El impacto emocional de las fiestas ¿por qué se vuelve dramático no participar?

Las fiestas de cierre de año no siempre provocan felicidad y buenos momentos. Hay circunstancias particulares y familiares que pueden volverlas traumáticas para la psiquis de cualquier persona. ¿Qué conflictos pueden provocar los traumas emocionales?

Dentro de una familia existe una cuestión de poder que se intensifica en estas fechas.

21 de Diciembre de 2024 19:57

Las fiestas de Navidad y fin de año, aunque generalmente se asocian con alegría y celebración, pueden ser una fuente significativa de estrés y malestar emocional para muchas personas. Desde la decisión personal de no participar por distintos motivos hasta ausencias cercanas provocan trastornos e inconvenientes psíquicos que pueden manifestarse de diversas maneras y tener un impacto profundo en la salud mental.

“Debemos pensar que las fiestas de fin de año son fiestas que nos acompañan desde que nacemos. Es algo de lo que nadie escapa, por lo menos en nuestra cultura, desde que nacemos, ya que recibís regalos y participás de las reuniones familiares. Ahora, ¿qué pasa con aquellas personas que no desean participar de las fiestas o deciden pasarla solos?”, comienza preguntándose la psicoanalista Alejandra Linardi (MP 45849). 

Hay una realidad que se repite durante esta época. Si no asistís a alguna de las reuniones tenés que explicar y justificar por qué no lo hacés. “Todos tenemos que aclararlo, tenemos siempre que decir algo al respecto. Siempre tenés que avisar qué hacés y por qué hacés otra cosa que no sea participar de las fiestas propiamente dichas. Y por parte del otro lado hay una respuesta donde el otro incluso puede ser censurado por esto. Digamos que alguien que se acuesta a las 8 de la noche el martes 24 de diciembre es juzgado, es sancionado o tiene que explicar por qué lo hace”.

¿Qué sentido tiene ir a un lugar donde no hay ganas o interés?

Hay un cierto clima de época que se vive con la cercanía del cierre de año. Los centros comerciales se ven muy poblados y en todos esos espacios, y hasta en la misma calle, se ve una ansiedad, un apuro y hasta una casi desesperación por la compra y por la circulación misma. Todo está impregnado por las fiestas. Linardi describe el contexto, “De hecho, si vos andás por lugares como el centro o Güemes, ves que a partir de diciembre hay un alboroto en la gente, en el tránsito, en las compras. La gente empieza en general a manejar una intensidad muy clásica de las fiestas navideñas y esa intensidad se puede ver en lo emocional, en la forma de manejar, en la forma de comprar, en las cosas que se compran, por ejemplo y particularmente ropa interior rosa, en el derroche, en la cuestión de la bebida. Incluso hay gente que se endeuda porque se trata de una fecha especial que deben celebrar y acá va el tema de la presión social por ser feliz. De hecho, uno dice felices fiestas, feliz Navidad, feliz Año Nuevo, se tiene que ser feliz independientemente del momento de la vida que te esté tocando. Pero hay una presión social por ser felices y esto genera un conflicto en el psiquismo humano, genera un conflicto porque hay gente que puede optar por decir ‘bueno, tengo que ser feliz y tengo que ir a gastar plata, no importa cómo estoy’ y hay gente que puede conectar un poco con esto, decir ‘bueno voy a tratar de pasarla lo mejor posible, pero no puedo llegar a ese nivel de intensidad y euforia que se pide’”.

En realidad, pareciera algo más simple de lo que se genera. No debería ser tan complicado, ya que son dos cenas y dos almuerzos, pero la vida familiar suele promover tensiones personales y dentro de los grupos: qué comemos, en la casa de quién la pasamos, hasta qué hora nos quedamos. “Dentro de una familia, como institución social, existe una cuestión de poder que se intensifica en este tipo de momentos, generando tensiones y conflictos: ‘Tenemos que ir a lo de la tía fulanita porque tienen una casa más linda que la mía, por eso siempre la tenemos que pasar ahí. A mí me queda lejos y tengo que dejar el perro solo’. O sea, hay un montón de conflictos que se generan. Otro ejemplo son las personas que está en pareja, dónde se pasa la fecha más importante? Si tenés hijos chiquitos, ¿dónde van a ir?, ¿dónde vamos a estar en el momento de Papá Noel? ¿en lo de la familia política o en la de la familia de origen? ¿Y si no me llevo bien con mi familia política, pero tengo que ir igual por una cuestión protocolar o política? Todo esto genera emociones muy fuertes en las personas”, asegura la profesional. Y agrega, “Otra cuestión muy grave es lo que provoca la ingesta de alcohol, incitando a que se comience a decirse “verdades” por toda la mesa y dando lugar a generar cuestiones de mucha intensidad que no tienen que ver con la fiesta, sino que tienen que ver con la familia y esto ha generado mucho miedo en algunas personas”.

Hay una presión social por ser felices y esto genera un conflicto en el psiquismo humano.

- ¿Qué implicancia tiene eso de ser una fecha de balance?

- Ahí aparecen las situaciones donde se mide lo que se perdió, las ausencias o sillas vacías al momento emotivo de levantar la copa. Por ahí alguien está recién separado y pasa por primera vez la fiestas sin sus hijos. Todas esas cosas causan sensaciones en el psiquismo del ser humano. Hay gente que esto lo puede resolver, pero hay gente que no está muy estable psíquicamente hablando y las fiestas pueden producir un gran desequilibrio mayor.

- ¿En esos casos conviene acompañarlo o dejarlo con su duelo, porque la primera reacción es siempre decirle que hay que seguir?

- Es una situación donde hay que ver el grado de gravedad de esa depresión, de esa angustia que tiene la persona. Si la persona está muy afectada o la situación por la que pasó este año es una gran depresión, es algo contraproducente que vos le digas, “Salí, brindemos, hay que seguir”. Creo que tiene que ver con respetar el proceso del otro. Uno tiene que ir viendo por ahí con un poco de empatía, que es algo que a veces no se tiene. Hay que respetarles la tristeza. Porque esta cosa de que no se puede estar triste provoca mucho daño y hay que entender que hay personas que han pasado este año por momentos muy difíciles y no todos tenemos los mismos mecanismos defensivos. Yo creo que es más que nada acompañar, más que forzar a que el otro esté feliz como lo está uno.

En resumen, las fiestas de Navidad y fin de año pueden ser un período particularmente difícil para quienes han perdido a un ser querido o son más sensibles a las ausencias. Reconocer y abordar los trastornos e inconvenientes psíquicos asociados puede ayudar a mitigar el impacto emocional y permitir una adaptación más saludable a las festividades. Mucho de esto depende del entorno y de la empatía que se cree con el resto. Concluye Linardi, “En el fondo, la felicidad de uno, y eso va con la madurez, es conectarse con su deseo genuino. ¿Qué sentido tiene ir a un lugar donde no hay ganas o interés? Y por ahí el deseo genuino es festejar solos o solo con la pareja, hacer algo especial, conectarse con eso y estar bien. Por eso digo que la cultura donde hemos crecido, lo social y también el consumismo, ha ayudado. ¿Por qué no decir que se quiere pasar solo o que se quiere hacer algo distinto? Se le da mucho dramatismo a esto y no es dramático. Lo que no se puede hacer es ponerle dramatismo a la situación del otro, porque el otro quizás no lo vea dramático. Hay que ser consciente de la influencia psicológica en el estado emocional que producen las fiestas navideñas en todos”.