Una locomotora arrolló el lujoso auto francés de un concejal: el registro del primer choque en Mar del Plata
El siniestro vial tuvo lugar en pleno centro, hace más de un siglo, entre una locomotora y un Clement Bayard. Todo quedó registrado por un periodista de la revista Caras y Caretas que viajaba en el tren.
A las 16:40 del 19 de diciembre de 1910, Mar del Plata vivía una jornada que, hasta entonces, había transcurrido con la tranquilidad de una ciudad que aún conservaba cierto aire de pueblo. En esos días, la sola visión de un tren cruzando por el corazón urbano era algo sorprendente y asombroso.
El ferrocarril llegó a la ciudad balnearia en 1886. Desde entonces, su recorrido culminaba en la Estación Norte (hoy Estación Ferroautomotora), a la que llegaba toda la aristocracia para veranear en esta ciudad costera.
Esta estación permitía a los recién llegados quedar cerca del elegante Bristol Hotel, donde disfrutaban de su descanso y de sus actividades. Pero el crecimiento impetuoso trajo consigo nuevos rumbos y nuevos ricos a la ciudad. La oleada de un turismo pudiente, aunque no de descendencia patricia, empujó a los familiares de estas ligeramente hacia el sur, dejando la Estación Norte algo distante de los nuevos epicentros sociales. Así surgió la idea de una nueva estación que se nombró Estación Sur.
La nueva estación estaba ubicada en el cuadrilátero de las calles Alberti, Alvarado, Sarmiento y Las Heras, donde con el paso del tiempo se convertiría en la Estación de Ómnibus local. Pero, para 1910, aún no estaba inaugurada; la promesa era para el año siguiente, aunque ya funcionaba con instalaciones precarias de madera y servicios ferroviarios diarios.
Los ramales que llegaban a la Estación Norte se extendieron y, cruzando por el centro de la ciudad, llegaban a la Estación Sur. La iniciativa, sostienen algunos cronistas, no era muy bien aceptada por los vecinos del centro y cercanos a las vías del tren, ya que veían el peligro de accidentes como algo muy cercano. Y no tuvo que pasar mucho tiempo para que se les diera la razón.
El paso a nivel de la calle San Martín se convirtió en el epicentro de un acontecimiento inédito: el primer siniestro vial en el casco urbano de Mar del Plata, aunque en este caso particular fue entre una locomotora y un auto.
Las crónicas aseguran que fue por la polvareda que levantaba el viento pampero en esa tarde estival, mezclándose con el incipiente tránsito de carruajes y los escasos pero ruidosos automóviles. En medio de ese torbellino de tierra y movimiento, un elegante Clement Bayard de origen francés que avanzaba con confianza hacia el paso a nivel, de pronto se encontró con lo inesperado.
El auto pertenecía a Ambrosio Bestoso, un concejal socialista que, en ese momento, no se encontraba en su vehículo. Al volante iba Gregorio Lombardi, un mecánico italiano con manos expertas surgidas en la mismísima fábrica Fiat de Turín. Lombardi era un artesano y se encargaba de ensamblar esas maravillas mecánicas que llegaban desarmadas en barco desde Europa para darles forma a los autos de su clientela exclusiva. Junto a él viajaban Juan Di Tardy y Juan Teodoro D´Emilio.
Los tres ocupantes, de repente, se vieron sorprendidos por el rugido metálico de la locomotora, pero ya era demasiado tarde. Los ocupantes del Clement Bayard, según sus propias declaraciones posteriores, no distinguieron el peligro en medio de la cortina de polvo y el bullicio.
El impacto debió ser seco y brutal. Hierro contra metal, la fuerza imparable de la locomotora contra la fragilidad del automóvil. El elegante Clement Bayard quedó maltrecho, con su estructura retorcida. Milagrosamente, la tragedia no dejó heridos graves, salvo D’Emilio, que resultó con algunas lesiones.
El registro de los hechos y el resultado del impacto quedó asentado por un reportero de la influyente revista Caras y Caretas, quien era un pasajero fortuito en ese tren y que se convirtió en protagonista involuntario.
Aquel nuevo ramal ferroviario, con apenas dieciocho días en funciones, ya cargaba con una ominosa reputación entre los vecinos. Lo conocían como el “recorrido del ahorcado”, una denominación sombría que reflejaba el temor a los accidentes que su trazado, quizás percibido como riesgoso, despertaba en la comunidad.
Con el tiempo, la experiencia de salvarse de aquel siniestro se transformó en motivo de celebración. Año tras año, en el taller de Lombardi, ubicado en la esquina de Diagonal Pueyrredón y Colón, se organizaba un asado a modo de festejo por haberle esquivado a la fatalidad, una peculiar manera de recordar aquel primer tropiezo del progreso en las calles de Mar del Plata.
Así, aquel accidente en el paso a nivel de la calle San Martín no solo marcó un hito en la crónica local, sino que también se convirtió en una anécdota con sabor a asado y en un recordatorio de los inicios de una ciudad que alcanzaba la modernidad con la incertidumbre, los riesgos y la fascinación de lo nuevo.
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