¿Qué relación existe entre un acorazado nazi, un alemán de apellido Thiessen y el casino de Mar del Plata?

No se sabe si es historia o es leyenda. Lo cierto es que el recuerdo de su nombre, Karl Thiessen, suena fuerte en el Casino Central. De Alemania al Río de la Plata, del Graf Spee a Mar del Plata y de observador a ganador en la ruleta. Su martingala alrededor de un cilindro gastado y el enigma de su rostro.

En el acorazado Graf Spee llegó Karl Thiessen al Río de la Plata.

1 de Junio de 2025 10:18

Según cuenta la leyenda, todo comenzó en 1939, cuando el acorazado alemán Graf Spee, tras disputar la batalla del Río de la Plata, se hundió en las gélidas aguas del río. Esto ocurrió como consecuencia de la decisión de su capitán de dinamitarlo, convencido por falsos informes sobre la aproximación de numerosas fuerzas británicas a su nave.

Algunos de sus tripulantes regresaron a Alemania. Otros, buscando refugio, llegaron a tierras argentinas. Entre ellos, un hombre enigmático: Karl Thiessen, quien arribó a nuestras tierras el mismo año en que se inauguraba el flamante casino de Mar del Plata. Sin embargo, su destino en el juego no se forjaría hasta una tarde de enero de 1950, cuando ingresó al Casino Central junto a su cuñado, Hermann Bieger, también tripulante del acorazado alemán.

Inauguración del Casino Central en 1939,

Thiessen no era un apostador común. Elegante y silencioso, se movía por el imponente Casino Central sin llamar la atención, siempre acompañado por su cuñado. Su primera inspección fue minuciosa: observó cada rueda, cada giro, cada número que caía en las mesas de apuestas, mientras se preguntaba cómo tanta gente perdía dinero sin preocuparse. Sus ojos no solo veían los colores del azar, sino los patrones invisibles que, según su perspicacia, gobernaban el juego.

Hasta que, de repente, un peluquero, Pascual Bartolucci, capturó su atención. Jugaba números específicos, agrupados en torno al cinco, es decir, apostar siempre a los mismos once números agrupados alrededor del cinco: por un lado, 10-23-8-30-11; por el otro, 24-16-33-1-20, inspirado en las tácticas de un antiguo apostador que había descubierto desniveles en los cilindros de las ruletas. Thiessen lo comprendió rápidamente: las ruletas no eran máquinas perfectas. Su desgaste favorecía la caída de ciertos números y, si uno observaba con la suficiente atención, podía encontrar la clave del éxito.

El Plan Maestro

La estrategia tomó forma con meticulosa precisión. Primero, identificó la mesa con el cilindro más desequilibrado. En ese preciso lugar, su equipo analizó más de 3.800 jugadas en una sola noche, seleccionando los 20 números más favorecidos. Esta recolección de datos, según se cuenta, fue posible gracias a una pequeña cámara camuflada dentro de un encendedor, un ingenioso invento que, se rumorea, había sido utilizado por el espionaje alemán.

Además, Thiessen observó con una aguda precisión un patrón inadvertido: al inicio de la jornada, los tiradores lanzaban las bolas con energía, pero con el paso de las horas, el cansancio hacía que sus movimientos se volvieran más pausados. Y ahí residía el detalle crucial: cuando el impulso era menor, la bola tenía más posibilidades de detenerse en la zona desequilibrada del cilindro, repitiendo ciertos números con una frecuencia inesperada.

Interior del Casino Central en la actualidad.

Decidido a mejorar sus posibilidades de éxito, el alemán Thiessen sumó a más colaboradores al equipo para ganar más dinero en menos tiempo. Así, cada integrante del grupo apostaría por un conjunto específico de números. El primer día fue un éxito rotundo: 148 aciertos en 270 jugadas. Cuentan que comenzaron en la mesa 18, apostando desde la apertura hasta el cierre del casino y, ese primer día, de 270 bolas, acertaron 148, ganando 936 pesos. Durante la segunda jornada, duplicaron las apuestas y las ganancias superaron los cuatro mil pesos de la época.

Pero el dinero no era el mayor desafío. Lo realmente importante era pasar desapercibidos. La discreción era clave, porque el rumor de una "banda de alemanes" que dominaba la ruleta ya empezaba a recorrer las calles de Mar del Plata.

Para la primavera de 1950, la cúpula del casino estaba en alerta máxima. Se hablaba de un hombre que dirigía las jugadas maestras, pero nadie podía identificarlo. No tenían pruebas concretas, solo sospechas, y Thiessen seguía siendo un fantasma escurridizo entre los apostadores.

Sin embargo, la banca empezó a notar pérdidas millonarias y la investigación se intensificó. Las principales sospechas apuntaban a la complicidad de algún empleado con los apostadores, aunque no lograban desentrañar cómo se llevaba a cabo dicha confabulación.

Un día, un apostador reconoció a algunos miembros del grupo y dio el aviso. De pronto, cerca de 70 jugadores comenzaron a copiar sus jugadas, intentando replicar su éxito. La calma había terminado para el casino.

El golpe final y la desaparición

La ruleta y el número cinco.

Una noche helada de 1951, la policía irrumpió en el casino y rodeó las mesas. Los apostadores fueron apartados y detenidos. Cerca de una decena de ellos, acusados de alterar el orden y formar asociaciones ilícitas, fueron trasladados. Por la gravedad de la situación, el propio Estado tuvo que intervenir, concluyendo que solo se podía asistir a las salas de juego a título individual y no en sociedades de facto como estaba ocurriendo. Con ese dictamen como argumento se prohibió el ingreso de por vida a cualquier casino del país a los grupos de apostadores alemanes.

Pero Thiessen y Bieger lograron escapar antes de que la redada los alcanzara. Nadie vio cómo ni cuándo desaparecieron. Nunca más se supo de ellos. Algunos dicen que huyeron al sur, ocultos entre sombras. Otros aseguran que regresaron a Alemania, donde amasaron fortunas en los casinos más exclusivos de Europa.

El Casino de Mar del Plata nunca volvió a ser el mismo. Desde entonces, cada noche las ruletas son desmontadas, los cilindros sorteados y reinstalados al azar para evitar que alguien vuelva a encontrar la "grieta" en el azar.

El mito continúa

Nunca se confirmó el verdadero nombre de Thiessen. Tal vez nunca existió. Tal vez fue solo una historia tejida entre las luces vibrantes del casino y el sonido metálico de la ruleta. Pero cada vez que alguien apuesta a los números agrupados alrededor del 5 y gana, los más supersticiosos aún se preguntan: ¿será que alguien encontró el secreto otra vez?

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