue el trabajo? ¿Cómo te llevaste con esa instancia que es algo nuevo también en tu escritura?
- También me dio trabajo, no lo voy a negar, pero me gustó mucho. El desafío era que fuera una voz creíble, que sonara como la de una nena de la época y de esa edad. Eso sí fue un desafío. Pero, a la vez, me resultó fácil porque era la que le ponía aire a la novela, la que le daba un respiro a tanto drama, a tanta muerte. Con su inocencia y sus dudas, me parece que le daba un toque más simpático dentro del drama. Más allá de la dificultad de plasmar esa voz, me dio mucho placer escribirla. Además, me permitió volver a mi niñez, a mi infancia en el campo. Le metí un montón de anécdotas y cosas que me pasaron de chica. Fue como volver a la infancia. Hay escenas que le pongo a ella y que en realidad me pasaban a mí cuando era chica e iba al campo.
- Y ¿Qué representa Prudencio en la historia? ¿Qué representación querías darle vos y si ha coincidido con lo que han interpretado los lectores?
- Prudencio es el eje que yo encuentro para hablar del tema de la identidad. Es un chico al que le roban la identidad, le matan a su familia y queda a merced de los blancos. Se lo llevan y le ponen un nombre, él pierde su nombre original. Entonces, para mí, Prudencio es la búsqueda de identidad. Por eso también se va, aunque tiene una vida buena y cómoda y podría integrarse a esa familia, él tiene que ir a buscar sus raíces. Eso es Prudencio para mí.
- ¿Y qué es la identidad?
- Es saber quiénes somos, a dónde pertenecemos, cuáles son nuestras raíces, cuál es nuestra historia. Y él no tiene eso. A él lo 'enchufan' en una familia de blancos que lo trata bien, lo quiere, pero no es su familia. Y él tiene esa necesidad de ir a saber de dónde vienen los suyos, los de su raza, su color, sus costumbres. Él termina siendo como un "híbrido" en ese momento, porque crece allí, pero no es de allí. Es esa necesidad de saber quiénes somos y qué fue lo que nos constituyó.
A lo largo de El secreto de Azucena se destaca la intensidad de los sentidos. Es, en esta línea, una novela increíblemente colorida. La dimensión aromática está intensamente presente en la obra, ya sea por la influencia del entorno rural o por la sensibilidad de sus personajes; los olores, en todo caso, asumen un papel central en la narrativa: por ejemplo, Anni los percibe en Ramona, en la habitación de su madre cuando está enferma e incluso en la almohada. Para ella, lo sensorial es esencial. En conjunto, esta riqueza sensitiva impregna cada página de la novela.
La historia surgió para Exilart hace ya un tiempo, primero en un libro que le acercaron y luego como resultado de toda la investigación previa que realizó para poder armar la novela. Ella misma dijo que la historia caló en ella a través de "El hecho, porque me pareció una aberración. Que surja un loco... aunque después, investigando, descubrís que no era solamente un loco, que había algo mucho más grande detrás. Pero me llamó mucho la atención que tanta gente se sumara a ese discurso de un supuesto fin del mundo y lo siguiera. Y que saliera a matar en las estancias con una crueldad tremenda. Que arremetieran con familias, con bebés, con niños, con lo que fuera, solo porque eran extranjeros. No sé, era como una cuestión de 'olor a sangre' muy fuerte. Me lo imaginé como una jauría de animales salvajes oliendo sangre y buscando más. Una cosa muy atroz. Eso me llamó mucho la atención: que el ser humano fuera capaz de dejarse llevar por un discurso de odio, egoísta, que supuestamente haría que se salvaran los que participaran. Y después, investigando, se van descubriendo todas las cuestiones económicas que hay detrás, lo que fue aún más sorprendente. Porque en un primer momento se lo atribuye a un mensaje divino, a un loco, pero hay mucho más. Esos eran mecanismos de convicción para sacarse de en medio a una determinada población que estaba surgiendo económicamente".
En la novela se pueden encontrar distintos temas que, a su vez, muestran el interés de la autora: desde la ya mencionada cuestión de la identidad, los secretos y el silencio, hasta la política y la ambición, el racismo y la exclusión, el fanatismo y la religiosidad popular, pasando por la condición femenina, la educación y el conocimiento.
En esta historia, la educación y los libros emergen como símbolos de resistencia, aunque su verdadero alcance solo se revela con la distancia que otorga el paso del tiempo. Al principio, la protagonista se refugia en una biblioteca, después pasa mucho tiempo allí y, más adelante, se refugia en los libros. "Era algo quizás muy incipiente, porque pensemos que la sociedad en su mayoría era ignorante, no le importaba mucho. La educación recién empezaba a tomar impulso con Sarmiento. Yo no sé si era tan así en la época, pero le doy un toque como una llamada de atención. Es mi forma de decir que la educación es súper importante. En este caso, la necesidad es aprender a leer. Pensemos que la sociedad era mayormente analfabeta y que, también por eso, la gente se dejaba llevar por este curandero, por 'Tata Dios', que arrastra a personas que se creen su discurso porque son ignorantes. Entonces, lo incluyo más que nada como una cuestión personal, para decir: 'Ojo, la educación hubiera sido importante también en este contexto'. Pero históricamente, no, la mayoría no. Lamentablemente", asegura Exilart.
El secreto de Azucena no solo rescata del olvido una masacre silenciada por la historia oficial, Exilart ya lo había hecho con Napalpí. Atrapada en el viento (2018), sino que también denuncia el racismo, la misoginia y la manipulación política. Y celebra la memoria, el coraje y el amor como formas de resistencia.
Así, la autora nos obliga a confrontar temas que, aunque antiguos, resuenan con fuerza en el presente. La novela se convierte en una instancia para encontrar rincones de la historia que la versión oficial ha preferido silenciar.
El secreto de Azucena no es solo un rescate histórico, sino un recordatorio de que la identidad, el amor y la memoria son batallas que se ganan, no solo en la historia, sino también en el sentir de cada persona.
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